lunes, 27 de septiembre de 2010

Preparando la homilia del 3-10-2010

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (3-10-2010)
Tiempo Ordinario
"El justo vive por su fe"

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Introducción

No hace falta acudir a ningún dicho popular o clásico para darnos cuenta de que la vida es lucha. La lucha del cristiano consiste en ser fiel a la palabra dada de seguir a Jesús en todo momento, habiendo caído en la cuenta de que es el mejor camino para encontrar el sentido, la esperanza y la felicidad ansiada.

En esta lucha no estamos nunca solos. El Señor nos ha prometido acompañarnos siempre, en todo momento. Debemos vivir con esa certeza, vivir de la fe, es decir, con la confianza total en la Persona de Jesús, que es hombre y Dios verdadero, de que cumplirá siempre su palabra de no abandonarnos nunca. Por esto mismo, el orgullo ante Dios y ante nuestros hermanos, estará prohibido: “El auxilio nos viene del Señor”. Él es la fuente de nuestra energía.


Ver la presentación animada de las lecturas
Comentario bíblico

La fe como don y gracia
Iª Lectura: Habacuc (1,2-3; 2,2-4): El justo vivirá por su fe

I.1. La primera lectura de este domingo está tomada del profeta Habacuc (1,2-3;2,2-4). Es una lectura reconstruida sobre el texto del profeta en la que aparece primeramente una lamentación, una queja por la opresión y la violación del derecho en Judá. Habacuc es un profeta de los siglos VII-VI a. C. Pero es un profeta que no habla al pueblo, sino que habla con Dios; le pregunta, le interpela ante lo que ven sus ojos. Así es todo el libro. ¿Hay respuestas para el hombre de Dios que quiere defender los valores radicales de la vida? La respuesta de Dios, según la experiencia teológica y espiritual del profeta, el hombre de Dios, es que, quien sepa mantenerse fiel en medio de la injusticia y la violación de los derechos, vivirá. La promesa de vida es la síntesis más completa de toda la predicación del profeta. Es una promesa a Israel, pero es una promesa que incumbe a todos los cristianos: el mal nunca se apoderará de la historia definitivamente.

I.2. El texto de Hab 2,4 tendrá un carácter germinal en el planteamiento decisivo de la teología paulina, tanto en Gal 3,11, como en Rom 1,17 cuando se enuncia el tema que ha de desarrollar en toda la epístola: el evangelio de la salvación por la fe y no por las obras. La fe en la Biblia (emunah) no es defender una doctrina, sino tener una experiencia radical de “confianza” en Dios. Eso es lo que propone el profeta, y en ese sentido es como lo entendió Pablo para lanzar al judaísmo o al judeo-cristianismo de su tiempo el reto que habría de darle la identidad religiosa verdadera.


IIª Lectura: IIª Timoteo (1,6-14): El depósito evangélico de la libertad

La segunda lectura de este domingo es el comienzo de la 2ª carta a Timoteo en la que se ponen de manifiesto los elementos pastorales del que, según la tradición, ha recibido el encargo de Pablo para dirigir una comunidad cristiana. Se habla del don de Dios que ha recibido, y que nos es un don para temer, sino para luchar con fuerza y energía por los valores del evangelio frente a este mundo. Defender los valores éticos en nombre del Señor Jesús debe ser una tarea decisiva para quien es responsable de una comunidad cristiana. Existe un “depósito de la fe”. Ese depósito, no obstante, no es una doctrina extraña al Evangelio; es el Evangelio de Jesucristo liberador. Es eso lo que hay que defender con energía frente a otros evangelios mundanos que no liberan.


Evangelio: Lucas (17,5-10): La fe, reto de la “confianza” en Dios

III.1. El evangelio de este domingo se toma de Lucas: un conjunto literario con dos partes: 1) el diálogo sobre la petición de los apóstoles para que aumente la fe de los mismos y la comparación con un pequeño grano de mostaza; 2) la parábola del siervo inútil. Lo primero que debemos considerar en este aspecto es que la fe no es una experiencia que se pueda medir en cantidad, en todo caso en calidad. La fe es el misterio por el que nos fiamos de Dios como Padre, ahí está la calidad de la fe; ponemos nuestra vida en sus manos sencillamente porque su palabra, revelada en Jesús y en su evangelio, llena el corazón. Por eso, la fe se la compara aquí con un grano de mostaza, pequeño, muy pequeño, porque en esa pequeñez hay mucha calidad en la que puede encerrarse, sin duda, el fiarse verdaderamente de Dios. Puede que objetivamente no se presenten razones evidentes para ello. No es que la fe sea ilógica, o simplemente ciega, es una opción inquebrantable de confianza. Es como el que ama, que no puede explicarse muchas veces por qué se ama a alguien. Por tanto, existe una razón secreta que nos impulsa a amar, como a creer.

III.2. La fe que mueve montañas debe cambiar muchas cosas. La comparación del que, por la fe, arranca una morera o un sicómoro y lo planta en el mar, da que pensar. ¿Qué sentido puede tener? Un sicómoro no puede crecer en el mar. En realidad es un símbolo de Israel y este no es un pueblo del mar; no hay tradición de ello. La frondosidad que tiene, como la de la higuera que protege con su sombra, es como un reto: son árboles de secano, de estío, protectores… pero no pueden estar en el mar, se pudrirían. Es un imposible, como un “imposible” es el misterio de la fe, de la confianza en Dios. Cuando todo está perdido, cuando lo imposible nos avasalla, “confiar en Dios” pone en entredicho una religiosidad de oropel, de cosas, de ritos, de ceremonias, de purificación. La fe es algo del corazón, donde está la sede de lo mejor y de lo peor en la Biblia. Por ello, tener fe, confianza (emunah), y pensar que una morera puede ser trasladada al mar y crecer allí es poner en entredicho la religión vacía. Sin la fe, la religión no lleva a ninguna parte. Y muy frecuentemente sucede que se tiene “una religión”, pero en ella no habita la fe.

III.3. La parábola conocida como del “siervo inútil” no es una narración absurda. No es propiamente la parábola del siervo inútil, porque no es ese su sentido, sino del que acepta simplemente en su vida que es un siervo y no pretende otra cosa. El amo que llega cansado del trabajo es servido por su criado; el criado tiene la conciencia de haber cumplido su oficio; esas eran las reglas de contratación social. ¿Qué sentido puede tener esto en el planteamiento de la fe y la recompensa? No podemos aplicar aquí la lógica reivindicativamente social de que el patrón y el siervo no pueden relacionarse tal como se propone en esta lectura. El juicio moral sobre la servitud o la misma esclavitud de aquellos tiempos, está demás a la hora de la interpretación. Se parte de la costumbre de aquella época para mostrar que el siervo, lo que tenía que hacer era servir (se usa el verbo diakoneô), porque era su oficio, y el amo ser servido.

III.4. Jesús quería partir de esta experiencia cotidiana para mostrar al final algo inusual: por ello, la vida cristiana no se puede plantear con afán de recompensa; no podemos servir a Dios y seguir a Jesús por lo que podamos conseguir, sino que debemos hacernos un planteamiento de gracia. El buen discípulo se fía de Jesús y de su Dios. Cuando se da esa razón secreta para seguir a Jesús, no se vive pendiente de recompensas; se hace lo que se debe hacer y entonces se es feliz en ello. Existe, sin duda, la secreta esperanza e incluso la promesa de que Dios nos sentará a su mesa (símbolo de compartir sus dones), pero sin que tengamos que presentar méritos; sin que sea un salario que se nos paga, sino por pura gracia, por puro amor. Así es como Lucas ha entendido este conjunto en que pone en conexión el diálogo sobre la fe con la parábola del siervo (que no es inútil). Con Dios no vale do ut des, sino lo que cuenta es abrirse a Él como lo que somos y con lo que somos… y se nos invita, por gracia, a sentarnos a su mesa, lo que no ocurre precisamente en las relaciones sociales de este mundo de clases.

Fray Miguel de Burgos NúñezFray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

Pautas para la homilía

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El justo vive de la fe, es decir, de la confianza en una Persona

Cuán equivocados están los que piensan que el cristianismo es aceptar un conjunto de verdades, algunas de ellas bastante difíciles de explicar. El cristianismo es, ante todo, una historia, una historia entre un Dios personal y cada uno de los hombres que aceptamos su intervención en nuestra vida. Esta historia sabemos cómo empieza. También sabemos que, por regalo de Dios, va a terminar bien. Pero nos queda el trayecto entre el principio y el final. En ese trayecto, además de Dios y de nosotros, los principales protagonistas de cada historia personal, intervienen otras personas, otras libertades, otras circunstancias, diversos acontecimientos sociales y personales…

En cada historia personal, en la que se mezclan múltiples, variados y contradictorios factores, el cristiano vivirá momentos apacibles y momentos de desierto en los que puede pensar que Dios le ha dejado a su suerte, le ha abandonado y gritar con el profeta: “¿Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches?”. Puede tener también momentos de desánimo como Timoteo al participar en “los duros trabajos del evangelio”.

Pero estos posibles desfallecimientos y la vivencia de soledad divina siempre son pasajeros, porque “el justo vive por su fe”. Es decir, vive gracias a depositar toda su confianza en la persona del Hijo de Dios, que le ha prometido no dejarle nunca en las distintas vicisitudes por las que pueda atravesar su vida: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo”. En los momentos más delicados, nuestro Padre Dios se le acercará y le dirá como al hijo mayor: “Tú siempre estás conmigo. Y todo lo mío es tuyo”. En esta misma línea, Pablo anima a Timoteo y le recuerda que Dios nos ha regalado su propio Espíritu, “el Espíritu Santo habita en nosotros”, que “no es un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio”.

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Ante Dios y… ante los hombres, nada de engreírse

Pocas cosas hay que tengan tan buena acogida entre nosotros como encontrarse con personas sencillas, de las que siempre se colocan al nivel del común de los humanos, sea cual sea el cargo que ocupan. Pocas cosas hay que molesten tanto a la mayoría de las personas humanas, como encontrarse con un hombre orgulloso, altivo, muy creído de sí mismo, que mira a todos por encima del hombro, incluidos a los jugadores de baloncesto que miden de dos metros en adelante, que nos hace sentir su supuesta superioridad, que cada dos por tres, o mejor dicho, cada tres por tres, nos recuerda las grandes cosas que ha hecho en la vida, algo, según él, que sólo está al alcance de unos pocos privilegiados.

Jesús, en el evangelio, siempre se muestra en contra, muy en contra, de los orgullosos, como, por ejemplo, de los fariseos, que se creían muy por encima de los demás y Jesús les descubre su hipocresía y debilidad… su realidad. Esta actitud de los orgullos fariseos podemos decir que irrita sobremanera a Jesús y las palabras más duras que salieron de su boca se las dirige a ellos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, que por dentro están llenos de rapiñas y codicias! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos muertos y toda clase de inmundicias!”.

Si hay algo claro en Jesús es que todos los hombres y mujeres, aunque tengamos diferentes talentos, gozamos de la misma dignidad. Todos somos hijos de Dios y hermanos unos de otros. Nadie, pues, tiene derecho a considerarse más que los demás. Incluso si uno, con la ayuda de Dios, trabaja fuerte en la dirección de Jesús, es decir entrega su vida por amor al servicio de sus hermanos… tampoco puede engreírse por ello: “Cuando hayáis hecho lo mandado decid. Somos uno pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Nada de que se nos suban los humos a la cabeza.

Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est al hablarnos de la ayuda que todo cristiano, guiado por el amor, debe estar dispuesto a ofrecer a cualquier persona, nos advierte que lo primero que el ayudador debe reconocer es que todo lo ha recibido de Dios, sus dones y cualidades, y que estar en situación de ayudar a otros es un regalo que Dios le hace. El Papa dice textualmente: “Cuanto más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y hará suya la palabra de Cristo: ‘Somos unos pobres siervos’ (Lc 17,10). En efecto, reconoce que no actúa fundándose en una superioridad o mayor capacidad personal, sino porque el Señor le concede este don”.

Como siempre nuestro referente es Jesús de Nazaret. Si alguien podía gloriarse de estar por encima de nosotros era él, Dios y hombre verdadero. Sin embargo, conocemos el camino que siguió. “No hizo alarde de su categoría de Dios; al contario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”. Éste es el camino que debemos imitar: hacernos esclavos de nuestros hermanos por amor, y nada de creerse superior a nadie, sino pasar por uno de tantos y decir: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Nuestra recompensa y nuestro gozo es siempre el amor, dar y recibir amor.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Vigésima quinta semana del Tiempo Ordinario (del 20/9/2010 al 25/9/2010)

Las lecturas y homilias de la semana
Brilla de modo especial en la semana la fiesta de san Mateo apóstol y evangelista. ¡Qué agradecidos hemos de estar a quien nos ha transmitido con tanta profundidad las palabras y lo hechos de Jesús! Se hace memoria en ella de mártires de Corea, el lunes, día 20, y de la figura sorprendente y tan venerada en algunos lugares de san Pio de Pietralcina.

En las primeras lecturas volvemos al Antiguo Testamento. En concreto a libros sapienciales. A Proverbios y Eclesiastés. Libros no esencialmente religiosos, que buscan el modo de bien vivir. La primera y elemental “sabiduría” queda reflejada en proverbios. Así se recoge en el libro de ese nombre. El autor del Eclesiastés se manifiesta desorientado por situaciones que no entiende, como la prosperidad de los malos y el fracaso de los buenos. De ahí viene a deducir que todo es vanidad. Pero en fin, humilde, cree que no tiene que pedir cuentas a Dios. Que Él sabrá por qué las cosas son así.

Los textos evangélicos de san Lucas exponen enseñanzas y episodios muy diversos en la vida de Jesús. Desde valorar más escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica que los lazos de sangre, incluidos la maternidad, hasta la necesidad que tienen los apóstoles de manifestar lo aprendido, no guardárselo para sí. Y así los envía a proclamar el Reino de Dios. Todo ello ante la pregunta de cercanos y lejanos sobre quién es él. El reconocimiento de su autoridad, de la grandeza de su enseñanza y de sus hechos sorprendentes no van a evitar la persecución. ¡Que los apóstoles tomen buena nota de ello!

Lunes, 20/9/2010 San Andrés Kim Taegon y S. Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires
“No niegues un favor a quien lo necesita”.

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de los Proverbios 3,27-34:

Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano hacérselo. Si tienes, no digas al prójimo: «Anda, vete; mañana te lo daré.» No trames daños contra tu prójimo, mientras él vive confiado contigo; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño; no envidies al violento, ni sigas su camino; porque el Señor aborrece al perverso, pero se confía a los hombres rectos; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del honrado; se burla de los burlones y concede su favor a los humildes; otorga honores a los sensatos y reserva baldón para los necios.
Sal 14 R/. El justo habitará en tu monte santo, Señor

El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. R/. El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. R/. El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,16-18:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»

II. Compartimos la Palabra

El fragmento evangélico lucano que nos presenta la Palabra de Dios este lunes es, cuanto, menos desconcertante. Desconcertante sobre todo por la última sentencia de Jesús: “Al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener”. Esto contrasta fuertemente no sólo con la experiencia que tenemos del Evangelio, sino también con el propio contenido de la primera lectura del libro de los proverbios: “No niegues un favor a quien lo necesita” Nuestra razón parece presentar resistencias a escuchar, aparentemente, palabras de injusticia en los labios de Jesús: ¿Cómo va a ser posible que a los que no tienen nada, a los pobres, encima se les quite lo poco que tienen? ¿Cómo es posible encontrar esto en el Evangelio?

Para entender este último “dicho contradictorio” de Jesús hemos de considerar como mínimo todo el fragmento en el cual aparece. Encender una vela y esconderla, ¿qué sentido tiene?. Un verdad escondida, oculta, ¿qué utilidad tiene? Ninguna, porque no es útil, porque no se utiliza. Jesús, simplemente, advierte de una realidad, por todos comprobable: cuanto menos utilizamos una cosa menos sentido tiene. Cuidado porque parecería que se está cayendo en un utilitarismo; No. Lo que se quiere poner de relieve es que el Evangelio es la Luz, es la Verdad de nuestra vida. Cuanto menos nos refiramos al Evangelio (a la Luz y Verdad de nuestra vida) más lo iremos perdiendo, más nos iremos olvidándolo, hasta que lo hayamos perdido de vista. En este momento, todos tenemos la experiencia, nos sentimos perdidos, nos sentimos si norte, sin rumbo... hay desorden en nuestra vida, no nos comprendemos a nosotros mismos... Comienza un circuito que nos lleva a la “muerte”, a la infelicidad. Entonces, la vida la habremos perdido, nos la habremos quitado. Por eso, a quien vive a la luz de la Palabra de Dios recibirá más Vida; y al contrario: el que conociendo la Palabra de Dios no vive en base a ella, pues dejará pasar la Vida.

Hay una cuestión implícita en el Evangelio que cierra toda la idea del fragmento: la luz se enciende para que los otros vean, la verdad sale a la luz para que los otros la comprendan y la gusten... pero hay que encender la luz... hay que predicar la Verdad para que eso sea posible. Pablo lo dijo de otra manera más clara: la fe viene por la predicación. La predicación es el presupuesto necesario para que los otros sean iluminados por la luz de Dios y por la Verdad del Evangelio. Sin predicación no florece la fe.

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Martes, 21/9/2010 San Mateo, apóstol y evangelista
"Sígueme. Él se levantó y lo siguió”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,1-7.11-13:

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
Sal 18 R/. A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. R/. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los limites del orbe su lenguaje. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,9-13:

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

II. Compartimos la Palabra

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“Para la edificación del cuerpo de Cristo”

Con frecuencia, se ha exaltado a los cardenales, obispos, sacerdotes… por encima de los fieles cristianos. Algunos afirman que los viejos tratados sobre la Iglesia se centraban en la jerarquía, eran una auténtica “jerarcología”, un tratado sobre la jerarquía y desde ahí se estudiaba todo lo demás. El Vaticano II corrigió esta orientación. Colocó el capítulo del “pueblo de Dios”, el de todos los seguidores de Jesús, antes que el de la jerarquía. Todo, también la jerarquía, está en función y al servicio del pueblo de Dios. Ésta es también la orientación de San Pablo. Es cierto que “Cristo ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros”, pero todos ellos “para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo”. La jerarquía, incluidos los apóstoles como san Mateo, no tiene más dignidad que el resto de cristianos y al final de sus vidas no van a poder presentar sus cargos, su ministerio como un seguro para traspasar la entrada a la eternidad gozosa. Se les va a hacer la misma pregunta que a todos, la pregunta sobre el amor: “¿Tuve hambre y me disteis de comer…?”. El amor es la gran dignidad del cristiano y todo en la iglesia, en “el cuerpo de Cristo”, los apóstoles, sus sucesores y los fieles cristianos, tiene que estar al servicio del amor.

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Sígueme. Él se levantó y lo siguió”

Jesús, a la hora de elegir a sus apóstoles, a sus sucesores, parece que no tiene buen ojo. Probablemente, hablando en lenguaje de hoy, ninguno de los doce pasaría “un examen de admisión” para cualquier empresa comercial. Para extender su proyecto del reino de Dios elige a pescadores, a hombres “sin estudios”, a un recaudador de hacienda con mala fama… incluso a uno que al final le iba a traicionar.

Eligió a “los doce” porque, en principio tuvieron un corazón generoso a su propuesta, como Mateo: “Sígueme. Él se levantó y lo siguió”. Estaban dispuestos a cambiar su corazón de piedra por un corazón a lo Cristo, un corazón que se dejó empapar por los sentimientos de Jesús, un corazón dispuesto a confiar más en la fuerza amatoria que Jesús les regalaba que en sus propias fuerzas… Y Mateo, en medio de sus debilidades como las de Pedro, las de Tomás… le siguió hasta el final. Hasta nos regaló el evangelio de la vida, muerte y resurrección de Jesús… algo que todos los cristianos debemos agradecerle.
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Miércoles, 22/9/2010
“Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes” .

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de los Proverbios 30,5-9:

La palabra de Dios es acendrada, él es escudo para los que se refugian en él. No añadas nada a sus palabras, porque te replicará y quedarás por mentiroso. Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes de morir: aleja de mi falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: «¿Quién es el Señor?»; no sea que, necesitando, robe y blasfeme el nombre de mi Dios.
Sal 118 R/. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor

Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad. R/. Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata. R/. Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo. R/. Aparto mi pie de toda senda mala, para guardar tu palabra. R/. Considero tus decretos, y odio el camino de la mentira. R/. Detesto y aborrezco la mentira, y amo tu voluntad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,1-6:

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes.

II. Compartimos la Palabra

La Buena Noticia es la Palabra de Dios de que nos habla el libro de los Proverbios. Felices los que escuchan y, más todavía, los que practican esta Palabra de Dios, esta Buena Noticia, que nos puede llegar por los Libros Sagrados, por los sacramentos, por la oración, por medio del sacerdote, de un amigo, de una amiga. Dios se puede servir de todo para hacernos llegar su Noticia siempre buena.

Lucas reseña dos veces consignas para los enviados, para los misioneros, para la misión. Hoy se dirige a los Doce. En el capítulo siguiente lo hará a los “setenta y dos”. Las diferencias son mínimas. Lo que dice a los Doce es aplicable a los “setenta y dos”, o sea, a todos.

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Anunciar la Buena Noticia

“Habiendo convocado Jesús a los Doce les dio poder para proclamar el reino de Dios”. La orden es clara. La dificultad entonces y ahora es el cómo hacerlo. Es cierto que Jesús no hizo otra cosa durante su vida que enseñar a sus discípulos el modo según el cual tenían que proclamarlo: sin oro, sin pan, sin alforja, sin túnica de repuesto, sin nada. Sin pedir al cielo fuego sobre los que no escuchen o sobre los que, escuchando, no quieran hacer caso. Cuanto se consiga con estos medios será algo que no tendrá nada que ver con el Reino.
Pero, tampoco “sin nada”. Con mucha ilusión, con el optimismo propio de los sencillos. Si a esto se añade ciencia, oratoria, erudición, experiencia, miel sobre hojuelas. Pero lo fundamental es creer, estar convencidos, ser testigos. Que nadie pueda decir de nosotros lo que un político –en este caso, una-, espetó a otro en medio de una discusión: “¿Eso lo dice Vd. por convicción o por estrategia?”

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Expulsar demonios y curar enfermedades

“Habiendo convocado Jesús a los Doce les dio poder para expulsar los demonios y curar las enfermedades”. No podemos contentarnos con hablar, por más convicción que pongamos en nuestras palabras. La compasión tiene que llevarnos, como a Jesús, al amor samaritano. No se trata de unas veces hablar, otras obrar. Ambas cosas son simultáneas. Hay que hablar y validar cuanto decimos con actos que humanicen, que liberen de cualquier clase de atadura, sea del demonio o de la injusticia.

Un modelo de cuanto decimos lo tenemos en el Beato Francisco de Posadas, un dominico del siglo XVIII cuya fiesta celebramos hoy. Supo encarnar en su persona ambos cometidos. Tuvo un estilo de vida evangelizador, de tal forma que fue apopado el nuevo San Vicente Ferrer. Brilló por su virtud, por su talento y, muy en particular, por su predicación persuasiva y ejemplar. Proclamó el reino de Dios, curó enfermedades y expulsó los demonios de la ignorancia, la injusticia, el pecado y cualquier atisbo de inhumanidad.
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Jueves, 23/9/2010 San Pío de Pietralcina
"¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?"

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Eclesiastés 1,2-11:

¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice:«Mira, esto es nuevo», ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.
Sal 89 R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán.» Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna. R/. Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R/. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. R/. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,7-9:

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que habla aparecido Elías, y otros que habla vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenla ganas de ver a Jesús.

II. Compartimos la Palabra

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“Nada hay nuevo bajo el sol”

Al leer este pasaje, solo queda decir: Sólo Dios es permanece inmutable.
Israel, tiene en la Biblia, por su fe, un gran sentido del valor de la creación, pero también sabe de la precariedad de la misma, lo cual, aunque doloroso, no le lleva a la resignación ante el fracaso, sino que conserva la absoluta certeza de una victoria definitiva.

El Eclesiastés observa estos cambios continuos de la naturaleza y empieza recordando:”Vanidad de vanidades y todo vanidad” y pegunta: ¿que saca el hombre de todas sus fatigas?

La Palabra de Dios, siempre nos deja una lección, nosotros también nos afanamos para alcanzar las cosas, pero, al final, nada y vacío, nos cansamos de todo.
Bueno es recordar la frase de San Agustín:”Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón, no descansa, mientras no descanse en Ti”.
Sólo Dios puede saciar nuestros anhelos, lo demás vuelve a ser “Vanidad e Vanidades…”

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¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?

Herodes, que había mandado decapitar a Juan el Bautista, vive obsesionado con su figura; por eso, cuando oye hablar de Jesús y de sus milagros, piensa en Juan, tiene miedo de perder su poder político, ese hombre , que hace tantos milagros, puede quitárselo, la gente se va tras de él, y, ¿Si fuera Juan?

Aprendamos la lección, muchas veces, tenemos miedo de perder nuestros derechos (poder), que vengan otros y nos quiten el puesto, nuestros privilegios…pensamos e inventamos las cosas más inverosímiles, como Herodes, que quiere cerciorarse,” quiere ver a Jesús”. También nosotros queremos ver, enfrentarnos, con quienes” creemos” que nos desafían, a veces, sin ningún fundamento, sólo en nuestra imaginación.

Ojala queramos ver a Jesús, no como Herodes, sino, como aquellos griegos que se acercaron a Felipe y le dijeron “Queremos ver a Jesús” Veamos a Jesús en nuestros hermanos, en ellos está reflejo la bondad de Dios . Lo demás como hemos visto en la primera lectura :”Vanidad de vanidades”

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Viernes, 24/9/2010
"¿Y vosotros quién decís que soy yo? ”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Eclesiastés 3,1-11:

Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol: tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de derruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de desechar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz. ¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.
Sal 143 R/. Bendito el Señor, mi Roca

Bendito el Señor, mi Roca, mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio. R/. Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?; ¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos? El hombre es igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,18-22:

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

II. Compartimos la Palabra

*
"¿Qué saca el obrero de sus fatigas? ”

El sabio Quoelet sabía que Dios había hecho todo hermoso y a su tiempo. En consonancia con la sabiduría hebrea está el salmo de hoy que canta: ¿qué es el hombre para que te fijes en él?; ¿qué saca el obrero de sus fatigas?.

En otro libro sapiencial dice: “Todas las cosas van en pareja, una frente a la otra, y nada lo ha hecho incompleto (Ecles 42, 24). Una cosa asegura el bien de la otra; frente al mal está el bien y frente a la muerte, la vida (Ecles 33,14).

Si hay tiempo para todo lo que tenemos que hacer en esta vida, no hemos de obrar precipitadamente, ni adelantarnos a lo que tendremos que hacer dentro de un rato, pues de ahí viene la pre-ocupación. Estamos en las manos del Señor para una misión, Él nos ha llamado a trabajar en su viña, no seamos perezosos en la labor que nos toca, ni tampoco demasiado activistas, que también son necesarios los tiempos de reposo.

"¿Y vosotros quién decís que soy yo? ”

Jesús se encuentra orando como intercesor entre su Padre y sus discípulos que están allí presentes. Frente a la curiosidad de Herodes del evangelio de ayer, hace una pregunta a sus discípulos sobre lo que la gente piensa de él.

Por supuesto que Jesús no tiene dudas de identidad, ni tampoco le importa lo que digan de su persona; ni siquiera aclara las respuestas que le dan sus discípulos. A Jesús le interesa que sus amigos le conozcan bien y por eso cuando Pedro responde a su pregunta, Jesús se lo aclara explicando el tipo de mesianismo que anuncia con su persona y a continuación impone secreto porque aún no ha llegado su Hora y no es fácil de entender.

A nosotros también nos hace Jesús hoy esta pregunta y corremos el riesgo de responder como sus discípulos más allegados confesándole como Señor de nuestra vida, pero evitando unirnos a Él en el sufrimiento. Si el necesitado no nos encuentra en su dolor, no comprenderemos la gloria de la resurrección.
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Sábado, 25/9/2010
“Acuérdate de tu Hacedor durante tu juventud”.

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Eclesiastés 11,9–12,8:

Disfruta mientras eres muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón, de lo que atrae a los ojos; y sabe que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo. Rechaza las penas del corazón y rehuye los dolores del cuerpo: niñez y juventud son efímeras. Acuérdate de tu Hacedor durante tu juventud, antes de que lleguen los días aciagos y alcances los años en que dirás: «No les saco gusto.» Antes de que se oscurezca la luz del sol, la luna y las estrellas, y a la lluvia siga el nublado. Ese día temblarán los guardianes de casa y los robustos se encorvarán, las que muelen serán pocas y se pararán, las que miran por las ventanas se ofuscarán, las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino se apagará, se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán callando, darán miedo las alturas y rondarán los terrores. Cuando florezca el almendro, y se arrastre la langosta, y no dé gusto la alcaparra, porque el hombre marcha a la morada eterna y el cortejo fúnebre recorre las calles. Antes de que se rompa el hilo de planta, y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cántaro en la fuente, y se raje la polea del pozo, y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva a Dios, que lo dio. Vanidad de vanidades, dice Qohelet, todo es vanidad.
Sal 89 R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán.» Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. R/. Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R/. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. R/. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,43b-45:

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.» Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

II. Compartimos la Palabra

El primer párrafo de la lectura propuesta para hoy del Eclesiastés es uno de esos textos que debieran haber escuchado, sobre todo, nuestros mayores en su juventud, cuando las enseñanzas eclesiásticas les animaban, seguramente a lo contrario. Esa llamada a “disfrutar de la vida y pasarlo bien”, a “rechazar las penas del corazón y rehuir los dolores del cuerpo”, que forma parte de esa Biblia que tenemos como Palabra de Dios, parece que no haya sido del gusto de los predicadores de la desgracia, de la resignación y que hace no tanto, reclamaban a los cristianos y cristianas que asumieran los dolores, que callaran los golpes y que vivieran como deseo divino los males que les acosaban.

Todo lo bueno se acaba, lo sabe bien Qohelet, el autor de este libro, el cantor del archiconocido “vanidad de vanidades”, y pretende que nosotros, lectores de esas palabras que escribió hace más de mil años no lo olvidemos. Todo lo que es terso tiende a arrugarse y lo suave se acaba haciendo áspero. Mejor es que seamos conscientes de ello y que lo disfrutemos mientras podamos hacerlo. Después llegarán –o no–, los malos momentos: en los que se “arrastre la langosta, y no dé gusto la alcaparra”, “se rompa el hilo de la planta, y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cátaro en la fuente” (“tanto va el cántaro a la fuente”… dice el refranero español”).

¿Qué ganamos con ocuparnos y preocuparnos por las desgracias venideras mientras éstas no han llegado? Jesús también era de los que pensaban así, y por eso avisa a sus amigos/as de que algo malo le va a ocurrir. Pero mientras tanto disfruta de su compañía, atiende a los niños y niñas que se le acercan, acompaña a las mujeres y aprende de todos y todas los que están con él. Esa es la clave, creemos, que también se vislumbra en el texto del Eclesiastés: “acuérdate de tu Hacedor”. Lo fundamental es la forma en que vivamos mientras llegan esos dolores y cuando ya estén aquí. Y acordarse de Él, es decir, saber que forma parte de nuestras vidas significa, muchas cosas, pero sin duda: estar cerca de los que sufren, comprometerse con la justicia, intentar mejorar el mundo que nos rodea y trabajar para que la vida de los que nos sucedan en esta tierra sea un poco mejor.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Vigésima cuarta semana del Tiempo Ordinario (del 13/9/2010 al 18/9/2010)

Vigésima cuarta semana del Tiempo Ordinario (del 13/9/2010 al 18/9/2010)

Introducción a la semana - Lunes - Martes - Miércoles - Jueves - Viernes - Sábado
Introducción a la semana

En esta semana afloran con fuerza dos celebraciones. La fiesta de la Exaltación de la santa Cruz y la memoria de Nuestra Señora de los Dolores. También es obligatoria la memoria de san Juan Crisóstomo y los santos mártires Cornelio y Cipriano, éstos sin lecturas propias. Dominicos y dominicas celebran el sábado, día 18, la memoria obligatoria del sencillo y entrañable santo Juan Macías.

En las primeras lecturas se continúa con la primera carta de Pablo a los Corintios. Aparte de seguir con prescripciones morales, se abordan cuestiones esenciales de la fe cristiana, como el hecho de la resurrección. La resurrección de hombres y mujeres tiene su fundamento en la resurrección de Cristo. Sin resurrección nuestra fe sería vana.
Sigue Jesús en los textos evangélicos derramando su enseñanza. En esta semana encontramos a Jesús que quiere alegría en los suyos. Que sepan disfrutar de la vida. Él asiste, invitado, a un banquete. Ve cómo una mujer tiene deferencias cariñosas con él. Y le da lugar a relacionar perdón y amor, con una relación recíproca. En fin, vemos a Jesús dejarse querer y ayudar por las mujeres que le siguen. Jesús no es un áspero profeta que ve el mal en todo, sino que descubre el gusto de vivir, la necesidad de amar y de tener amigos y amigas. Un gran y cercano Jesús.


Lunes, 13/9/2010 San Juan Crisostomo, obispo y doctor
"Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe."

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,17-26.33:

Al recomendaros esto, no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que provecho. En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra Iglesia os dividís en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros, para que se vea quiénes resisten a la prueba. Así, cuando os reunís en comunidad, os resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os apruebe? En esto no os apruebo. Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. Así que, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperaos unos a otros.
Sal 39 R/. Proclamad la muerte del Señor, hasta que vuelva

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/. «Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.» Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R/. Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: «Grande es el Señor» los que desean tu salvación. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,1-10:

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.» Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace.» Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

II. Compartimos la Palabra

Pablo, en la 1ª lectura de la carta a los Corintios, nos deja entrever un problema importante que existía en las comunidades primitivas: “al reuníos en Asamblea hay divisiones”. Acto seguido Pablo entra de lleno en el problema sin ningún tipo de vacilación, ofreciendo la siguiente metodología a la hora de afrontar problemas en cristiano:

- Las dificultades pueden ayudar a avanzar en el camino del seguimiento a Jesús tanto personal como comunitario. La referencia con la cual confrontarse, tanto personal como comunitariamente, es Jesús, el Señor de nuestras vidas.
- La pregunta a la cual nos tenemos que asomar sin miedo para reorientarnos en el seguimiento es: Y esta dificultad que tengo en este momento, ¿qué dice, dicho problema, de mi mismo? ¿qué nos dice comunitariamente? Sin verdad y sin misericordia no es posible contestar estas preguntas que nos impulsan en el camino del seguimiento.
- Frente a lo que nos revelen estas preguntas, se desprende unos compromisos lo cuales requieren determinación para llevarlos a cabo.

Dicho todo esto, podemos entender la severas advertencias que hace Pablo a la comunidad de Corintio con respecto al tema de la Cena del Señor u Eucaristía. Sólo hay una Mesa en la cual se sientan los cristianos por igual. No hay cristianos de primera ni de segunda. La rotura de la unidad en torno a la Mesa del Señor conlleva la no presencia del Señor en medio de la comunidad. ¡Duras consecuencias las de romper la comunión!

En cuanto al Evangelio de Lucas una palabra. Llama la atención que el centurión (pagano), a lo largo de todo el pasaje, no se encuentra con Jesús. Los que se encuentran con Jesús son, primero los criados y luego los amigos. El centurión solo conoce a Jesús de oídas, lo cual implica que alguien ya le había predicado el mensaje cristiano. Por ello, al ser la predicación presupuesto de la fe, cuando se produce el encuentro entre la Palabra de Dios (Jesús) y la fe de este centurión se produce la sanación del siervo, la salvación, la Felicidad.



Martes, 14/9/2010 Exaltación de la Santa Cruz
"Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él."

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de los Números 21, 4b-9:

En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: -«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.» El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: -«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.» Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: -«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.» Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Salmo: Sal 77 R. No olvidéis las acciones del Señor

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, inclina el oído a las palabras de mi boca: que voy a abrir mi boca a las sentencias, para que broten los enigmas del pasado. R. Cuando los hacía morir, lo buscaban, y madrugaban para volverse hacia Dios; se acordaban de que Dios era su roca, el Dios Altísimo su redentor. R. Lo adulaban con sus bocas, pero sus lenguas mentían: su corazón no era sincero con él, ni eran fieles a su alianza. R. Él, en cambio, sentía lástima, perdonaba la culpa y no los destruía: una y otra vez reprimió su cólera, y no despertaba todo su furor. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
II. Compartimos la Palabra

*
La exaltación del amor

Hay que repetirlo cuantas veces sea preciso. La historia de las relaciones de Dios con los hombres es la historia de un amor apasionado de Dios hacia todos nosotros. La demostración más clara de este amor fue el envío de su propio Hijo a nuestra tierra. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”. Y Jesús, su Hijo, no vino para regañarnos, criticarnos, recodarnos nuestras debilidades y fallos, para hacer justicia al modo humano… sino para ayudarnos, para salvarnos, para otorgarnos esa vida plena que todos tanto deseamos. Dios Padre nos lo envió “para que no perezca ninguno de los que creen en él sino que tengan vida eterna”.
Nos señaló el camino que debemos recorrer en nuestra existencia terrena para que gocemos de “vida en abundancia”. No se limitó a predicar, sino que vivió todo lo que predicó y nos anunció. Su modo de vivir, en el que sobresale el amor, el que conduce a la verdadera vida, le llevó paradójicamente a la muerte en cruz, porque algunos hombres de su tiempo creyeron que era un camino equivocado que desestabilizaba la religión y el poder civil de entonces, y le mataron.
Jesús, por amor a nosotros, no se desdijo de la buena noticia que nos traía ni ante la amenaza de su muerte. Siguió predicando desde lo alto de la cruz el camino del amor, del perdón, de la paz, de la justicia, de las bienaventuranzas…

Por eso, la exaltación de la cruz es la exaltación no del dolor sino, en primer lugar, del gran amor de Jesús hacia nosotros, un amor que sobresale en el sufrimiento de la cruz. Agradezcamos a Jesús su última lección, antes de su resurrección, de vivir el amor como lo primero y principal de nuestra existencia. Pidámosle también que nos siga atrayendo hacia él, hacia su cruz, para que gastemos nuestra vida como él la gastó en servicio permanente del amor hacia los hermanos.

Miércoles, 15/9/2010 Nuestra Señora de los Dolores
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta a los Hebreos 5,7-9:

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Sal 30 R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia

A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí. R/. Ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. R/. Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. R/. Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares: líbrame de los enemigos que me persiguen. R/. Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan 19,25-27:

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

II. Compartimos la Palabra

Entre las muchas facetas destacables de María con relación a la experiencia humana de todos los tiempos, la del sufrimiento, la de sus dolores es la más antigua y una de las más veneradas a lo largo de toda la historia. Para comprenderlo, no hay más que pensar en los cuadros de la “piedad”, en las imágenes de la “piedad”, en las poesías sobre la “piedad”, en las capillas de nuestras catedrales, santuarios e iglesias sobre la “piedad”.

• “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre…”
Todos los datos del Evangelio sobre María pasan, de una u otra forma, por sus dolores, por su sufrimiento:
• En Belén, da a luz en medio de las circunstancias más penosas para una madre
• Porque el rey Herodes persigue al Niño, emigra a Egipto
• “Una espada atravesará tu corazón”, le dice el anciano Simeón en el Templo
• Cree que su Hijo está perdido en Jerusalén, con lo que esto significaba para sus padres
• En la vida pública de Jesús, los sobresaltos de la madre “intuimos” que tuvieron que ser continuos
• Y, al final, apresamiento, juicio, condenación, pasión, muerte, entierro… de su Hijo.
Hay que evitar, sin embargo, una pura consideración sentimental de su sufrimiento. María sufre la Pasión y muerte de Cristo como misterio de salvación. Y lo hace desde la fe, desde la esperanza y con caridad. Sufre unida a su Hijo, con sentimientos compartidos con los de su Hijo y dando a la Pasión y muerte de Cristo el único sentido que tienen.
• Madre dolorosa y, paradójicamente, nadie más feliz que ella.

A María la celebramos dolorosa, porque lo fue. Pero, ya no es dolorosa. María ahora, asunta a los cielos en cuerpo y alma, Madre de Dios y Madre nuestra, goza en el cielo de la gloria y el puesto que estos títulos llevan consigo. María, ahora más que nunca, “es bendita entre las mujeres” y “dichosa porque creyó”, como le dijo su prima Isabel. Y ahora se cumple a la perfección lo que ella mismo dijo de sí misma: “Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador. Y, desde ahora –dijo entonces- todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.
Bien es cierto que, como madre y buenísima madre que es, sigue “sufriendo” cuando sus hijos sufren. Y enjuga sus lágrimas, acalla y suaviza sus dolores y trata de contagiar su equilibrio y coherencia.


Jueves, 16/9/2010
“Tu fe te ha salvado, vete en paz”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15,1-11:

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Sal 117 R/. Dad gracias al Señor porque es bueno

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. R/. «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.» No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. R/. Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,36-50:

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.» Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» Él respondió: «Dímelo, maestro.» Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debla quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.» Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.» Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.» Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.» Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

II. Compartimos la Palabra

*
“Por la gracia de Dios soy lo que soy”

Pablo se siente tan apóstol como los otros apóstoles. El, también fue testigo de la Resurrección de Cristo, también a él se le apareció Cristo resucitado, se considera el menor de los apóstoles, lo es, no por méritos propios, sino por la gracia de Dios.

Ante los corintios defiende el Evangelio que les predicó, que ellos recibieron y aceptaron, no basta con oír, la aceptación es la respuesta a la Palabra.

Pablo insiste que lo primero que les transmitió, lo más importante, tal como lo había recibido, es el misterio de nuestra Salvación, realizada por Cristo, que murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado según las Escrituras y que resucitó según las Escrituras.

Al repetir, según las Escrituras, Pablo quiere enmarcar la muerte –Resurrección de Cristo, dentro del Plan Salvífico de Dios. El cumplimiento de las Escrituras, da una unidad a toda la acción salvadora del Padre; anunciada por los profetas, realizada por Cristo y continuada por el Espíritu Santo.

Pablo es el transmisor, no es doctrina suya, es recibida e insiste que predica lo mismo que los otros apóstoles respondiendo a la gracia de Dios que en él “No ha sido estéril.”

“Tu fe te ha salvado, vete en paz”

En la primera lectura, San Pablo nos ha recordado el misterio de nuestra salvación, Jesús, vino para reconciliar, a la humanidad pecadora con el Padre, por el Amor. En este pasaje tan conocido, de la mujer pecadora, Jesús dice:”Se le perdonan sus muchos pecado, porque ha amado mucho”; está mujer, creyó en Jesús y lo amó, Él la defiende ante quienes la juzgan, como mujer conocida por pecadora. Simón juzgó a Jesús: ”Si fuera profeta sabría que esta mujer es pecadora”. Cristo, le demuestra que no sólo es profeta, es algo más, sabe leer, en el corazón de la mujer y en el de Simón que los está juzgando.

La mujer amó mucho y se le perdonó mucho, Jesús actúa con más autoridad que los profetas, perdona los pecados, lo cual solamente puede hacer Dios, se manifiesta como el Mesías y perdona los pecados con el poder de Dios.

Hoy, Cristo, sigue perdonando nuestros pecados, sólo nos pide como a la mujer pecadora: Fe y Amor. Recibir el perdón y perdonar con amor.

Viernes, 17/9/2010
"Jesús iba caminando, predicando el Evangelio del reino de Dios"

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15,12-20:

Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que lo muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, si es verdad que los muertos no resucitan. Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Sal 16 R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. R/. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha. R/. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,1-3:

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

II. Compartimos la Palabra

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"Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido”

Pablo quiere fortalecer a los Corintios en la fe en la resurrección. Y lo hace con una lógica aplastante: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido”.

El hecho de la resurrección de Cristo y la consiguiente predicación de los apóstoles dio un vuelco a la historia, porque fue un acontecimiento inaudito. Ya en Atenas Pablo había tenido que soportar las burlas cuando predicaba en el areópago. Y esta duda y falsas doctrinas entran también en las primeras comunidades. Pablo debe repetir una y otra vez que Cristo ha resucitado, y que nosotros resucitaremos con Él.

Esta es la base de nuestra fe, el sólido fundamento del cristianismo: la muerte ha sido vencida por la resurrección de Cristo. Y todo lo que se salga de ahí, se sale de la fe predicada y transmitida por los apóstoles.

En nuestros días también se oyen a veces doctrinas extrañas, y no pocos cristianos se ven confundidos por ellas: reencarnaciones, espiritualismos y otras falacias. Por ello, debemos también nosotros fortalecernos y estar firmes en la fe y en la esperanza de la resurrección. Porque por el bautismo, ya hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Él. Aunque para el encuentro definitivo, cara a cara, aún nos falte recorrer un trecho del camino.
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"Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres”

Breve es el Evangelio de hoy, pero no por ello exento de riqueza y enseñanzas para nosotros. En primer lugar, el anuncio del Reino no puede detenerse, es itinerante por naturaleza: “de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo predicando”. Da la sensación de que Jesús tiene prisa, mucha prisa, para que cuantos más mejor conozcan que el Reino ya está aquí. ¿Nos urge de igual modo a nosotros? ¿O estamos instalados en la comodidad y la mediocridad, “resignados” ante las dificultades del momento presente?

Ciertamente, el grupo de Jesús y sus seguidores debía llamar la atención por donde quiera que fueran. Un galileo, a quien su propia familia tacha de loco, con doce discípulos que él mismo ha escogido (entre los que se encuentran pescadores, publicanos y zelotes) y “algunas mujeres”.

Los doce le acompañan por expreso deseo del Maestro. ¿Y las mujeres? Tampoco tienen muchos méritos de qué presumir. Pero uno sí: la gratitud. Jesús las ha “curado de malos espíritus y enfermedades”. Y esto las basta para dejarlo todo, acompañarlo, e, incluso, poner sus bienes al servicio de su causa.

Si hacemos un poco de balance en nuestra vida, nuestras “liberaciones” particulares no han sido menores que las de ellas. Por ello esta gratitud al Señor debe manifestarse en nuestro caminar con Él, contribuyendo a que otros puedan también ser liberados y se unan a este grupo tan dispar y original; pero, al fin y al cabo, un grupo “sanado” por el poder de Jesús.


Sábado, 18/9/2010
"Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra".

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15,35-37.42-49:

Alguno preguntará: « ¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo traerán?» ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura: «El primer hombre, Adán, fue un ser animado.» El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Sal 55 R/. Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida

Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios. R/. En Dios, cuya promesa alabo, en el Señor, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre? R/. Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,4-15:

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?» Él les respondió: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»

II. Compartimos la Palabra

En tiempos de recesión económica se nos anuncia que hay alguien que ofrece el “ciento por uno”. La verdad es que este anuncio es para recibirlo, en un primer momento, con total desconfianza ya que la oferta es increíblemente desmesurada. La primera de las lecturas, de la carta dirigida a la comunidad de Corinto intenta dar respuesta a unas personas que se preocupan por el futuro. Preguntas del tipo ¿qué sucederá? ¿qué pasará con nosotros? o ¿qué beneficios obtendremos a partir de nuestras acciones cotidianas? parece que son lógicas todas ellas ahora que estamos en este mes de septiembre, que para una buena parte de nosotros/as, supone el comienzo de una nueva etapa, como veíamos la semana anterior.
Quizá estos textos se refieran a los lugares en donde debemos poner nuestra atención si queremos desvelar parte de lo que el futuro nos depara y no son otros que los sitios en donde “sembramos”. Estos lugares de siembra requieren humanidad. Es decir, necesitan previsión, calculo y cuidado. El verbo sembrar indica al mismo tiempo que hay espacios y lugares en los que podemos poner nuestra atención y que nos resultan muy queridos. Pues la siembra es al mismo tiempo un esfuerzo y un acto de confianza en un futuro próximo donde, si todo va bien, obtendremos buenos frutos. Por ello, requiere precisión y necesita llevarse a cabo de un modo adecuado.

Nuestras inversiones han de estar precedidas de unos ciertos cuidados necesarios. Así la siembra tendrá como resultado una buena cosecha. Esos cuidados han de tener en consideración el estado del terreno del que disponemos. No es posible sembrar sin más, sino que hemos de preparar el espacio que va a recibir la semilla para que pueda transformarse y llegar a ser aquello que tiene previsto. Lejos de romanticismos, sabemos que estos trabajos no son sencillos y requieren sabiduría. Por ello, debemos descubrir cuáles son los terrenos personales, comunitarios y sociales de los que disponemos. Según sean estos tendremos que elegir el tipo de semilla que pueda adaptarse y contar con los riegos y abonos necesarios para que puedan convertirse y dar fruto.

Sin embargo, todas estas cualidades están ya a nuestra disposición: “Nosotros tenemos oídos” pues la Sabiduría misma se ha empeñado en ello. Además se nos pide que exprimamos nuestras capacidades humanas y disfrutemos de este conocimiento que nos ha sido regalado. Así sabremos cuándo y dónde podemos sembrar en medio de nuestras comunidades dominicanas ahora que se está celebrando el Capítulo General; qué elementos pedregosos hemos de eliminar de nuestra Iglesia para que no ahogue la semilla del evangelio; o bien cómo cultivar corazones sociales, “nobles y generosos” para seguir construyendo una democracia que permita crecer a sus ciudadanos y ciudadanas en todos aquellos valores que ayuden a reconocer nuestra plena dignidad.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Fueron ordenados dos sacerdotes para la diócesis de San Justo

Fueron ordenados dos sacerdotes para la diócesis de San Justo

San Justo (Buenos Aires), 10 Set. 10 (AICA)
Los obispos de San Justo, Baldomero Martini y Damián Bitar junto a los nuevos sacerdotes

Los obispos de San Justo, Baldomero Martini y Damián Bitar junto a los nuevos sacerdotes
En un templo colmado de fieles, en su mayoria jóvenes, el miércoles 8 de septiembre el obispo de San Justo, monseñor Baldomero Carlos Martini, ordenó sacerdotes a los diáconos Hernán Navarro y Mario Calvani, durante la misa celebrada por la noche en la catedral de los Santos Justo y Pastor.

La misa estuvo concelebrada por el obispo auxiliar, monseñor Damián Bitar, y contó con la participación de sacerdotes y religiosos de las diócesis de San Justo y Gregorio de Laferrère, diáconos permanentes y seminaristas.

Hernán Navarro ejercía su ministerio como diácono en la parroquia San Carlos Borromeo, de Villa Madero, donde fue destinado como vicario parroquial y donde celebrará su primera misa el sábado 11 de septiembre a las 18; Mario Calvani, que se desempeñaba en el santuario de Nuestra Señora de Lourdes, de San Justo, celebrará allí su primera misa, también este sábado a las 18, y será destinado como vicario de la catedral.

Ambos pertenecen a la diócesis de San Justo y provienen de la parroquia San Alberto Magno, de Isidro Casanova. Se formaron en el Seminario de Morón y en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina.

Nunca se avergüencen de que les digan padre
El sacerdocio “jamás puede representar un modo para alcanzar la seguridad en la vida o para conquistar una posición social. El que aspira al sacerdocio para aumentar su prestigio personal y su poder, entiende mal en su raíz el sentido de este maravilloso ministerio. Quien quiere sobre todo realizar una ambición propia, alcanzar el éxito personal, siempre será esclavo de sí mismo y de la opinión pública”, dijo monseñor Martini en la homilía.

Subrayó que “el sacerdocio se funda en la valentía de decir sí, a otra voluntad, con la conciencia, que debe crecer cada día, de que precisamente conformándose a la voluntad de Dios, inmersos en esta voluntad, no solo no será cancelada nuestra originalidad, sino que, al contrario entraremos cada vez más en la verdad de nuestro ser y de nuestro ministerio”.

Asimismo, recomendó a los jóvenes ordenados que “nunca se avergüencen de que les digan padre” y los exhortó a vivir “la alegría de ser padres, al bautizar, al absolver los pecados, al predicar la Palabra, al ungir a los enfermos, al gastarse y regastarse por la causa de Cristo y por la realización plena de los demás, especialmente por los más necesitados, pobres y menos amados”.+

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El deber de predicar sobre el infierno: un acto de caridad que da buenos frutos

Hnos Todos:
Este es un tema que no debemos obviar de ninguna manera.
Tengamos en cuenta que las realidades de nuestra fe deben ser abordadas en forma abarcativa, de no ser asi la transformaremos en incompleta.
Armando
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El deber de predicar sobre el infierno: un acto de caridad que da buenos frutos

San Juan Crisóstomo veía con profunda concentración un terrible cuadro del infierno. Eso lo repetía cada día de su vida y pasaba a veces horas haciéndolo. Sus discípulos muy preocupados por su abstracción finalmente le consultaron sobre cuáles eran las razones porque lo hacía.

Su respuesta fue contundente.

"Porque es preferible entrar en el infierno cada día durante la vida porque se puede salir de él, y no luego de la muerte, porque de ser así entonces jamás se podrá salir".

Las tragedias que hoy vive la humanidad, en gran medida se deben a que los hombres han terminado por convencerse de que el infierno no existe y por ende, Satanás es un mito inventado por la Iglesia. Craso error.

Es un principio de fe aceptar el dogma del Infierno. Quien no cree en la existencia del demonio, tampoco cree en la existencia de Dios.
El deber de predicar sobre el infierno: un acto de caridad que da buenos frutos

El Padre Marcel Nault nació el 3 de marzo de 1927 en Montreal, Québec, Canadá. Su vocación fue relativamente tardía. Se ordenó como sacerdote diocesano el 4 de marzo de 1962, un día después de su cumpleaños 35. Ofrecemos su discurso pronunciado en la Conferencia Mundial de Paz de Obispos Católicos, en Fátima, Portugal, en el año 1992 sobre el Infierno y la visión que de él tuvieron los pastorcitos de Fátima. Este discurso causó tal impacto que después de la conferencia, algunos obispos pidieron al Padre Nault que escuchara sus confesiones. El 30 de marzo de 1997, domingo de Pascua, a las 12:00 del mediodía, el Padre Marcel Nault fue llamado de esta vida terrenal a la presencia de Dios a quien él amó y sirvió con profunda devoción.

infierno Nuestro Señor Jesucristo vino a la tierra por un motivo, para salvar a las almas del Infierno. Enseñar la realidad del Infierno es la tarea más importante e ineludible de la Santa Iglesia Católica. Uno de los grandes padres de la Iglesia, San Juan Crisóstomo, continuamente enseñaba que Nuestro Señor Jesucristo predicaba con más frecuencia sobre el Infierno que sobre el Cielo. Algunos piensan que es mejor predicar sobre el Cielo. No estoy de acuerdo. Predicar sobre el Infierno produce muchas más y mejores conversiones que las obtenidas con la sola predicación sobre el Cielo.

San Benito, el fundador de los Benedictinos, al estar viviendo en Roma el Espíritu Santo le dijo: “Tú vas a perder tu alma en Roma e irás al Infierno.” Él dejó Roma y se retiró a vivir en el silencio y la solicitud fuera de Roma para meditar sobre la vida de Jesús y el Santo Evangelio. San Benito huyó de todas esas ocasiones de pecado de la Roma pagana. Él oró, se sacrificó por sí mismo y por los pecadores. El Espíritu Santo difundió la noticia de su santidad. Como resultado, la gente lo visitaba para ver, escuchar y seguir su ejemplo y consejo. San Benito se apartó por sí mismo de toda ocasión de pecado y alcanzó la santidad. La Santidad atrae a las almas. ¿Por qué piensan que San Agustín cambió su vida? ¡Por temor al Infierno! Yo predico con frecuencia sobre la trágica realidad del Infierno. Es un dogma católico que sacerdotes y obispos ya no predican más en su mayoria. El Papa Pío IX, que pronunció los dogmas de la Infalibilidad del Papa y el de la Inmaculada Concepción de María, y que también emitió su famoso “Síllabus” condenatorio contra los errores y herejías del mundo moderno, solía pedir a los predicadores que enseñaran a los fieles con mayor frecuencia sobre las cuatro postrimerías: del hombre: la muerte, el juicio, el Infierno y el Cielo; y en especial sobre el Infierno, así como él mismo daba el ejemplo predicando. El Papa pidió esto porque la meditación sobre el Infierno genera santos.

LOS SANTOS TEMEN AL INFIERNO

Aquí nos encontramos con algo curioso, los santos temen ir al Infierno pero los pecadores no sienten tal temor. San Francisco de Sales, San Alfonso María de Ligorio, el Santo Cura de Ars, Santa Teresa de Ávila, Santa Teresita del Niño Jesús, tuvieron miedo de ir al Infierno. San Simón Stock, el Superior General del Carmelo, sabía que sus monjes tenían miedo de ir al Infierno. Sus monjes ayunaban y hacían oración. Vivían recluidos, separados del peligroso mundo dominado por Satanás. Aún así tenían miedo de ir al Infierno. En 1251, Nuestra Señora del Monte Carmelo se apareció en Aylesford, Inglaterra, a San Simón Stock. Ella le dijo: “No teman más, te entrego una vestidura especial; todo el que muera llevando esta vestidura no irá al Infierno.” Yo llevo puesto mi Escapulario Café bajo mis vestiduras y llevo otro en mi bolsillo porque nunca sé cuándo la gente me pedirá que les hable sobre el Infierno o el Escapulario. María dijo a un sacerdote dominico, el beato Alan de la Roche: “Yo vendré y salvaré al mundo a través de Mi Rosario y Mi Escapulario. ” Uno no puede especializarse en todo y enseñar sobre todo; uno debe elegir. Yo creo que ésta es la voluntad de Dios: que yo predique sobre el Infierno. Un Monseñor, mi superior hace tiempo, me dijo en una ocasión: “Predicas con demasiada frecuencia sobre el Infierno y eso asusta a la gente. ” Él agregó: “Marcel, yo nunca he predicado sobre el Infierno, porque a la gente no le gusta. Tú los asustas. ” En un tono muy amistoso, Monseñor me dijo en su oficina: “Marcel, yo nunca he predicado sobre el Infierno y nunca lo haré, y mira qué agradable y prestigiada posición he alcanzado.” Yo guardé un largo silencio, luego lo mire a los ojos. “Monseñor”, le dije, “usted está en la vía del Infierno para toda la eternidad. Monseñor, usted predica para complacer al hombre, en lugar de predicar para complacer a Cristo y salvar a las almas del Infierno. Monseñor, es un pecado mortal de omisión el rehusarse a enseñar el Dogma Católico sobre el Infierno.” Cuando Dios envió Profetas en el Antiguo Testamento, fue para recordarle al hombre que regresara a la verdad, que regresara a la santidad. Jesús vino, predicó y envió a sus Apóstoles al mundo para predicar el Santo Evangelio. La Serpiente vino y difundió su veneno a través de herejías, pero Jesús envió a su Amadísima Madre, la Reina de los Profetas: “Ve a la tierra y destruye las herejías.” Los Padres de la Iglesia han escrito que la Madre de Dios es el martillo de las herejías. Si se toman el tiempo de estudiar con gran atención el mensaje de Nuestra Señora de Fátima, notarán que es un mensaje de lo más trágico y profundo, que refleja las enseñanzas del Santo Evangelio.

LAS LECCIONES DADAS EN FÁTIMA

El resumen del Mensaje de Fátima es: “que el Infierno existe”. Que el Infierno es eterno y que iremos ahí si morimos en estado de pecado mortal. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” Nuestra Señora vino y nos dijo que podemos salvarnos a través de sus dos divinos sacramentos de predestinación: el Santo Rosario y el Escapulario. También manifiesta un énfasis especial sobre la devoción a su Inmaculado Corazón y la devoción de los primeros cinco sábados. En la primera aparición del Ángel de Portugal en el Cabeco, en mayo de 1916, el Ángel vino a los tres niños y les mostró cómo adorar a Dios con la oración: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni adoran, ni esperan y no te aman.” El Ángel oró esta oración mientras se postraba con la frente en el suelo. El Ángel de Fátima les había mostrado a los tres niños en el orden de las oraciones: Primero, uno debe adorar a Dios, después orar a los santos. Primero Dios, las criaturas después. El Ángel de Fátima mostró al hombre que debe adorar a Dios y orar ante Él de rodillas. Entre más conoce el hombre a Dios, más se humilla ante Dios su Creador. El gran Obispo francés Bossuet dijo: “El hombre en verdad se engrandece cuando está de rodillas.” Sí, el hombre realmente se engrandece cuando se arrodilla ante su Creador y Redentor, Jesús, en el Santísimo Sacramento. El Ángel de Fátima vino a enseñarles a los tres niños que nuestro primer deber, de acuerdo con el Primer Mandamiento, es adorar a Dios. En su tercera aparición en el Cabeco, el Ángel de Portugal vino con un Cáliz en su mano izquierda y una Hostia en la mano derecha. Los niños se preguntaban qué estaba pasando. El Ángel milagrosamente suspendió el Cáliz y la Hostia en el aire y se postró en tierra y recitó una oración Trinitaria de profunda adoración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Te adoro profundamente y Te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de todas las ofensas, sacrilegios, abandonos e indiferencias con Él mismo y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y por la intercesión del Inmaculado Corazón de María, Te pido la conversión de los pobres pecadores. ” Dios desea que Le adoremos de rodillas. ¿Nos arrodillamos en adoración y oración ante Jesús en el Santísimo Sacramento? Debemos hacerlo. Cuando los tres Reyes Magos de Oriente fueron a Belén y entraron en donde estaba el Niño Jesús, se postraron frente a Él para adorarlo de rodillas. Tenemos este ejemplo en las Escrituras y del Ángel de Fátima, que Dios quiere que Le adoremos de rodillas.

EL REFORZAMIENTO DE LOS DOGMAS CATÓLICOS

Un año más tarde, el 13 de mayo de 1917, los niños vieron a una jovencita aparecerse ante ellos. Era la primera aparición de Nuestra Señora. Lucía le preguntó: “¿De dónde vienes?” Ella le contestó: “Vengo del Cielo.” El Dogma Católico de la existencia del Cielo. Los niños preguntaron: “¿Iremos al Cielo?” Ella contestó: “Sí, irán al Cielo.” Entonces preguntaron: “¿Nuestras dos amiguitas están en el Cielo?” María les contestó: “Una de ellas, sí”. Los niños preguntaron: “¿Dónde está la otra chica? ¿Está en el Cielo?” María les contestó: “Ella está en el Purgatorio y lo estará hasta el fin del mundo.” Esta chica tenía unos 18 años de edad. Un segundo Dogma Católico, el Purgatorio existe y prevalecerá hasta el fin de este mundo. La Madre de Dios no puede mentir. El Ángel de Fátima enseñó a los tres niños cómo adorar a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Este es un reforzamiento del dogma de la Santísima Trinidad, el mayor de todos, sin el cual la cristiandad no podría permanecer. Debemos adorar a las tres personas de la Santísima Trinidad.

UNA VISIÓN DEL INFIERNO

El viernes 13 de julio de 1917, Nuestra Señora se apareció en Fátima y les habló a los tres pequeños videntes. Nuestra Señora nunca sonrió. ¿Cómo podía sonreír, si en ese día les iba a dar a los niños la visión del Infierno? Ella dijo: “Oren, oren mucho porque muchas almas se van al Infierno.” Nuestra Señora extendió sus manos y de repente los niños vieron un agujero en el suelo. Ese agujero, decía Lucía, era como un mar de fuego en el que se veían almas con forma humana, hombres y mujeres, consumiéndose en el fuego, gritando y llorando desconsoladamente. Lucía decía que los demonios tenían un aspecto horrible como de animales desconocidos. Los niños estaban tan horrorizados que Lucía gritó. Ella estaba tan atemorizada que pensó que moriría. María dijo a los niños: “Ustedes han visto el Infierno a donde los pecadores van cuando no se arrepienten.”

UN DOGMA CATÓLICO MÁS: LA EXISTENCIA DEL INFIERNO.

El Infierno es eterno. Nuestra Señora dijo: “Cada vez que recen el Rosario, digan después de cada década: “Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Tu misericordia.” María vino a Fátima como profeta del Altísimo para salvar a las almas del Infierno. El patrono de todos los pastores, San Juan María Vianney, solía predicar que el mayor acto de caridad hacia el prójimo era salvar su alma del Infierno. Y el segundo acto de caridad es el aliviar y librar a las almas de los sufrimientos del Purgatorio. Un día en su pequeña iglesia (donde hasta este día se conserva su cuerpo incorrupto), un hombre poseído por el demonio se le acercó a San Juan María Vianney y le dijo: “Te odio, te odio porque arrebataste de mis manos a 85 mil almas.” Eminencias, Excelencias, Sacerdotes, cuando seamos juzgados por Jesús, Jesús nos hará una sola pregunta: “Yo te constituí Sacerdote, Obispo, Cardenal, Papa, ¿cuántas almas salvaste del Infierno? San Francisco de Sales, de acuerdo con estadísticas, ha convertido, y probablemente salvado, a más de 75 mil herejes. ¿Cuántas almas has salvado tú? Cuando leemos a los Padres de la Iglesia, a los Doctores de la Iglesia y a los santos, uno se estremece ante una realidad: todos ellos enseñaron el Evangelio de Jesús y sobre las Cuatro Postrimerías: Muerte, Juicio, Infierno y Paraíso. Todos han predicado el dogma católico del Infierno porque cuando meditamos en el destino de los condenados, no deseamos ir ahí. No es mi intención criticar a los Obispos, pero debo confesar esta verdad. En mis 30 años de sacerdocio, es triste reconocer que nunca he visto, ni escuchado, que un Obispo, aún mi Obispo o cualquier otro Obispo, predique el dogma de la Iglesia Católica Romana sobre el Infierno. Supongo que en sus países o en otros lugares sí lo hacen, pero en Norteamérica no es predicado este dogma de fe. Cierto día en una catedral le dije a un Obispo: “Su Excelencia, usted realiza bellas meditaciones sobre el Santo Rosario cada noche por la radio. Esto es hermoso. Pero debo preguntarle, por qué no abrevia un poco su meditación e inserta después de cada década del Rosario la oración: “Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de Tu misericordia. ” ¿Por qué se rehúsa decir esta pequeña oración después de cada década, tal como lo pidió Nuestra Señora de Fátima el 13 de julio de 1917, después de que les había mostrado el Infierno a los tres videntes? El Obispo me dijo: “Mire, a la gente no le gusta que prediquemos sobre el Infierno, la palabra Infierno les asusta.” No estamos para predicar lo que complazca a las multitudes sino para salvar sus almas del Infierno, para evitar que vayan al Infierno eternamente. Es probable que esta afirmación no sea aceptada por todos los Obispos pero con frecuencia los oigo rezar el Rosario omitiendo esta oración piadosa para salvar almas del Infierno. Yo creo que esta pequeña oración de Nuestra Señora de Fátima dada a los niños el 13 de julio de 1917, es más poderosa y más placentera a Dios que cualquier meditación por bella que sea, aunque haya sido expresada por un Obispo. Cada uno de nosotros hemos recibido nuestra misión de Dios, y creo que Jesús y Nuestra Señora desean que mi misión sea que yo predique sobre el Infierno. Por esto es que predico sobre el Infierno. Hay muchas revelaciones que podemos leer en la biografía de las almas privilegiadas. Algunas almas que están en el Infierno han sido obligadas por Dios a hablarnos para ayudarnos a crecer en nuestra fe. Constituye un pecado mortal de omisión el rehusarse a predicar el dogma católico sobre el Infierno. Tales almas condenadas han dicho: “Podríamos soportar estar en el Infierno por mil años. Podríamos soportar estar en el Infierno un millón de años, si supiéramos que un día dejaríamos el Infierno.” Amigos míos, debemos meditar, no sólo en el fuego del Infierno, no sólo en la privación de contemplación de Dios, sino que debemos también meditar en la eternidad del Infierno. Meditar seriamente frente al Sagrario sobre el dogma católico sobre el Infierno. Queridos Obispos, ustedes deben predicar por completo el Evangelio de Jesús, incluyendo la trágica realidad del Infierno eterno.

CONCEPTO HERÉTICO DE LA MISERICORDIA DE DIOS

Un sacerdote en una conferencia carismática dijo a una multitud de unas 3 mil personas y unos 100 sacerdotes que: “Dios es amor, Dios es misericordia y verán su infinita Misericordia en el fin del mundo, cuando Jesús liberará a todas las almas del Infierno, aún a los demonios.” Este sacerdote sigue predicando y su Obispo no suspende sus facultades por enseñar tal herejía. “Vayan al fuego eterno”, dijo Jesús. Fuego eterno, no fuego temporal. La verdad es que el Infierno existe. El Infierno es eterno, y todos iremos al Infierno si morimos en estado de pecado mortal. Yo puedo ir al Infierno. Ustedes pueden ir al Infierno. Si algunos de nosotros morimos en pecado mortal, estaremos en el Infierno por toda la eternidad, ardiendo, llorando y gritando sin consuelo. No por un millón de años, sino por billones y billones y billones de años y más allá, por toda la eternidad. En nuestra vida mortal, ¿quién no ha cometido un pecado mortal? Un solo pecado mortal no confesado con arrepentimiento, antes de morir, es suficiente para que Jesús nos arroje al Infierno. Uno de los grandes Padres de la Iglesia, Patrón de todos los predicadores católicos, San Juan Crisóstomo dijo: “Pocos Obispos se salvan y muchos sacerdotes se condenan.” Cuando venía de Lisboa a Fátima por autobús, tuve la ocasión de predicar a los laicos, sacerdotes y obispos presentes en el autobús. Les imploré: “Por favor, cuando lleguen a Fátima, por qué no se animan a hacer una buena confesión general de vida. Quizás hace diez años, quizás hace cincuenta, no han tenido el valor de confesar ese pecado grave por vergüenza. Por favor, hagan una confesión santa y completa en Fátima antes de su regreso. Hay muchos sacerdotes en Fátima que nunca más volverán a ver hasta que lleguen al Cielo. Yo predico a los Obispos como lo hago con toda persona, porque los Obispos también tienen un alma que salvar. Y si los Obispos son realmente humildes, aceptarán la verdad aún si proviene de un simple y ordinario sacerdote. No nos vayamos de Fátima sin hacer una Santa Confesión General.

UN GRAN ACTO DE CARIDAD

Sus Excelencias, Jesús nos hizo sacerdotes. Jesús, Nuestro Señor, nos escogió entre millones de hombres para hacernos sacerdotes. Nos hicimos sacerdotes por un motivo: para ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa a Dios Padre Todopoderoso, para rezar el Breviario cada día y para predicar el Evangelio de Jesús para salvar las almas del Infierno. Nadie tiene la seguridad de ir al Cielo a menos que haya recibido una revelación privada de Dios como le ocurrió al Buen Ladrón en la cruz o a los tres videntes de Fátima. ¿Por qué no abrazar los medios seguros que el Cielo nos ha dado, el Santo Rosario (“la devoción a Mi Rosario es un signo seguro de predestinación”), el Escapulario y el maravilloso Sacramento de la Confesión? Prediquen, mis queridos obispos, como los hacían los Padres de la Iglesia. La tarea principal de un obispo es predicar, no sólo administrar una diócesis. La Iglesia necesita ver y escuchar a los obispos predicando como lo hacían los padres de la Iglesia. Si uno solo de ustedes, obispos presentes aquí en Fátima, regresara a su diócesis y en ciertas ocasiones predicara sobre las Cuatro Postrimerías junto con todo el mensaje de Fátima, qué gran acto de caridad sería para todos sus amados fieles. Con la asistencia del Espíritu Santo digan a sus fieles: “Escuchen, mis hermanos en Cristo, yo soy su Obispo, estoy aquí para salvar su alma del Infierno. Por favor escuchen, acepten y mediten mi enseñanza en este día. Ustedes también, mis amados sacerdotes de mi diócesis, imiten a su Obispo, y prediquen sobre el Infierno con la autoridad que Jesús les ha dado. Prediquen cuando menos una vez al año un sermón completo sobre el Infierno.” Si hacen esto, estarían realizando el mayor acto de caridad de su sacerdocio, de su episcopado. Como mencioné anteriormente, en mis treinta años de sacerdocio, nunca he escuchado a un obispo predicar sobre el Infierno. Cuando deseo encontrar un sermón sobre el Infierno, me veo obligado a leer a San Juan Crisóstomo, a los Padres de la Iglesia, a los Doctores de la Iglesia y a los santos predicadores. Queridos Obispos, por favor, prediquen sobre el Infierno como lo hizo Jesús, Nuestra Señora de Fátima, los Padres y los Doctores de la Iglesia y salvarán a muchas almas. Quien salva a un alma, salva a su propia alma. Predicar sobre el Infierno es un gran acto de caridad porque quienes los escuchan creerán por la autoridad que les confiere la Iglesia. Estas personas rectificarán su modo de vivir y harán una santa confesión de sus pecados.

R.P. Marcel Nault