lunes, 5 de julio de 2010

Lecturas y homilias del 5-7-2010 al 10-7-2010 (Tiempo Ordinario)

Decimocuarta semana del Tiempo Ordinario (del 5/7/2010 al 10/7/2010)

Introducción a la semana - Lunes - Martes - Miércoles - Jueves - Viernes - Sábado


Nos encontramos ante la primera semana entera del mes de julio. Semana de vacaciones para algunos, de cierto alivio en los trabajos, quizás, en otros, el ambiente en general veraniego en el hemisferio Norte. No por eso se debe relajar nuestra tensión espiritual. La Palabra de Dios sigue proclamándose. El tiempo de vacación ha de aprovecharse también para leer libros que nos ayuden a ahondar en nuestra fe, a hacer, quizás, unos días de retiro espiritual.

La liturgia en esta semana, a falta de celebraciones festivas –sólo los dominicos y dominicas celebran el sábado memoria obligatoria del mártir san Juan De Colonia – ,nos ofrece como Palabra de Dios las lecturas continuas. De lunes a viernes la primera lectura pertenece al libro del profeta Oseas. Profeta que coincide en el tiempo con Amós. Vive cuando Israel está avasallado por Asiria. Es el profeta que presenta la relación de Dios con su pueblo como de amor conyugal. El pueblo le es infiel. Merece el castigo, pero se impondrá el amor de Dios. El sábado comienza el libro de Isaías con la purificación de sus labios para que pueda profetizar. A lo largo de la siguiente semana nos seguirá hablando el profeta.

Los textos evangélicos siguen perteneciendo al evangelio de san Mateo. Nos presentan los primeros días al Jesús taumatúrgico y compasivo que atiende a enfermos. Luego nos narrarán la elección de los doce y el envío de ellos a proclamar el Reino de los cielos. En orden a esa misión les va catequizando estimulándoles a realizarla, si bien advirtiéndoles que no dejarán de encontrar dificultades. Pero siempre Dios estará de su parte.


Lunes, 5/7/2010
"¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado."

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Oseas (2,16.17b-18.21-22):

Así dice el Señor: «Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto. Aquel día –oráculo del Señor–, me llamará Esposo mío, no me llamará ídolo mío. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor.»
Sal 144 R/. El Señor es clemente y misericordioso

Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. R/. Una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas. R/. Encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tus victorias. R/. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,18-26):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.» Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado.» Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

II. Compartimos la Palabra

La lecturas que nos encontramos en este lunes son lecturas con muchos detalles y con mucha enjundia para predicar: la fidelidad, la comunión entre Dios y su pueblo, la fe, las obras de Jesús... Me detengo en la fe y las obras de Jesús, es decir, los milagros.

Creo que debemos dejar claro, lo primero, que la fe no es ni la causa ni la consecuencia del milagro de Jesús. Es decir, la obra de Jesús de resucitar a la hija de quien se arrodillo delante de él no se produce a causa de que el padre tiene fe en Jesús ni tampoco la fe es consecuencia tras el milagro de Jesús.

¿Qué es, entonces, la fe? La fe, antes que la curación, es el encuentro con el Dios de Jesús. Quien se encuentra con Jesús se encuentra con el mismo Dios, del que se nos habla en la primera lectura del profeta Oseas. Por ello, el profeta describe este encuentro como un matrimonio, es decir, una comunión de Dios con cada uno de nosotros.

Creemos en Dios y lo que nos dice por medio de su Palabra. Esta Palabra es una palabra fiable, ya que cumple lo que promete. Y lo que promete es la Felicidad para cada uno de nosotros. Quizás sea esto lo que nos quisieron explicar los evangelistas al narrarnos estos pasajes de curaciones. La Palabra de Dios es capaz de curar, de sanar, de dar la felicidad hasta en aquellas situaciones donde todo parece perdido (la muerte de la niña) y donde la “anormalidad” es la tónica de vida.

Por tanto, la fe, como hemos dicho, ni es la causa ni la consecuencia de los milagros, pero si que es la condición para que la Palabra de Dios pueda ejercer su señorío.

Destaco también del Evangelio otro detalle. Son dos mujeres, una niña y una mujer que se desangraba por los flujos, a las que cura Jesús. Mujeres, una impura y otra una niña... la carga de encontrarse fuera y lejos de lo sacro para Israel es mucha. Jesús las coloca, en este pasaje, como centro de su actuación. Quien está excluido en la fe de Israel, a raíz de Jesús, se encuentra en el centro de preocupación de la fe cristiana.

Martes, 6/7/2010
“Al Señor tu Dios adorarás”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Oseas (8,4-7.11.13):

Así dice el Señor: «Se nombraron reyes en Israel sin contar conmigo, se nombraron príncipes sin mi aprobación. Con su plata y su oro se hicieron ídolos para su perdición. Hiede tu novillo, Samaria, ardo de ira contra él. ¿Cuándo lograréis la inocencia? Un escultor lo hizo, no es dios, se hace añicos el novillo de Samaria. Siembran viento y cosechan tempestades; las mieses no echan espiga ni dan grano, y, si lo dieran, extraños lo devorarían. Porque Efraín multiplicó sus altares para pecar, para pecar le sirvieron sus altares. Aunque les dé multitud de leyes, las consideran como de un extraño. Aunque inmolen víctimas en mi honor y coman la carne, al Señor no le agradan. Tiene presente sus culpas y castigará sus pecados: tendrán que volver a Egipto.»
Sal 113B,3-4.5-6.7ab-8.9-10 R/. Israel confía en el Señor

Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas. R/. Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen; tienen nariz, y no huelen. R/. Tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan. Que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos. R/. Israel confía en el Señor: él es su auxilio y su escudo. La casa de Aarón confía en el Señor: él es su auxilio y su escudo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,32-38):

En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual.» En cambio, los fariseos decían: «Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.» Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»

II. Compartimos la Palabra *
“Al Señor tu Dios adorarás”

Quien se obstina en cerrar los ojos… no ve. El pueblo sencillo, con los ojos abiertos veía la realidad: Jesús expulsando al demonio del hombre mudo y reconocían en él algo especial: “Nunca se ha visto en Israel cosa igual”. Los fariseos con los ojos y el corazón cerrados, por negarse a ver la realidad, llegaban a una conclusión contradictoria: “Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios”. “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

El gran fallo, el gran desastre para Samaria, para Israel, para los hombres de los siglos I, II, XIII, XXI… es adorar a un dios que no es el verdadero Dios. El mismo Jesús fue tentado por el diablo en esta misma línea: “Todo esto te daré si postrándote me adorares”. Nunca un falso dios da lo que promete, nunca un falso dios puede llenar el corazón humano, nunca un falso dios puede ofrecer una gran esperanza, nunca un falso dios puede enseñar el camino de la felicidad y alegría…

Por eso, una de las tareas principales de Jesús fue la de expulsar de nuestro interior al demonio que nos pide que adoremos falsos dioses. “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo dará culto”. Bien claro nos dijo que no es posible llevar una doble vida, adorar a dos dioses. “No se puede servir a dos señores… no podéis servir a Dios y al dinero”. La gran ventaja de servir a nuestro único Dios es que siempre cumple sus promesas, promesas de vida y de felicidad plena, empezando ya en la tierra y llegando a la plenitud en la nueva tierra y el nuevo cielo.

Miércoles, 7/7/2010
“Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Oseas (10,1-3.7-8.12):

Israel era una viña frondosa, y daba fruto: cuanto más eran sus frutos, más aumentó sus altares; cuanto mejor era la tierra, mejores monumentos erigía. Tiene el corazón dividido, ahora lo expiará: él mismo destruirá sus altares, abatirá sus estelas. Ahora dicen: «No tenemos rey, no respetamos al Señor, ¿qué podrá hacernos el rey?» Desaparece Samaria, y su rey, como espuma sobre la superficie del agua. Son destruidos los altozanos de los ídolos, el pecado de Israel. Cardos y abrojos crecen sobre sus altares; gritan a los montes: «Cubridnos», a los collados: «Caed sobre nosotros.» Sembrad justicia y cosecharéis misericordia. Roturad un campo, que es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y llueva sobre vosotros la justicia.
Sal 104 R/. Buscad continuamente el rostro del Señor.

Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas; gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. R/. Recurrid al Señor y a su poder,buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. R/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,1-7):

En aquel tiempo, Jesús llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»

II. Compartimos la Palabra

Una vez más aparece en Oseas la doble vida, la división del corazón. Creen en Yahvé, pero construyen altares a los ídolos. Al final se impondrá Yahvé, caerán los ídolos y los israelitas se arrepentirán.

Jesús, camino del Gólgota, citará a Oseas en este pasaje, al decir: “Entonces dirán a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Ocultadnos. Porque si así se hace en el leño verde, en el seco, ¿qué se hará?” (Lc 23,30-31).

*
Jesús llama, provee y envía

La iniciativa, como siempre, es de Jesús. Los doce son discípulos porque Jesús los llama. ¿Eran mejores que los demás? Todos no, con seguridad. ¿Más eruditos, mejor formados? Tampoco. No son esos los criterios de elección. Jesús llama, y, a veces, ellos mismos se extrañan de la elección suya y de la de los otros. Pero, fueron llamados. Basta. Eran suficientemente sencillos y moldeables para que, en su larga subida a Jerusalén, aprendieran lo imprescindible. Lo demás, supuesta su apertura, será obra del Espíritu.

Jesús llama y da autoridad. ¿Sobre quién o sobre qué? Es la autoridad que brotaba de Jesús y llevaba a la gente sencilla a afirmar: “Habla con autoridad” (Mc 1,27). Se asemeja más a la credibilidad y a la coherencia que a la autoridad que ostentan los constituidos en la misma, a veces sin tanta credibilidad como Jesús y sus discípulos.

“A estos doce los envió Jesús”. Entonces a Grecia y Roma, los centros más importantes de aquel mundo y en aquel tiempo. A la ONU, ahora, a encontrarse con los representantes oficiales del mundo. A junglas y selvas, a las personas más humanamente necesitadas que carecen, con frecuencia, de lo más elemental. A todas partes, donde pueda encontrarse alguien necesitado de ayuda samaritana.

*
Expulsar demonios y curar. O sea, destruir y evitar el mal y hacer el bien

En definitiva, se trata de ser testigos de Jesús y del Reino. Intentar tener actitudes similares a las suyas. Parecernos a él, “que pasó por la vida haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo” (Hech 10,38). Si Jesús “todo lo hizo bien” (Mc 7,37), sus seguidores, sin poder llegar a lo suyo, intentamos hacerlo todo lo más parecido a él.

No nos reconocerán sólo por decir palabras bonitas, pero también si no son palabras huecas; tampoco por guiarnos por intereses personales –“la caridad bien entendida…”- El respeto, las formas, siempre son convenientes, pero lo verdaderamente necesario es: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,20). Y, desde que Jesús ascendió a los cielos, los frutos de sus seguidores son los que provienen del Espíritu Santo: paz, serenidad, amor, tolerancia, dominio de sí mismo… Si hubiera que resaltar alguno, yo señalaría como muy importante hoy, saber escuchar.

Vayamos “a las ovejas de Israel”, en primer lugar. A los de nuestro entorno profesional, social y familiar. A los que, posiblemente, necesiten más testimonio y vida que palabras. A los de casa. Anunciemos la cercanía del Reino, la urgencia de vivir según el estilo de vida de Jesús. Y, luego, cuando se tercie, “a tierra de paganos”, “al mundo entero”. Porque la “perla” y el “tesoro” pueden llegar a ser patrimonio de todos.

Jueves, 8/7/2010
“La gente alababa a Dios que da tal potestad”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Oseas (11,1-4.8c-9):

Así dice el Señor: «Cuando Israel era joven, lo amé, desde Egipto llamé a mi hijo. Cuando lo llamaba, él se alejaba, sacrificaba a los Baales, ofrecía incienso a los ídolos. Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos; y él no comprendía que yo lo curaba. Con cuerdas humanas, con correas de amor lo atraía; era para ellos como el que levanta el yugo de la cerviz, me inclinaba y le daba de comer. Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios, y no hombre; santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta.»
Sal 79 R/. Que brille tu rostro, Señor, y nos salve

Pastor de Israel, escucha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece; despierta tu poder y ven a salvarnos. R/. Dios de los ejércitos, vuélvete:mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó,y que tú hiciste vigorosa. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,7-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.»

II. Compartimos la Palabra
*
“Ve y profetiza a mi pueblo”

Amós, cuyo oficio era pastor de vacas, es llamado, por Dios, para clamar contra las injusticias cometidas contra los pobres del pueblo de Israel.

Amasías, sacerdote, que debería apoyar al profeta en su mensaje, se pone en contra del profeta para congratularse con el rey de Israel y seguir recibiendo favores y prebendas, lo acusa ante el rey y manda a Amós que vaya a refugiarse en el reino de Judá y profetice allí.
Amós, fiel a la llamada de Dios, no teme las consecuencias que, la Palabra que pronuncia en nombre de Yhaveh, le puede traer y contesta a Amasías: No soy profeta, el Señor me sacó de junto al rebaño para profetizar en el reino de Israel.

En nuestros días, no falta la voz de los profetas que claman por la justicia, también hoy encuentran obstáculos su mensaje y sigue siendo rechazado. Nos duele oírlos, tapamos los oídos ante esa palabra de Dios que clama en defensa del pobre y clama justicia ante Él. ¿Cómo actuamos nosotros?
*
“La gente alababa a Dios que da tal potestad”

Jesús, en este pasaje quiere demostrar, a través de la curación del paralítico, su poder de perdonar los pecados; poder reservado a Dios, por eso, los escribas allí presentes, celosos de la Ley, tratan a Jesús de blasfemo, usurpador de los poderes de Dios.

Jesús, enviado por el Padre para establecer el Reino de Dios, proclama la Buena Nueva e invita a la conversión. La gente se agolpa en torno a El, quieren escuchar su Palabra; entre la multitud le presentan un paralítico. Jesús valora la fe de los que llevan al enfermo al cual le pide que confíe, quiere curarlo, no sólo de la parálisis corporal, quiere también sanar su alma, por eso le dice:”Tus pecados están perdonados”, hecho que, externamente, no se puede constatar, por eso Jesús pregunta:¿Qué es más fácil, perdonar los pecados o curar?. Pues, para que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder para perdonar los pecados, dice al paralítico:Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.” Todos quedaron admirados y glorificaban a Dios.

Cristo sigue perdonando nuestros pecados, curando nuestras dolencias. Glorifiquémosle, confiemos plenamente en Él.

Viernes, 9/7/2010
“Los amaré sin que lo merezcan”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Oseas (14,2-10):

Así dice el Señor: «Israel, conviértete al Señor Dios tuyo, porque tropezaste por tu pecado. Preparad vuestro discurso, volved al Señor y decidle: "Perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios. No nos salvará Asiria, no montaremos a caballo, no volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos. En ti encuentra piedad el huérfano." Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan, mi cólera se apartará de ellos. Seré para Israel como rocío, florecerá como azucena, arraigará como el Líbano. Brotarán sus vástagos, será su esplendor como un olivo, su aroma como el Líbano. Vuelven a descansar a su sombra: harán brotar el trigo, florecerán como la viña; será su fama como la del vino del Líbano. Efraín, ¿qué te importan los ídolos? Yo le respondo y le miro: yo soy como un ciprés frondoso: de mí proceden tus frutos. ¿Quién es el sabio que lo comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son los caminos del Señor: los justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos.»
Sal 50 R/. Mi boca proclamará tu alabanza, Señor

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;lava del todo mi delito,limpia mi pecado. R/. Te gusta un corazón sincero,y en mi interior me inculcas sabiduría.Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;lávame: quedaré más blanco que la nieve. R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro,renuévame por dentro con espíritu firme;no me arrojes lejos de tu rostro,no me quites tu santo espíritu. R/. Devuélveme la alegría de tu salvación,afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios,y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,16-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.»

II. Compartimos la Palabra

*
“Los amaré sin que lo merezcan”

Estamos finalizando la profecía de Oseas. Dios ha ido privando de todo a Israel, llevándole a un arrepentimiento sincero.

Este amor gratuito de Yahvé por su pueblo lo vemos reflejado en la parábola del Hijo Pródigo, que también “preparó su discurso” para volver a la casa de su Padre. Él, sin apenas escucharlo, le cura sus heridas y le restaura en el amor que había abandonado.

También observamos otro destello de este amor divino en las cartas de San Pablo. En Efesios 2, 1-10 vemos una similitud con este texto donde la iniciativa de este amor gratuito siempre parte de Dios: “por pura gracia habéis sido salvados”.

Cuando todo parece perdido, surge una fuerza regeneradora, expresada poéticamente en esta profecía con la nueva floración y fructificación, en un contexto de abundancia nueva y de cosechas que renacen.

Después de cortar definitivamente con los ídolos o tropiezos, experimentaremos que el Señor es para nosotros rocío, crecimiento, protección, camino recto... y nuestros frutos serán los frutos del Señor.
*
“El Espíritu de vuestro Padre, hablará por vosotros”

Jesús conocía bien la debilidad de su rebaño: “Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz”. Por eso les anuncia que les envía como ovejas entre lobos, pero no para dejarse comer, sino para abrirles los ojos y enseñarles a que utilicen la sagacidad de la serpiente a la vez que la sencillez de la paloma.

Predicar el Evangelio siempre desencadena alguna persecución porque desenmascara la mentira y la verdad a veces “duele”. Bien sabía de esto el Dominico San Juan de Colonia y sus compañeros mártires, cuya memoria hoy celebramos. Él no “huyó” a otra ciudad que le resultase más sencilla la predicación, sino que, como buen hijo de Domingo se metió en lo más recio de la persecución calvinista para ayudar a sus hermanos católicos de Holanda. ¡Cuántas veces experimentaría al Espíritu Santo hablar por su boca! Tampoco se dejó complacer por los afanes del mundo. La perseverancia hasta el final será nuestra salvación.


Sábado, 10/7/2010
"Aquí estoy, mándame."

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Isaías (6,1-8):

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos alas se cernían. Y se gritaban uno a otro, diciendo: «¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!» Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.» Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: «Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.» Entonces escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?» Contesté: «Aquí estoy, mándame.»
Sal 92 R/. El Señor reina, vestido de majestad

El Señor reina, vestido de majestad,el Señor, vestido y ceñido de poder. R/. Así está firme el orbe y no vacila.Tu trono está firme desde siempre,y tú eres eterno. R/. Tus mandatos son fieles y seguros;la santidad es el adorno de tu casa,Señor, por días sin término. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,24-33):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»

II. Compartimos la Palabra

Una se ha enfrentado tantas veces a los relatos de la vocación de otras personas y los suyos propios que ya casi acontecen como los anuncios de la tele. Cuantas más veces se repiten menos eficaces son, porque en lugar de incitarnos a comprar el producto que nos están mostrando nos dan ganas de cogerlo y estrellarlo contra el suelo por el hastío de que te digan una y mil veces: “cómpralo”, “es el mejor”, o… “es el que te va a hacer feliz”. Con la vocación propia y la de los demás a veces ocurre algo similar si nos enfrentamos a ella como algo que ocurrió, nos sedujo, cambió algo en nuestras vidas y se fue para siempre. Cuando volvemos a oír hablar de ella corremos el peligro de escucharla como si nada, como si nos contaran una historia sin más, como si no fuera con nosotros.

Y sin embargo, la llamada que Dios nos hizo un día, como la que hizo a Isaías en el texto de hoy, y a tantas otras y otros a lo largo de la historia, no es un relato más de algo que pasó. Es una historia de seducción que no podemos dejar de leer en nuestras existencias porque si sucedió una vez, sigue ocurriendo cada día. Dios no se da por vencido fácilmente. Y, como frecuentemente recordamos en comunidad: “una vez que se ha vivido desde ahí no se puede dar marcha atrás”.

Ciertamente, los relatos de la vocación que hemos leído en la Biblia, –el elegido en el día de hoy y tantos otros–, son pedazos, pequeñas instantáneas de una historia que no es de un día, sino un encuentro diario y cotidiano con el Dios, Padre-Madre Sabiduría. Pero como todo encuentro, es cosa de dos: la divinidad toma la iniciativa pero está en nuestras manos dar una respuesta no de un momento, sino continua, coherente, que nos transforme y llene la vida.

Y después de algo así no queda otra cosa que hacer: “pregonadlo desde la azotea”. Posiblemente, hoy habría dicho Jesús: “decidlo a través del móvil y de Internet”. Porque… ¿cómo puede alguien quedarse para sí lo que le ha hecho feliz y le ha transformado para siempre?