viernes, 16 de abril de 2010

El diácono ¿signo de Cristo servidor o acólito de lujo?

El diácono ¿signo de Cristo servidor o acólito de lujo?
Lumen Gentium después de mencionar el lugar que ocupa el Episcopado y los presbíteros,esta Constitución dedica un número que, a pesar de su brevedad, fundamenta el diaconado en general y restaura el "permanente" con la repercusión que puede observarse a más de cuarenta años de su promulgación. Allí se dice la "imposición de las manos al diácono no es en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio" (Lumen Gentium, 29).

Las Normas Básicas comentan este párrafo considerando que aquí "se traza la identidad teológica específica del diácono: ...es en la Iglesia un signo sacramental específico de Cristo servidor" (RF 5). Por eso, en su ordenación se piden los "dones del Espíritu para que el ordenando esté en condiciones de imitar a Cristo como diácono" (RF 6). La firme decisión de querer identificarse con el Cristo-Servidor es a mí entender el núcleo de la vocación diaconal, es decir, del llamado de quién es primer protagonista su Espíritu. "Es él quien los llama, quien los acompaña y quien modela sus corazones para que puedan reconocer su gracia y corresponder a ella generosamente" (RF 18).

Porque es cierto que muchas de los servicios de docencia, liturgia y animación en las comunidades que realiza el diácono puede ser encomendado a laicos y laicas convenientemente designados, pero en su ordenación se presencializa una gracia-sacramento que remite a la dimensión del "signo", ya que "es constituido en la Iglesia icono vivo del Cristo servidor ... su santidad consistirá en hacerse servidor generoso y fiel de Dios y de los hombres, especialmente de los más pobres y de los que sufren…" (RF 11).

Estas tareas no tienen más limite que las normas morales, por eso que, a diferencia del presbítero, el diácono permanente puede desempeñar cargos públicos, administrar bienes de sociedades civiles, participar activamente en los partidos políticos y en la dirección de las asociaciones sindicales (ver CIC, cc. 285-288). También en ambientes cargados de tensiones y conflictos, el diácono está llamado a ser imagen viviente de Jesucristo, el Servidor.