domingo, 1 de agosto de 2010

Decimoctava semana del Tiempo Ordinario (del 2/8/2010 al 7/8/2010) Introducción a la semana - Lunes - Martes - Miércoles - Jueves - Viernes - Sábado

Decimoctava semana del Tiempo Ordinario (del 2/8/2010 al 7/8/2010)
Introducción a la semana - Lunes - Martes - Miércoles - Jueves - Viernes - Sábado

Introducción a la semana
Empezamos el mes de agosto. Un mes distinto en este hemisferio norte. Mes en el que se suspenden no pocas actividades pastorales, se rompe el diario estilo de vida. Es necesario que a esa especie de ruptura, de descanso vaya unido el mantener y reforzar lo esencial de nuestra condición humana y cristiana. Que Dios no esté ausente en él.

En esta semana se celebra la fiesta de la Trasfiguración del Señor, celebrada también con la advocación de El Salvador. Aunque en uno de los domingos de Cuaresma la Liturgia nos ofrece el evangelio que relata ese episodio de la vida del Señor, ha tenido a bien reservar un día para esa fiesta. También se celebra la memoria de san Juan María Vianney - día 4-, santo que ha tenido un relieve especial al celebrarse en el año 2009 el 150 aniversario de su muerte y, por ello, el año sacerdotal. Ambas celebraciones tiene evangelio propio. Los dominicos y dominicas celebrar el día 2 la memoria de la madre del fundador, la Beata Juana de Aza. En no pocos sitió el día 5 se celebra a María bajo la advocación de La Blanca, Ntra. Señora de las nieves. Es el día de la fiesta de la basílica de Santa María la Mayor en Roma. El resto de la semana la misa será del día de la semana. Las primeras lecturas seguirán presentándonos a los profetas, en concreto a Jeremías. A pesar de que a Jeremías unimos el anuncio de catástrofes y tristeza para el pueblo judío, las lecturas de esta semana ofrecen más bien el cuidado de Dios hacia su pueblo. Aunque también les previene sobre la falsa confianza en sus fuerzas. Los textos evangélicos de san Mateo ofrecen sobre todo conversaciones y episodios entre el Maestro y sus discípulos. Después de los sermones de la Montaña y de la Misión de capítulos anteriores, la catequesis de Jesús a sus discípulos va unida en estos textos a episodios concretos. Vida y palabra se unen, para que ésta tenga más fuerza.
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Lunes, 2/8/2010
"No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer".
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Jeremías 28,1-17:
Al principio del reinado de Sedecías en Judá, el mes quinto, Ananías, hijo de Azur, profeta natural de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de toda la gente: «Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: "Rompo el yugo del rey de Babilonia. Antes de dos años devolveré a este lugar todo el ajuar del templo que Nabucodonosor, rey de Babilonia, cogió y se llevó a Babilonia. A Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los judíos desterrados en Babilonia yo los haré volver a este lugar –oráculo del Señor–, porque romperé el yugo del rey de Babilonia."» El profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y del pueblo que estaba en el templo; el profeta Jeremías dijo: «Amén, así lo haga el Señor. Que el Señor cumpla tu profecía, trayendo de Babilonia a este lugar todo el ajuar del templo y a todos los desterrados. Pero escucha lo que yo te digo a ti y a todo el pueblo: "Los profetas que nos precedieron, a ti y a mi, desde tiempo inmemorial, profetizaron guerras, calamidades y epidemias a muchos países y a reinos dilatados. Cuando un profeta predecía prosperidad, sólo al cumplirse su profecía era reconocido como profeta enviado realmente por el Señor."» Entonces Ananías le quitó el yugo del cuello al profeta Jeremías y lo rompió, diciendo en presencia de todo el pueblo: «Así dice el Señor: "Así es como romperé el yugo del rey de Babilonia, que llevan al cuello tantas naciones, antes de dos años."» El profeta Jeremías se marchó por su camino. Después que el profeta Ananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino la palabra del Señor a Jeremías: «Ve y dile a Ananías: "Así dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, yo haré un yugo de hierro. Porque así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Pondré yugo de hierro al cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia; y se le someterán, y hasta las bestias del campo le entregaré."» El profeta Jeremías dijo a Ananías profeta: «Escúchame, Ananías; el Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa confianza. Por eso, así dice el Señor: "Mira: yo te echaré de la superficie de la tierra; este año morirás, porque has predicado rebelión contra el Señor."» Y el profeta Ananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.

Sal 118,29.43.79.80.95.102 R/. Instrúyeme, Señor, en tus leyes
Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad. R/. No quites de mi boca las palabras sinceras, porque yo espero en tus mandamientos. R/. Vuelvan a mi tus fieles que hacen caso de tus preceptos. R/. Sea mi corazón perfecto en tus leyes, así no quedaré avergonzado. R/. Los malvados me esperaban para perderme, pero yo meditaba tus preceptos. R/. No me aparto de tus mandamientos, porque tú me has instruido. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: «Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

II. Compartimos la Palabra
Nos encontramos en la primera lectura una situación, cuanto menos, curiosa. Ananías “profetiza” la liberación de Israel del imperio babilónico. Es, como le dice Jeremías, una “profecía” de prosperidad y que, por ello, no será reconocida por el pueblo hasta que se cumpla, ya que le pueblo sólo parece conocer las profecías de calamidades, guerras y pestes. Y efectivamente, la “profecía” que predicó Ananías no se cumplió. Lo que se cumplió fue la Palabra que el Señor le había dirigido a Jeremías y que, el mismo Jeremías, le había transmitido a Ananías. Parece como si por un lado estuviera la palabra humana, en la persona de Ananías, y por otro, la palabra divina, encarnada en la persona de Jeremías.

Parece estar claro que el ser humano, en este caso representado por la figura de Ananías, no tiene el don de adivinar el futuro, pero lo que si tiene es la capacidad de escuchar la Palabra de Dios y de secundarla, como aparece en Jeremías. Para esto, si que tiene el ser humano capacidad, fuerza, energías, inteligencia y decisión.

El Evangelio es la versión de Mateo del famoso milagro de la multiplicación del pan y de los peces. Muchas interpretaciones se han hecho de este pasaje hoy y ayer. La Palabra de Jesús a sus discípulos es clara: “dadle vosotros de comer”. Pero también es clara la respuesta de los discípulos a Jesús: “¡Si nada más que tenemos 5 panes y 2 peces!” Y Jesús les da una enseñanza clara: lo que tienen es lo que dan. No más, porque no hay más.

La invitación que se nos hace en el Evangelio nos invita a recorrer la senda de dar lo que uno tiene, y además, a todos los niveles, entre ellos, el nivel personal y el espiritual. Cada uno de nosotros puede dar, verdaderamente y no de manera falsa o a medias tintas, lo que es. No puede dar lo que nos imaginamos que somos, o lo que nos gustaría ser o lo que hemos querido vender que somos... Ese dar no será puro, limpio, es ficticio, no es real; es irreal... Sólo podemos dar lo que somos.

Pero resulta que lo que somos de fondo, en profundidad y en verdad, aunque no lo creamos, es bueno, es bello, porque somos hechura de mano divina. Por eso, Jesús dió lo que tenían, lo que es... De hay la espectacularidad del milagro: ser alimentados, vivificados por quien es Jesús. Y lo que repartió verdaderamente, dió de comer físicamente a los que allí estaban y nos da de comer, también, a nosotros hoy.
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Martes, 3/8/2010 Beata Juan de Aza (dominicos: M.O.)
“Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Jeremías 30,1-2.12-15.18-22:
Palabra que Jeremías recibió del Señor: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Escribe en un libro todas las palabras que he dicho. Porque así dice el Señor: "Tu fractura es incurable, tu herida está enconada; no hay remedio para tu llaga, no hay medicinas que te cierren la herida. Tus amigos te olvidaron, ya no te buscan, porque te alcanzó el golpe enemigo, un cruel escarmiento, por el número de tus crímenes, por la muchedumbre de tus pecados. ¿Por qué gritas por tu herida? Tu llaga es incurable; por el número de tus crímenes, por la muchedumbre de tus pecados, te he tratado así." Así dice el Señor: "Yo cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob, me compadeceré de sus moradas; sobre sus ruinas será reconstruida la ciudad, su palacio se asentará en su puesto. De ella saldrán alabanzas y gritos de alegría. Los multiplicaré, y no disminuirán; los honraré, y no serán despreciados. Serán sus hijos como en otro tiempo, la asamblea será estable en mi presencia. Castigaré a sus opresores. Saldrá de ella un príncipe, su señor saldrá de en medio de ella; me lo acercaré y se llegará a mí, pues, ¿quién, si no, se atrevería a acercarse a mí? –oráculo del Señor–. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios."»

Sal 101,16-18.19-21.29 y 22-23 R/. El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria
Los gentiles temerán tu nombre, los reyes del mundo, tu gloria. Cuando el Señor reconstruya Sión, y aparezca su gloria, y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones. R/. Quede esto escrito para la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor. Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte. R/. Los hijos de tus siervos vivirán seguros, su linaje durará en tu presencia, para anunciar en Sión el nombre del Señor, y su alabanza en Jerusalén, cuando se reúnan unánimes los pueblos y los reyes para dar culto al Señor. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,22-36:
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.» Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados.

II. Compartimos la Palabra
Hay remedio para tu herida
Al profeta Jeremías casi siempre le tocaba recordar al pueblo, de parte del Señor, lo mal que se portaba y el castigo al que se estaba exponiendo: “No hay remedio para tu llaga, no hay medicinas que te cierren la herida, tu llaga es incurable: por el número de tus crímenes, por la muchedumbre de tus pecados…”. Pero a pesar de estas palabras, también le tocaba transmitir el constante y perpetuo perdón de Dios y su deseo de no volverse atrás en el pacto hecho con su pueblo: “Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”. Cuando llega la plenitud de los tiempos, Jesús sigue esta misma línea, pero reforzando con mucha más claridad y rotundidad su amor, su perdón a todos, a la oveja descarriada, a las prostitutas, a los publícanos, a los pecadores, a Pedro… a todos. Se deja guiar siempre por su corazón amoroso, por lo que todas nuestras heridas son curables.

“Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”
La fe, ante todo y sobre todo, es confianza en Jesús, el Hijo de Dios. Si no hay confianza en él, no hay cristiano. Todos los signos prodigiosos que realiza no buscan impresionarnos, dejarnos con la boca abierta, sino ganar nuestra confianza. Si se acerca a sus discípulos de madrugada, después de una noche de oración, andando sobre el agua, si sostiene al dubitativo Pedro caminando por el agua… es para que después de la admiración primera aterricen en la confianza. Confianza para que le crean, le creamos, todas sus palabras, cuando nos habla de su código de felicidad, del dinero, de la entrega de la vida, del futuro que nos espera, de su amor hasta el extremo hacia nosotros…y su invitación a no tener miedo ante todas las tormentas y olas de la vida porque él está siempre con nosotros. “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”.

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Miércoles, 4/8/2010 San Juan María Vianney, memoria
“Mujer, qué grande es tu fe” .
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del profeta Jeremías 31,1-7:
En aquel tiempo –oráculo del Señor–, seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo. Así dice el Señor: Halló gracia en el desierto el pueblo escapado de la espada; camina Israel a su descanso, el Señor se le apareció de lejos. Con amor eterno te amé, por eso prolongue mi misericordia. Todavía te construiré y serás reconstruida, Doncella de Israel; todavía te adornarás y saldrás con panderos a bailar en corros; todavía plantarás viñas en los montes de Samaría, y los que plantan cosecharán. «Es de día» gritarán los centinelas en la montaña de Efraín: «Levantaos y marchemos a Sión, al Señor nuestro Dios.» Porque así dice el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el amor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: "El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel."»

Salmo Jr 31,10-13 R/. El Señor nos guardará como pastor a su rebaño
Escuchen, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas: «El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño.» R/. Porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte. Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor. R/. Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15,21-28:
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.» Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.» Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.» Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su hija.

II. Compartimos la Palabra
Hoy la liturgia nos habla de Jeremías, de la Cananea y del Santo Cura de Ars

Un encuentro diferente. Una misma fe
Diferente, porque el Evangelio está lleno de encuentros con personas muy distintas y, con frecuencia, distantes de la persona de Jesús. Pero, prevalece siempre la cercanía y el afecto. Siempre menos, aparentemente al menos, en el caso presente del encuentro con la cananea. ¿Por qué? ¿Por qué esa frialdad impropia de Jesús? Según una regla elemental de hermenéutica, lo dudoso se explica por lo que está más claro. Y, si hay algo claro en el Evangelio, es que Jesús siempre acaba escuchando y atendiendo a todo el que acude a él con fe. Tres datos de esta mujer que conmueven a Jesús: una fe total y absoluta; una sencillez íntegra, completa; y una perseverancia a toda prueba.

Jesús quiere dejar muy claro que las razas, la mera pertenencia a un pueblo, a una religión o cultura, no salvan. “Créeme, mujer, que es llegada la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… Dios es espíritu, y los que le adoran han de adorarle en espíritu y en verdad” (Jn 4,21-24). Lo que salva es la actitud interior de cada uno, su fe y su coherencia.

El Santo cura de Ars
A las dos de la mañana del 4 de agosto de 1859 “nació para el cielo”, terminado el curso de su existencia terrena, san Juan María Vianney. Por eso, acabamos de celebrar los 150 años de este “nacimiento” y, con ese motivo, el Año sacerdotal. En plan esquemático, teniendo al Cura de Ars como telón de fondo y parafraseando a Von Balthasar, dos palabras sobre “el sacerdote que yo busco”.

El Cura de Ars, “el sacerdote que yo busco”, fue/es un hombre de probada experiencia de Dios y de lo divino, con la “sabiduría” que el Espíritu Santo otorga a los que están familiarizados con sus dones y sus soplos.

El Cura de Ars, “el sacerdote que yo busco”, fue/es un hombre que no tiene otro camino, para ser consecuente, que entregarse del todo a su misión: anunciar oficialmente la palabra de Dios, llegando a identificarse con ella.

El Cura de Ars, “el sacerdote que yo busco”, fue/es un hombre cuya fijación es la santidad, porque en su vida el único que cuenta es Dios. Quién es él, le tiene sin cuidado, que al único que tiene que mostrar es a Dios y su palabra, repartida como pan y ofrecida como vino.

El Cura de Ars, “el sacerdote que yo busco”, fue/es un hombre “espiritual”. Hombres espirituales son los que tienen experiencia del Espíritu Santo, y esa experiencia les capacita para llevarnos de lo visible a lo invisible, de los signos a lo significado, de los símbolos al misterio, de las huellas, pistas y señales a Dios.

Así hablaba de él el Santo Padre: “Este anónimo párroco de una aldea perdida del sur de Francia logró identificarse tanto con su ministerio que se convirtió, también de un modo visible y reconocible, en “alter Christus”, imagen del buen Pastor que, a diferencia del mercenario, da la vida por sus ovejas. A ejemplo del buen Pastor, dio su vida en los decenios de su servicio sacerdotal. Su existencia fue una catequesis viviente…”

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Jueves, 5/8/2010
“Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del profeta Jeremías 31,31-34:
Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor –oráculo del Señor–. Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días –oráculo del Señor–: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: «Reconoce al Señor.» Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande –oráculo del Señor–, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados.

Sal 50 R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro
h Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R/. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. R/. Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16,13-23:
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremias o uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.» Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenla que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tema que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»

II. Compartimos la Palabra
“Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”
Este texto del profeta Jeremías, corresponde al libro llamado de la consolación, en él devuelve la esperanza al pueblo y se dirige tanto a los descendientes del reino de Israel como a los del reino de Judá, los dos son un solo pueblo, el pueblo de la Alianza que tantas veces quebrantaron.

Jeremías anuncia una Alianza Nueva, sellada no en tablas de piedra, Dios, la va a meter en el corazón del hombre ”He aquí que vienen días en que yo sellaré una Alianza Nueva” y todos reconocerán que Yhaveh es su Dios “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” Les perdonaré todas sus culpas no me acordaré más de sus pecados.

Es la Alianza que vivimos todos los días en la Eucaristía, sellada con la sangre de3 Cristo. El es nuestra única Salvación.

Pidámosle que nos renueve por dentro con su Santo Espíritu

“Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”
Si Cristo nos hiciera esta pregunta, hoy, como la hizo a sus discípulos, seguramente, recordando la respuesta del catecismo diríamos como Pedro: “Tu eres el Cristo” Es la respuesta exacta, que en boca de Pedro, judío fiel a su monoteísmo, implicaba una gran fe y una disposición sin condiciones de seguir a Cristo.

Han pasado muchos años, nuestra situación es distinta y Cristo nos sigue preguntando:¿Quién dicen los hombres que soy yo?, si lo preguntamos a los hombres de nuestro entorno, tendríamos las respuestas más variadas, a pesar de que la mayoría se dicen cristianos, Cristo quiere una respuesta personal ¿Qué respondería yo, cristiano del S XXI?. Ser cristiano, es seguir a Cristo, en un encuentro personal e incondicional. En esta sociedad que se va descristianizando ¿Tenemos el valor de confesarlo como Pedro? Pidamos que Cristo mantenga nuestra fe.

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Viernes, 6/8/2010 Transfiguración del Señor
"Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadlo".
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 1,16-19:
Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.

Sal 96,1-2.5-6.9 R/. El Señor reina altísimo sobre toda la tierra
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono. R/. Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria. R/. Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses. R/.

Lectura del Evangelio según S. Lucas 9, 28b-36
En aquel tiempo Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle”. Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

II. Compartimos la Palabra
Interrumpiendo hoy el curso normal del tiempo ordinario de la liturgia, celebramos la fiesta de la Transfiguración del Señor, que ya en el siglo IV la celebraban los monjes orientales; poco a poco se fue extendiendo, y en 1457 el papa Calixto III la introdujo en toda la Iglesia latina. Es una fiesta que nos habla de luz, de gloria, de resurrección… y de cruz.

"Habíamos sido testigos oculares de su grandeza ".
Pedro fue uno de los tres discípulos, junto a Santiago y Juan, que vivió el privilegio de contemplar la transfiguración del Señor. Y obedeció el mandato de no contar nada hasta que Cristo resucitara de entre los muertos. En su carta utiliza el testimonio personal de la transfiguración (“habíamos sido testigos oculares de su grandeza”, “esta voz la oímos nosotros”, “estando con él”) al mismo nivel que el testimonio de la resurrección: como prueba de la divinidad de Cristo. El mismo Dios Padre lo proclamó: “Éste es mi Hijo amado, mi predilecto “.

Pedro nos exhorta a creer en la Palabra, apoyarnos en ella para que la misma luz divina que transfiguró a Cristo pueda nacer en nuestros corazones.
"Este es mi Hijo, el Amado. Escuchadle".
El Evangelio de esta fiesta es rico en simbología: una montaña, donde tradicionalmente, en el Antiguo Testamento, Dios se manifiesta; Jesús en oración, como tantas veces en el Evangelio de Lucas; Moisés y Elías, representantes de la ley y los profetas, hablando con Jesús; una nube, que recuerda la nube del Éxodo, presencia de Dios en medio de su pueblo; y una voz del cielo, que pronuncia las mismas palabras que en el Bautismo de Jesús en el Jordán.
En definitiva, se nos presenta una teofanía, una manifestación de la gloria de Dios no con truenos y relámpagos, como en el Antiguo Testamento, sino en el cuerpo mortal del mismo Jesús. Es como si no pudiera retener por más tiempo su divinidad y dejara, por un momento, que “escapara” su condición de Dios; ante los acontecimientos de pasión, cruz y muerte que se avecinaban, y de los que hablaba con Moisés y Elías, quiere que los discípulos tengan un testimonio de esperanza en la resurrección, por el mismo hecho de haber contemplado su gloria con antelación.

No queramos hacer tiendas o intentar vivir este misterio de gloria, pero sin cruz… Es necesario bajar con Jesús a Jerusalén. Para vivir esta celebración de la transfiguración el Padre nos da un Camino: “Éste es mi Hijo, el escogido: ESCUCHADLE”. Vivir en escucha de la Palabra cada día. Una escucha que se encuentra en el silencio. Un silencio donde resuena la voz del Padre: Jesucristo.

Y el Espíritu Santo hará el resto: que la imagen de Cristo impresa en nosotros desde el bautismo (cuando también todos estuvimos transfigurados, con una vestidura blanca como la de Jesús) vaya ocupando cada vez más espacio en nuestra vida, hasta que podamos vestir las túnicas blancas de los bienaventurados, que han llegado a la Casa del Padre.

Estamos invitados a una fiesta de luz, aclamemos con el salmista: “El Señor reina sobre toda la tierra”.

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Sábado, 7/8/2010
"Os aseguro que, si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, [...] Nada os sería imposible".
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Habacuc 1,12–2,4:
¿No eres tú, Señor, desde antiguo mi santo Dios que no muere? ¿Has destinado al pueblo de los caldeos para castigo; oh Roca, le encomendaste la sentencia? Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal, no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente? Tú hiciste a los hombres como peces del mar, como reptiles sin jefe: los saca a todos con el anzuelo, los apresa en la red, los reúne en la nasa, y después ríe de gozo; ofrece sacrificios al anzuelo, incienso a la red, porque con ellos cogió rica presa, comida abundante. ¿Seguirá vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión? Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas. El Señor me respondió así: «Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acercará su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»

Sal 9,8-9.10-11.12-13 R/. No abandonas, Señor, a los que te buscan
Dios está sentado por siempre en el trono que ha colocado para juzgar. Él juzgará el orbe con justicia y regirá las naciones con rectitud. R/. Él será refugio del oprimido, su refugio en los momentos de peligro. Confiarán en ti los que conocen tu nombre, porque no abandonas a los que te buscan. R/. Tañed en honor del Señor, que reside en Sión; narrad sus hazañas a los pueblos; él venga la sangre, él recuerda y no olvida los gritos de los humildes. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,14-20:
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: «Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.» Jesús contestó: «¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.» Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?» Les contestó: «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.»

II. Compartimos la Palabra
Dios habla a gritos desde el silencio; y así lo lleva haciendo desde que el mundo es mundo. Han pasado muchos años, desde que se escribió la profecía de Habacuc, hasta nuestros días, y parece ser que, como dice la canción , “la vida sigue igual”. El profeta, hombre de Dios, observa a su alrededor y no ve otra cosa sino la injusticia, el asedio del justo por el impío. Así, recurre al Señor, lo aclama, le pregunta el porqué de ser así las cosas y hasta cuándo van a continuar de esta manera,…¿nos suenan de algo estas cuestiones que se plantea Habacuc? ¿Nos resultan familiares los interrogantes con los que se increpa a Dios, al no obtener respuesta ante sus plegarias?

En el tiempo presente, el impío sigue oprimiendo al justo, el malvado al inocente y las personas de Dios se preguntan: ¿hasta cuándo va a ser? Sólo hay una respuesta, y es la misma que San Pablo daría posteriormente a los romanos cuando les dice la fe del hombre justo, será la que le lleve a vivir. Esta respuesta requiere un cultivo de la esperanza, don de Dios que lleva a quien la vive a no decaer y a luchar.

Da la impresión que Habacuc invita al conformismo revestido de paciencia o viceversa, y así sería si la fe y la esperanza no fuesen de la mano de la caridad que pone dinamismo en la acción del hombre para que la justicia de Dios llegue a todo lugar.

En el evangelio pasa otro tanto, la fe mueve montañas, es capaz de hacer posible lo que se muestra imposible. Hay un refrán que dice: “Quién tiene un amigo, tiene un tesoro…” Este aforismo también es aplicable a la fe, pues todo aquel que la cultiva está en posesión del que tal vez sea el más grande tesoro al que el hombre puede acceder: la experiencia de Dios.

El evangelio nos presenta un zagal endemoniado, una persona cuyo espíritu está contaminado por el dolor y el sufrimiento. Junto a este, aparece la figura de la compasión, del amor, de la solidaridad, representada por el padre del muchacho. El padre recurre a los discípulos para que lo liberen de su terrible malestar, pero estos no son capaces pues, como dice el maestro, les falta fe.
La escena, que perfectamente puede ser trasladada a nuestras vidas, viene a reflejar la de veces que recurrimos a la Iglesia, esperando de ella una ayuda que de nadie más podemos esperar. Curiosamente ésta, en muchos casos, no nos da solución y nuestro problema, malestar, dolor,….ahí sigue. Finalmente, si la fe es la que nos lleva de la mano a buscar esa solución deseada, recurrimos a Cristo y sólo en Él encontramos consuelo, tal como sucedió con el muchacho endemoniado y con su padre, que fue el portador de esa fe que le llevó a caer de rodillas ante el Señor.

Desde la Iglesia, los bautizados (clérigos, religiosos, seglares,..) nos encontramos faltos de fe, y esa carencia la sustituimos por una sobrada seguridad en nuestras fuerzas a la hora de afrontar situaciones que solo la fe es capaz de asumir. De ahí que en lugar de mostrar la presencia en nosotros del Espíritu Santo, hacemos uso de un potencial humano incapaz de llegar a todo, y débil para arrancar una montaña.

Si en el pasaje del evangelio, los discípulos hubiesen actuado con una fe del simple tamaño de un grano de mostaza, habrían sido capaces de arrancar del zagal esa inmensa montaña de sufrimiento cuyo peso aplastaba.

Si en nuestros días actuásemos con fe desde la Iglesia, abriríamos la puerta de la esperanza y saldría el amor capaz llenarlo todo. Así, haríamos manifiesta esa autenticidad que solo es posible cuando se trabaja el evangelio desde la confianza en el Señor. Con Él todo es posible.