sábado, 17 de diciembre de 2011

Homilia del 18 de Diciembre


APORTE para la Homilía

... que se cumpla en mí...
*  2 Sam. 7,1-5. 8-12. 14. 16   *  Sal. 88, 2-5. 27. 29   *  Rom.  16, 25-27    +  Lc. 1, 26- 38

      Dios cumplió la promesa anunciada en la primera lectura. María lo hizo posible: "que se cumpla en mi lo que has dicho",  respondió.  Y el Hijo de Dios se hizo hombre.  Dios cumplió. María cumplió.   Falta que cumplamos nosotros.  ¿Cómo es esto?  Al nacer Jesús, hace 2000 años, se puso la piedra fundamental para edificar una nueva humanidad.  Pero esta "nueva humanidad"  no termina de aparecer.  Falta mucho para que el hombre sea realmente humano y la humanidad una gran hermandad. Hay que seguir anunciando a Jesús.  Falta que cada cristiano conozca mejor a Jesucristo,  se enamore de él y lo haga nacer, cada día, en su corazón y   en el corazón de quienes lo rodean.  Para ello la liturgia hoy, nos pone como modelo a María., la Virgen del “Sí”, de la entrega total a la voluntad de Dios: "que se cumpla en mí lo que has dicho",  fue su respuesta y ha de ser la nuestra.
1.-   En el pórtico de la nochebuena aparece la espectacular figura de esta muchacha que, probablemente no sabía leer ni escribir, donde el Hijo de Dios decidió hacerse hombre, uno de nosotros.  Para  que  "cumplamos" también nosotros con Dios, tenemos  en María el modelo perfecto.
       En primer lugar, la actitud de escucha.  María acepta dialogar con el ángel, escuchar  a Dios.  ¡Cuántas maravillas aparecerían en nuestra vida con una actitud semejante!. El rey Salomón - prototipo del hombre sabio - pedía constantemente: "Dame, Señor, un corazón que escuche" (1 Re. 3,9). El desbordado ritmo de la vida moderna traba nuestra escasa actitud de "escucha". No buscamos el silencio interior y el exterior para escuchar a Dios, para dialogar con él... y creemos que Dios está mudo. No, Dios no está mudo. Nosotros no escuchamos. ¿Acaso dedicamos mucho tiempo para dialogar con él?.  Serenemos  nuestro espíritu; dediquemos tiempo a Dios, y con seguridad, escucharemos su voz.
     Cuando uno escucha "en serio" a Dios, en la intimidad de la oración, en la reflexión de su palabra,  cuando experimenta su ternura, asumir la actitud de la Virgen, es un "gozo desbordante". ¿Qué otro sentimiento podríamos tener al escuchar la voz del Señor diciéndole: "No temas, alégrate"?. No hay mayor alegría que el encuentro con Jesús; no hay mayor felicidad que servir al Señor, allí donde él nos llame a servir. ¿Queremos cumplir con Dios?. Imitemos la disponibilidad de María, su entrega generosa y confiada a la misión que Dios le encomendaba: "Yo soy la servidora del Señor; que se cumpla en mí lo que has dicho".
2.-  Quiero pasar a otro tema. Tenemos en estos días una misión común y urgente: cristianizar la Navidad.
     Sabemos que la Navidad, hoy por hoy, es una fiesta pagana. El arbolito ha reemplazado al pesebre, y papá Noel es más popular que Jesús…aún para muchos cristianos. No hay Navidad cristiana sin Jesús; no hay Navidad cristiana si nos preocupa más la cena de Nochebuena que el significado y la consecuencia del nacimiento de Jesús.
    *  Celebrar cristianamente la Navidad significa “celebrar de verdad” que Dios se ha hecho compañero de nuestras fatigas, alegrías y dolores.
·        Significa también estar convencido de lo que Dios asegura en la Primera lectura: "Yo seré un padre para él, y él será para mí, un hijo".
·        Este anuncio profético referido a Cristo se cumple en cada ser humano. Mirando a cada persona - en especial a los pobres, débiles y enfermos - el Señor asegura: "Yo seré un padre para él, y él será un hijo para mí".
Necesitamos silencio y paz para escuchar a Dios. Pero necesitamos también el fuego del amor para ver en cada ser humano un "hijo de Dios", un hermano con el que Jesús se identifica.
·        La pregunta urgente de estos días es: ¿A quien puedo alegrar en esta Navidad?. ¿A un enfermo internado en un hospital, a un chico que no tiene familia, a un anciano olvidado en un asilo, a un preso a quien puedo escribir o visitar...?.
·        ¿A quién puedo alegrar en esta Navidad?. ¿A mis hermanos, primos,  parientes más alejados, a los que hace mucho que no trato, que no llamo por teléfono...?.
·        ¿A quién puedo alegrar  en esta Navidad?. ¿A un vecino a quien apenas saludo, a alguien que está solo y espera un gesto de afecto...?.
·        No hay Navidad sin Jesús, y Jesús está presente en todos los corazones abatidos.  No debemos salir de esta celebración  sin determinar a quién voy a hacer feliz en esta Navidad.
·        Y no nos olvidemos de ponernos a nosotros mismos en esta lista. .  A cada uno de nosotros Dios nos dice: "Seré un padre para ti, y tú serás un hijo para mí":  Todos necesitamos zambullirnos en el amor misericordioso del padre .
Termino:  La Iglesia nos propone el júbilo, la alegría, el gozo del encuentro amoroso con Dios que nos ama, nos perdona y quiere olvidar todas nuestras faltas.  Y si alguien  piensa que sus faltas y pecados son demasiado grandes o bochornosos, aplíquese el argumento que el ángel esgrime con María.  "Para Dios nada es imposible". ¿Qué tal?  ¿Tenemos en cuenta  que para Dios nada es imposible? Los que se desalientan con facilidad, repitan insistentemente esta verdad:  "para Dios nada es imposible; para Dios nada es imposible; para Dios nada es imposible"... y el Dios, para quien nada es imposible… les dará  la paz.

                                                 Gracias !! Prof. Arnaldo Cifelli

viernes, 16 de diciembre de 2011

Homilia del 4to. Domingo de Adviento


APORTE para la Homilía

... que se cumpla en mí...
*  2 Sam. 7,1-5. 8-12. 14. 16   *  Sal. 88, 2-5. 27. 29   *  Rom.  16, 25-27    +  Lc. 1, 26- 38

      Dios cumplió la promesa anunciada en la primera lectura. María lo hizo posible: "que se cumpla en mi lo que has dicho",  respondió.  Y el Hijo de Dios se hizo hombre.  Dios cumplió. María cumplió.   Falta que cumplamos nosotros.  ¿Cómo es esto?  Al nacer Jesús, hace 2000 años, se puso la piedra fundamental para edificar una nueva humanidad.  Pero esta "nueva humanidad"  no termina de aparecer.  Falta mucho para que el hombre sea realmente humano y la humanidad una gran hermandad. Hay que seguir anunciando a Jesús.  Falta que cada cristiano conozca mejor a Jesucristo,  se enamore de él y lo haga nacer, cada día, en su corazón y   en el corazón de quienes lo rodean.  Para ello la liturgia hoy, nos pone como modelo a María., la Virgen del “Sí”, de la entrega total a la voluntad de Dios: "que se cumpla en mí lo que has dicho",  fue su respuesta y ha de ser la nuestra.
1.-   En el pórtico de la nochebuena aparece la espectacular figura de esta muchacha que, probablemente no sabía leer ni escribir, donde el Hijo de Dios decidió hacerse hombre, uno de nosotros.  Para  que  "cumplamos" también nosotros con Dios, tenemos  en María el modelo perfecto.
       En primer lugar, la actitud de escucha.  María acepta dialogar con el ángel, escuchar  a Dios.  ¡Cuántas maravillas aparecerían en nuestra vida con una actitud semejante!. El rey Salomón - prototipo del hombre sabio - pedía constantemente: "Dame, Señor, un corazón que escuche" (1 Re. 3,9). El desbordado ritmo de la vida moderna traba nuestra escasa actitud de "escucha". No buscamos el silencio interior y el exterior para escuchar a Dios, para dialogar con él... y creemos que Dios está mudo. No, Dios no está mudo. Nosotros no escuchamos. ¿Acaso dedicamos mucho tiempo para dialogar con él?.  Serenemos  nuestro espíritu; dediquemos tiempo a Dios, y con seguridad, escucharemos su voz.
     Cuando uno escucha "en serio" a Dios, en la intimidad de la oración, en la reflexión de su palabra,  cuando experimenta su ternura, asumir la actitud de la Virgen, es un "gozo desbordante". ¿Qué otro sentimiento podríamos tener al escuchar la voz del Señor diciéndole: "No temas, alégrate"?. No hay mayor alegría que el encuentro con Jesús; no hay mayor felicidad que servir al Señor, allí donde él nos llame a servir. ¿Queremos cumplir con Dios?. Imitemos la disponibilidad de María, su entrega generosa y confiada a la misión que Dios le encomendaba: "Yo soy la servidora del Señor; que se cumpla en mí lo que has dicho".
2.-  Quiero pasar a otro tema. Tenemos en estos días una misión común y urgente: cristianizar la Navidad.
     Sabemos que la Navidad, hoy por hoy, es una fiesta pagana. El arbolito ha reemplazado al pesebre, y papá Noel es más popular que Jesús…aún para muchos cristianos. No hay Navidad cristiana sin Jesús; no hay Navidad cristiana si nos preocupa más la cena de Nochebuena que el significado y la consecuencia del nacimiento de Jesús.
    *  Celebrar cristianamente la Navidad significa “celebrar de verdad” que Dios se ha hecho compañero de nuestras fatigas, alegrías y dolores.
·       Significa también estar convencido de lo que Dios asegura en la Primera lectura: "Yo seré un padre para él, y él será para mí, un hijo".
·       Este anuncio profético referido a Cristo se cumple en cada ser humano. Mirando a cada persona - en especial a los pobres, débiles y enfermos - el Señor asegura: "Yo seré un padre para él, y él será un hijo para mí".
Necesitamos silencio y paz para escuchar a Dios. Pero necesitamos también el fuego del amor para ver en cada ser humano un "hijo de Dios", un hermano con el que Jesús se identifica.
·       La pregunta urgente de estos días es: ¿A quien puedo alegrar en esta Navidad?. ¿A un enfermo internado en un hospital, a un chico que no tiene familia, a un anciano olvidado en un asilo, a un preso a quien puedo escribir o visitar...?.
·       ¿A quién puedo alegrar en esta Navidad?. ¿A mis hermanos, primos,  parientes más alejados, a los que hace mucho que no trato, que no llamo por teléfono...?.
·       ¿A quién puedo alegrar  en esta Navidad?. ¿A un vecino a quien apenas saludo, a alguien que está solo y espera un gesto de afecto...?.
·       No hay Navidad sin Jesús, y Jesús está presente en todos los corazones abatidos.  No debemos salir de esta celebración  sin determinar a quién voy a hacer feliz en esta Navidad.
·       Y no nos olvidemos de ponernos a nosotros mismos en esta lista. .  A cada uno de nosotros Dios nos dice: "Seré un padre para ti, y tú serás un hijo para mí":  Todos necesitamos zambullirnos en el amor misericordioso del padre .
Termino:  La Iglesia nos propone el júbilo, la alegría, el gozo del encuentro amoroso con Dios que nos ama, nos perdona y quiere olvidar todas nuestras faltas.  Y si alguien  piensa que sus faltas y pecados son demasiado grandes o bochornosos, aplíquese el argumento que el ángel esgrime con María.  "Para Dios nada es imposible". ¿Qué tal?  ¿Tenemos en cuenta  que para Dios nada es imposible? Los que se desalientan con facilidad, repitan insistentemente esta verdad:  "para Dios nada es imposible; para Dios nada es imposible; para Dios nada es imposible"... y el Dios, para quien nada es imposible… les dará  la paz.

                  Gracias !! Profesor A. Cifelli.
 
 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Como recibimos a nuestros Hermanos?





ELEMENTOS

PARA VALORAR Y ORGANIZAR

EL SERVICIO DE LA ACOGIDA 

Subsidio para sacerdotes,  diáconos
                                                    y responsansables de la Liturgia                                                                                                        

PRESENTACIÓN

                   Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios.  Que  el  Dios de  la  constancia  y  el consuelo  les conceda  tener los mismos sentimientos  unos hacia otros, a  ejemplo  de  Cristo  Jesús, para  que con un solo corazón y una  sola  voz, glorifiquen  a  Dios, el Padre  de  nuestro Señor Jesucristo.
                                                                                              (Rom 17,7;5)

     Es un hecho: el católico “medio” no se siente MIEMBRO de su comunidad sino más bien, una VISITA, un FORASTERO, un EXTRAÑO.
     Llega a la celebración eucarística solo, permanece aislado y se retira solo. (Esto no ocurre entre nuestros hermanos separados).
     Escapa a mi competencia analizar las razones sicológicas, sociológicas y eclesiales que originaron y mantienen esta realidad. El HECHO está ahí… al margen de cualquier “explicación”.
     ¿Nos llama la atención?. ¿Golpea nuestra sensibilidad eclesial?. ¿Representa una preocupación pastoral?. Pareciera que no.
     Sin embargo estos fieles son el Pueblo de Dios; llegan a una “Casa” que está consagrada como “signo” de la Morada del Altísimo: llegan a la Casa de Dios. Llegan para celebrar el amor del Padre, “en familia”, como “comunidad”, en un clima de “fraternidad”.
     Es importante que esto se perciba desde la “llegada”, en la “misma puerta de la casa”. Es la mejor manera – casi imprescindible – de que los Ritos iniciales alcancen su finalidad: … hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad… (IGMR 46).
     Surge así el importante SERVICIO DE LA ACOGIDA: recibir a los fieles para que nadie se sienta “extraño”, para que todos sientan que son “alguien”, que no son seres anónimos ingresando al clima impersonal de un “supermercado”.
     Los cristianos nos reunimos como Comunidad, como Pueblo sacerdotal, como Familia de Dios. Estas profundas verdades han de tener una adecuada expresión en la acogida por parte de los miembros más “comprometidos”, más representativos de la comunidad. Acoger amablemente a los que llegan, sobre todo a los “desconocidos” - ¡son la mayoría! – es el primer signo de respeto hacia los hermanos.
     Un simple gesto de recibimiento – la sonrisa, el saludo, una palabra que revele interés – “cambia el clima”, exalta la dignidad e importancia de cada persona, alimenta el sentido de comunión fraterna, demuestra a todos que en la Casa de Dios “no hay acepción de personas” (Sant 2,1).
     Sin embargo, no se trata de una pose exterior, o un gesto de buena educación… la acogida cordial ha de ser el reflejo de la actitud fundamental de Jesús hacia los hombres: su amor misericordioso.  Con mayor o menor conciencia cuantos se acercan a la iglesia esperan encontrar este amor de benevolencia por parte  de los miembros de la comunidad parroquial.
     Quienes asuman este significativo Servicio han de sentirse heraldos del amor de Jesús y de la preocupación de la Iglesia por todos sus hijos. Para alimentar su fe y caridad se sugiere que lean, mediten y oren los innumerables textos que, en el Nuevo Testamento, se refieren a la caridad, la fraternidad, el servicio.
     La Iglesia considera una auténtica “función litúrgica”  la de quienes, en algunas regiones, reciben a los fieles en la puerta de la Iglesia, los ubica en los lugares que les corresponden y ordenan sus procesiones   IGMR 105,c)
     Mi modesta experiencia (Tres parroquias en la Capital Federal) indica que con “paciente perseverancia” se logra cambiar la “cara” -¡y el ánimo! – de buen número de fieles. (Siempre habrá “impenetrables”).  Además es el medio más eficaz para visualizar y acercar a probables integrantes de los distintos grupos y servicios  de la parroquia.
      No es éste el objetivo primario.  Aunque no se obtuviera ningún fruto específico, siempre quedará patente el testimonio  evangélico de una comunidad interesada en abrirse y recibir fraternalmente a cuantos lleguen a ella..

Para tener en cuenta

     Al tema de la ACOGIDA CORDIAL se refiere el Capítulo Primero de “Renovación de la Parroquia”.  Subsidio para la aplicación de las Líneas Pastorales de la Nueva Evangelización. (Comisión Episcopal de Fe y Cultura. 1992).
     EL SERVICIO DE ACOGIDA  es tratado por José Aldazábal en “Ministerios al servicio de la comunidad celebrante. (Dossier CPL 110)
     Considero improcedente “parafrasear” estos sólidos aportes.  Me limitaré a sintetizarlos y transcribirlos con alguna que otra adaptación.

       Renovación de la parroquia

     Como el título lo indica, todo el documento apunta a la “renovación de la parroquia “.  En consecuencia el lector advertirá que el capítulo primero, al que nos referimos, trasciende el simple servicio de la acogida entendido como “recepción de los fieles a su llegada a Misa”, y abarca TODA la vida. Parroquial y a sus ACTORES.
     Es por demás conveniente advertir que la ACOGIDA CORDIAL no puede quedar reducida a una “momentánea función”: TODA la parroquia, en sus diversas manifestaciones, ha de ser un acabado exponente de cordial fraternidad.

Capítulo Primero

ACOGIDA CORDIAL

     I.-   Las líneas pastorales dicen:
      *  “Sólo renovándose (la Parroquia) logrará darlo todo: acogida cordial…” (n 43)
       *    “Todos los bautizados tienen derecho a encontrar en su Parroquia una comunidad que los acoja, y le brinde una efectiva y afectiva ayuda fraterna (n 44)
       *   “Debemos motivar a nuestras comunidades para que renueven su capacidad de acogida (n 49)
      *  “Es responsabilidad  de la comunidad eclesial no sólo atender a la formación de sus miembros, sino acogerlos en un ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido” (n 53)

     III.-  ¿Cuál es el Objetivo Pastoral?
     Con las actitudes y tareas que se sugieren en el punto siguiente (punto IV), se pretende: impulsar entre los miembros de la comunidad parroquial, en primer lugar entre los más activos (clero, Consejo pastoral, asociaciones, religiosos que habitan o actúan en el territorio parroquial, etc), un hondo sentido de pertenencia a una familia de hijos de Dios, presididos espiritualmente por Jesucristo  y animada por su  Espíritu .  Por lo tanto, una comunidad donde todos se traten con afecto de hermanos, y, a la vez, con gran estima del ministerio y carisma de cada uno, capaces  de transmitir a los demás ese sentimiento de pertenencia familiar, y por lo mismo, de acercarse con cordialidad a todos, en especial a los alejados, y de recibirlos con afecto. 

    IV.-  ¿Cuáles actitudes y tareas se sugieren?

         1.-  Concernientes a la vida y ministerio del clero parroquial:
       a)  mostrar entre sus miembros  (presbíteros, y diáconos, en algunas ocasiones también religiosos) sentimientos de afecto y unidad de miras y de esfuerzos, en sintonía con el obispo y el presbíterio diocesano, en todo lo concerniente a la acción pastoral, dejando de lado personalismos exagerados;

b)        inculcar en los colaboradores inmediatos, con el testimonio y la palabra, una actitud de cordialidad fraterna hacia todos, incluso los enemigos, y en especial los más alejados;

c)         programar la acción pastoral, y darla a copnocer previamente, de manera que abarque a todos y nadie se sienta excluido de ellas;

d)        conceder entrevistas al pueblo de Dios, en días y lugares señalados, de manera de facilitar a los fieles el encuentro con sus pastores;

e)         organizar tiempos disponibles para que los fieles puedan acceder al sacramento de la Reconciliación (p. ej. media hora antes de la Santa Misa, una celebración penitencial periódica, etc.);

f)         fomentar en todos los niveles de la acción pastoral, la atención personalizada de los fieles que se acercan de manera no habitual a la Parroquia. Y para ello idear medios concretos, con el concurso del Consejo pastoral, como podría ser la formación de un equipo de “servidores de la acogida cordial” .

          2.-   Concernientes al Consejo pastoral:

a)      intentar ser un auténtico modelo  práctico de comunión y acogida, mediante la amistad entre sus miembros (laicos, religiosos y clero parroquial) y la buena disposición a escuchar toda inquietud del pueblo de Dios y a apreciar todo lo bueno, por pequeño que fuere;

b)     revisar en qué medida la comunidad parroquial puede encontrarse replegada sobre sí misma y no facilitar la acogida cordial de personas, familias, grupos y comunidades nuevas;

c)      atender a las discriminaciones que pudieren darse, para superarlas por la caridad y pautas pastorales  más adecuadas; en especial en: la celebrtación de las misas y sacramentos, catequesis, colegio parroquial, obras de asistencia, etc;

d)     evitar el desconcierto de los fieles, y para ello conocer y dar a conocer las normas pastorales propuestos por la Iglesia Universal, el Episcopado Argentino y el obispo diocesano, y mantener la unidad en la puesta en práctica de las mismas;

e)      colaborar, activamente, en la formación de un equipo de “servidores de la acogida cordial”

     
    3.-    Concernientes al funcionamiento de las demás  estructuras pastorales de la Parroquia:

       La burocracia que amenaza a las personas, amenaza también al cristiano, especialmente cuando actúa dentro de estructuras pastorales.  Como indica la palabra “burocracia” es el predominio de la oficina (“bureau”) o estructura sobre el hombre a cuyo servicio fue creada; y establece, por lo tanto, una distancia dañina.  Ello en la Iglesia no acontece sin desmedro del Evangelio que ha de proponer y testificar  a los hombres.

       Otro peligro afín es el “capillismo”, o tendencia a pensar la acción evangelizadora de la Parroquia exclusivamente en función de la vivencia  del propio grupo y no desde la perspectiva de la comunidad entera.  Esto lleva a hablar en forma  excesiva y presuntuosa de la propia obra, a excluir a personas y grupos, y a imponer opciones sectoriales por sobre el bien común y la pastoral orgánica de la Parroquia.

         Cada estructura pastoral está necesariamente amenazada por una tentación u otra, según su naturaleza.  Las más institucionales, lo serán por la burocracia.  Por ejemplo, secretaría parroquial, Caritas, colegio parroquial, etc.  Las más carismáticas, por el “capillismo”.  Por ejemplo, asociaciones, movimientos, comunidades eclesiales de base, etc.  Estos peligras o tentaciones no invalidan, sin embargo, la necesidad que tiene la Parroquia de estructuras pastorales; pues su acción evangelizadora, al ser conjuntamente obra del Espíritu Santo y de los hombres, necesita ser mediatizadas por instrumentos adecuados.  Las mencionadas dificultades tampoco anulan la libertad de los fieles para asociarse, unidos siempre a sus pastores y a sus demás hermanos, con voluntad de integrarse a una acción común, o pastoral orgánica.

       Es necesario proceder a una revisión sincera de tales estructuras parroquiales.  Por ello conviene que cada una de las mismas, con el auxilio fraterno de los demás miembros de la comunidad cristiana, se interrogue sobre su capacidad de acogida, en especial a los demás alejados y necesitados.

         No es posible aquí pasar revista a todos las formas estructuradas de servicio parroquial.  Sólo proponemos un ejemplo de revisión: el de la secretaría parroquial.  A ese respecto, conviene preguntarse:
-              ¿las personas designadas para atender la secretaría parroquial gozan del carisma necesario para ello, y cuentan con la aceptación de la comunidad? 
-                                      ¿su estilo es cordial o burocrático?
-             ¿facilita el acceso de los fieles a los pastores y la incorporación de nuevos miembros a la comunidad parroquial? ¿o, por el contrario hace de tapón que impide todo trato?
-             ¿facilita los contactos con las otras estructuras pastorales de la Parroquia? (p.e. colegio parroquial o religioso, Caritas, etc.)
-             ¿satisface las preguntas o consultas que se le formulan?
-             ¿ofrece el material informativo necesario?
-             ¿los horarios de atención al público se adecuan a las necesidades de la gente?
-             ¿pone especial solicitud en la atención de los alejados, de los novios, de los matrimonios jóvenes con hijos pequeños, de las familias que piden atención a los enfermos y moribundos?
-             ¿recoge las inquietudes del pueblo de Dios?

   4.-  Concernientes a la formación de servidores para la acogida cordial:

       En la pastoral parroquial la lejanía (física-económica-social-espiritual, etc. ) de los habitantes merece ser tenida muy especialmente en cuenta.  Para recibir a los que vienen, ir en busca de los que no vienen, y acompañar a todos, puede ser conveniente entrenar a un equipo de fieles, en especial para:

a) la preparación de padres y padrinos para el bautismo, según lo señalado en las Líneas    Pastorales (nnº 48- 50);

b)       la inscripción y realización de la catequesis de los niños, adolescentes y adultos;

c)       la visita, frecuente y programada a los enfermos y ancianos impedidos;


d)      la visita a las familias, casa por casa, en forma periódica (p.e. con la carta mensual del cura párroco, la visita de la Virgen, etc.), al menos en los tiempos fuertes (p.e. Cuaresma, Adviento, fiestas patronales);

e)       la preparación de los novios al matrimonio y acompañamiento de los mismos en los primeros años de casados.


f)        la atención de los desvalidos y necesitados de ayuda perentoria de Caritas parroquial;

g)       la recepción de los que concurren a la celebración dominical en especial de los forasteros y alejados.




EL  SERVICIO  DE  LA  ACOGIDA
(Extracto del artículo de José Aldazábal)

·         Una celebración toda ella acogedora

      No bastan unas personas recibiendo amablemente a quienes llegan, si ello no se inserta en una celebración  toda ella acogedora.
      La cordialidad comienza en el RESPETO.  La más importante  señal de respeto a la comunidad – ¡la prueba de que “se la toma en serio”! – es una celebración preparada con esmero:
-              un  espacio físico acogedor: limpio, adornado con gusto, con una iluminación adecuada, con una megafonía  que funciona, con la temperatura ideal…
-              un clima musical de ambientación (órgano, armonio, música de fondo); ensayo de los cantos; oportunas indicaciones para que las “novedades” no tomen de sorpresa a los fieles…
-              El estilo de hablar y actuar del presidente y de los demás ministros y servidores debe ser, a lo largo de toda la celebración, amable y paciente aunque a veces tenga que ser exigente y estimulante.
-              La actitud, la destreza -¡la unción!- de quienes más directamente “realizan” la celebración (presidente, servidores del altar y de la palabra) serán la prueba concluyente del RESPETO  y el AMOR que se siente por los fieles

       En un contexto así tiene sentido el esfuerzo de las personas encargadas del servicio de la acogida..
     
·         A quien acoger

     La actitud de bienvenida abarca a todos los que llegan.  Pero, hay que atender las diferentes circunstancias:
-          Un grupo pequeño es distinto a una concurrencia numerosa.
-          Si siempre “vienen los mismos”, es diferente la situación que si aparecen personas desconocidas.
-              Bautizos, bodas y exequias reclaman una “pedagogía pastoral” especial.
-              Niños, ancianos y discapacitados han de gozar de particular atención.
-              A veces hay grupos ocasionales (jóvenes de paso, personas de visita)
-              Los turistas: hacerles sentir que no son “simple visita”, que están “en casa”.  Es una buena ocasión de sentir nosotros, y hacerles experimentar a ellos, la universalidad, la “catolicidad” de la Iglesia.
-              Los inmigrantes que se han establecido en el radio parroquial.  No sólo acogerlos con particular deferencia a la celebración a la que acuden, sino procurar organizar celebraciones “según el modo acostumbrado por ellos” (Eucharisticum Mysterium, 19)
-                   Todo ello fomenta el sentido de  comunidad, de tal modo que “cada uno sienta que se une a los hermanos en la comunión de la Iglesia tanto local como universal” (ibid. 18)

·         Quién acoge

1.-   Una comunidad acogedora

     La comunidad en cuanto tal ha de vivir un clima fraterno mediante una actitud de simpatía y cordialidad los unos con los otros.
     No es lógico -¡ni evangélico!- que nos ignoremos, que nos resulte “indiferente”aún el que tenemos al lado.  Además de saludar al Señor con una genuflexión, saludemos también  con una palabra, con una sonrisa a quien tenemos al lado. (Un párroco de Buenos Aires –durante “largos domingos” –después de su saludo litúrgico “obligó” a sus fieles a saludar a quienes tenían al lado. hasta que logró crear el hábito).
     Los “forasteros” deberían percibir “en el ambiente”  la cordialidad con que se tratan los “nativos”, y recibir el mismo trato por parte de toda la comunidad

        2.-  El presidente, signo de Cristo Buen Pastor
     
       Ha de ser el modelo de cuanto pretende inculcarle a la comunidad.
     A veces el sacerdote, revestido o no, encuentra el modo de recibir a los fieles, en la puerta de la iglesia, saludarles  e interesarse por ellos.  Así lo practicó el inolvidable Padre Alfredo Trusso durante sus 46 años de párroco (1950 – 1996).  Así mismo, al final de la celebración, irlos despidiendo y tener con ellos unos momentos de encuentro.  Al margen de estos encuentros, el presidente debe tener un talante acogedor durante toda la celebración.  No aparecer distante frío, “profesional”… Por el contrario, su tono  de voz, su cara, su comentario inicial debe ayudar  a  crear  un clima de familia, para que los presentes se sientan como en su propia casa por amabilidad de la acogida 

    3.-   Ministros de la acogida

     Además de esa comunidad acogedora y un presidente amable, recibir a los fieles sería una función muy propia de diáconos y acólitos instituidos. (También le daría relevancia a este servicio que participaran las religiosas.  Pero, será necesario constituir un equipo de acogida integrado por laicos, varones y mujeres.  Personas que conozcan y sean conocidas en la comunidad, de carácter estable, de fácil sonrisa, con un cierto “don de gentes”, deseosas de servir, de escuchar, de ser la imagen de una comunidad simpática, alegre, acogedora. (Como se ve el servicio de la acogida no es para “cualquiera”). 

       *   Acoger con estilo

     Las personas encargadas de la acogida pueden desarrollar varias tareas, según las circunstancias..
-   ir saludando y dando  la bienvenida a todos, con mayor naturalidad y menos  ceremonia cuando son las personas  de siempre  (no habrá necesidad de “hacerles los honores” cada vez”,  y con mayor atención a los nuevos
-   Interesarse con naturalidad por diversas circunstancias que pueden resultar espontáneas: preguntar por un enfermo de la familia, si parece oportuno, o por los resultados de una iniciativa o de un viaje, etc,;
-  Responder a las preguntas y consultas que la gente pueda hacer sobre horarios, celebraciones, detalles de despacho sobre bautizos, etc., orientando e informando con amabilidad;
-   Repartir folletos, cantorales, hojas bilingües, etc.; para el caso de los extranjeros puede resultar útil ofrecer algo en su lengua, si parece oportuno por el número significativo de una nacionalidad.;
-    Situar u orientar a las personas hacia su lugar, según  las características de la celebración;
-    En los lugares de turismo, si hace falta, sería oportuno destacar personas que puedan servir de intérpretes; también que el presidente pudiera saludar a las lenguas más usuales
-  A veces, sería un papel delicado, pero necesario, el que el equipo de acogida lograra “retener” durante unos momentos a los que llegan tarde, para que no avancen hacia los asientos de delante durante una oración o una lectura, distrayendo a los demás, sino esperar al momento más oportuno en que no molestan;
-   Es también papel de las personas el organizar las procesiones, por ejemplo, la entrada, si se hace de modo más solemne, o luego la de la presentación de dones;
-  A veces, en su lugar de procedencia, algunos veraneantes actúan de lectores, cantores, solistas…: sería  una intuición oportuna la del equipo  de acogida el saberle incorporar a algunos ministerios litúrgicos oportunamente preparados;
 -  También en las comunidades religiosas se dan circunstancias en que hay que ejecutar esta acogida, cuando viene, por ejemplo, la familia de un(a)  religioso(a), al menos el primer día sería lógico que se les diera la bienvenida a las celebraciones de oración, si participan en ellas; y siempre que haya otros fieles que acuden a la oración o a la Eucaristía de una comunidad religiosa convendría darles facilidades (cantorales, salterio, folletos) para que puedan participar plenamente en la celebración, igual que la comunidad. 

   *   Otras celebraciones

        Nos referimos a Bautismos, Matrimonios, y Exequias a las cuales concurren “toda clase de personas”.  El ideal es que también en estas “especiales” celebraciones esté presente el servicio de la acogida.  Es particularmente importante que se haga: hermanos –con frecuencia alejados de la práctica religiosa- recibirían el testimonio de una comunidad cordial.  Esta actitud ha de ir acompañada de una celebración “impecable”: cuidadosamente preparada y ejecutada.
         La “concurrencia”  ha de retirarse percibiendo la preocupación  “de la parroquia”  por brindar una “hermosa” celebración…

         *    Actitud espiritual de los encargados de la acogida
    
         La acogida puede ser para los fieles el primer signo de la presencia de Cristo Jesús:  la comunidad, o alguien en su nombre, que les recibe y les hace sentir miembros de la asamblea.
         Es un noble servicio el lograr que los fieles, cuando entran en la iglesia, se sientan como en su casa.  No somos una sociedad anónima.  Somos un grupo  de cristianos que van a escuchar la palabra de Dios y celebrar la Eucaristía, sintiéndose Pueblo de Dios.  Los encargados de este servicio son algo más que porteros, ordenanzas o acomodadores: son hermanos que saludan y dan la bienvenida a hermanos. 
Naturalmente que es una tarea un tanto delicada.
 La acogida no tiene que parecer paternalismo, porque tanto el que recibe como el que llega pertenecen a la misma comunidad cristiana, y no se trata de resaltar ninguna superioridad, sino al contrario.  No hace falta exagerar la amabilidad hasta convertirla en zalamería.  No es cuestión de que nos pongamos casi como a dar gracias a cada uno por haber venido.  Todos los cristianos tienen el derecho y el deber  de acudir a la Eucaristía.  Su presencia es bien recibida, pero con cierta naturalidad familiar, no con empalago.
Tampoco tendría que tener aspecto de inquisición ni control.  Sería lo contrario de una buena acogida  el que se hicieran preguntas indiscretas o el que se notara un cierto recuerdo de “la vuelta del hijo pródigo”  en la actitud de los que reciben a alguien un tanto alejado de la práctica religiosa.  La delicadeza supone atención  y respeto para todos.  Algunos fieles preferirán un cierto anonimato en la recepción, en vez de un no deseado protagonismo o una excesiva personalización de su entrada a la iglesia.


*   Atención a los discapacitados

       ¿Alguna vez te has sentido nervioso al tener que hablar con una persona que está en silla de ruedas?  ¿Has evadido comunicarte con una persona sorda porque piensas que no sabrás cómo hacerlo?  No es inusual tener estas dudas sobre cómo entablar una relación con personas discapacitadas.  Es importante superar esta inquietud para poder practicar el tipo de hospitalidad que requiere de nosotros el compartir la Eucaristía.
      Cristo llamó a todos a seguir el Evangelio y dio la bienvenida a todos a reunirse en la mesa.  Como Iglesia de Cristo, deberíamos también nosotros acoger a todos.  Una persona bautizada  pertenece a la comunidad con los mismos derechos, no podemos tratar con altivez a los discapacitados.  Al revés, deseamos practicar con ellos la exquisita hospitalidad del Evangelio.  Ellos, por su parte, intentan prestar sus servicios a la sociedad de muchas maneras y también desean una mayor oportunidad de ser integrados en las actividades religiosas..
      He aquí unas sencillas sugerencias o “mandamientos” oportunos para tratar con las personas discapacitadas..

- Trata a las personas discapacitadas como a cualquier otra persona.  Cuando estés comunicándote con ella, relájate y toma tu tiempo.  Usa tu cortesía natural, consideración y sentido común.  Evita agitarte o irritarte si surgen malos entendidos.  Repite lo que hayas dicho  si ves  que no se ha entendido, o pídele a otro que repita lo que dijo  si no has entendido tú.

-  Dirígete directamente a la persona discapacitada, no a su asistente, intérprete o al miembro de la familia presente. Y salúdale dándole la mano.

 - Sea cual sea la discapacidad, trata siempre a estas personas como adultos, no como si fueran niños.  Si está en silla de ruedas , ponte siempre a su nivel visual, para conversar fácilmente.

 -   Habla normalmente, sin exagerar o con énfasis innecesario.

 -   No temas preguntarle acerca de su discapacidad.

 -   Para facilitar la comunicación, ten cuadernos y lápices en todos los salones de reunión de    la parroquia.  Úsalos cuando te sean útiles.

      -   Si la persona tiene dificultad en hablar, préstale tu completa y tranquila atención, y no   intentes hablar tú por ella.  En todo caso, hazle preguntas breves, que requieran respuestas breves, una aserción con la cabeza, una moción de mano o una respuesta escrita.

 -  Permite que las personas hagan las cosas por sí misma cuando lo deseen aunque eso requiera más tiempo o no lo hagan del todo bien.  No siempre lo hagas tú por ellas.

      -  Ofrece tu ayuda, pero no la impongas si no es requerida.  Espera que tu ayuda sea aceptada, a que te den instrucciones, pero no insistas

 -  Si hablas con un sordo, llámale la atención tocándole ligeramente con la mano.  Mírale y háblale lenta y expresivamente para asegurarte de que puede leer tus labios.

 -  Ofrécete a leer algo –el boletín parroquial- a una persona ciega.  O guíala verbalmente cerca de los escalones, puertas, escaleras eléctricas… Pero, primero, identifícate.

 - Durante toda reunión, da el tiempo necesario para que atiendan a sus necesidades personales y para que descansen.  Sé paciente.

-   Respeta su espacio privado y sus instrumentos de ayuda personal, como la silla de ruedas. No juegues con el perro de ayuda de una persona ciega.  No trates de guiar por el brazo a la persona, si no te lo pide.   
      -  Apoya siempre y motiva el que una persona discapacitada –de acuerdo con sus dones y talentos- sirva como acólito, sea ministro de la comunión, sea portero y salude en la puerta, colecte las limosnas, lleve los dones al altar, proclame las lecturas, cante en el coro o dirija el canto…