domingo, 4 de abril de 2010

Homilías de la semana

Octava de Pascua (del 5/4/2010 al 10/4/2010)

Introducción a la semana

Si toda fiesta tiene octava, la fiesta de las fiestas, la de Pascua de Resurrección, ha de tener la octava más solemne. Y así es. No puede haber una fiesta en esta semana que derive la liturgia hacia ella. La Liturgia no se aparta del hecho eje de la Liturgia, y de nuestra vida, la Resurrección del señor. Luego, el tiempo de Pascua se prolongará seis semanas más, pero en este tiempo sí se celebrarán fiestas de santos o de María.
La Palabra de Dios en esta semana está tomada del libro de los Hechos de los apóstoles ´primera lectura - y de los diversos episodios de manifestaciones del resucitado a discípulos según los cuatro evangelistas. Los textos evangélicos describen cómo los discípulos van tomando conciencia de la resurrección del Maestro, y los textos de Los Hechos cómo se van formando las primeras comunidades cristianas, en las que se vive y se celebra el triunfo sobre la muerte del condenado a ella. Es la fe en la resurrección del Señor lo que las constituye como comunidad cristiana. Fe que conlleva una profunda convicción que les permite proclamar algo tan absurdo a primera vista, como que el crucificado y muerto a los ojos de todos como un maldito, Dios lo había resucitado y colocado a su derecha como juez universal. No es argumento apodíctico, pero sí da credibilidad al hecho. Es semana para seguir disfrutando con los discípulos de que la causa de Jesús no terminó en la cruz, sino que continúa en las comunidades que se forman en torno a la fe en su presencia resucitada. Y que merece la pena jugarse la vida por proclamarlo.
 
Fray Juan José de León Lastra, OP
Coordinador de "La Palabra al día"

Lunes, 5/4/2010

"Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos"

I. Contemplamos la Palabra

Primera Lectura: Hechos 2,14.22-23
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: "Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo."
Salmo Responsorial: 15 "Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti."
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: "Tú eres mi bien." El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R. Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R.
Evangelio: Mateo 28,8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán." Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

II. Compartimos la Palabra

El discurso de Pedro en la fiesta judía de Pentecostés presenta a David como quien anunció y prefiguró la vida, la muerte, y, sobre todo, el triunfo de Jesús. Entender a David, dice Pedro a los judíos, lleva a aceptar lo que ha acontecido con Jesús de Nazaret. Mantiene un tono de excusa, pues los judíos, no le mataron, le entregaron a la autoridad romana, que sí le ejecutaron; además fueron sólo instrumentos de lo que Dios tenía previsto. A nosotros nos cuesta hoy aceptar que los designios de Dios, restasen responsabilidad a quienes lo ejecutaron. Pero hemos de ser conscientes de que más les tenía que costar a quienes le entregaron a la muerte y lo vieron como un esclavo crucificado, aceptar lo que Pedro dice de él: que Dios lo resucitó y lo exaltó hasta sentarlo a su derecha. Que los apóstoles dieron su vida por esa afirmación viene a ser lo que más inclina a aceptar la resurrección. Su profunda experiencia de la resurrección es nuestro argumento –si se puede hablar así- a favor de la fe en ella.
Los apóstoles no fueron los primeros en encontrarse con el resucitado, fueron las amigas de Jesús. Éstas fueron las últimas testigos de su muerte y las primeras que proclamaron la resurrección. Las que habían pasado por la vida de Jesús unidas a él simplemente en esa relación de amistad, son quienes primero experimentaron su triunfo. Las primeras que se llenaron de alegría por ella. También habían sido las últimas que le habían acompañado en el Gólgota. El amor toma la primacía en el dolor y en el triunfo.
 
Fray Juan José de León LastraFray Juan José de León Lastra
Licenciado en Teología

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Martes, 6/4/2010

"¿Por qué lloras?, ¿a quién buscas?"

I. Contemplamos la Palabra

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2,36-41
“El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías. Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos. Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: Escapad de esta generación perversa. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil”.
Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperarnos de ti. R.
Evangelio: San Juan 20,11-18
“En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les contesta: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dice: ¡María! Ella se vuelve y le dice: ¡Rabboni!, que significa: ¡Maestro! Jesús le dice: Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor y ha dicho esto”.

II. Compartimos la Palabra

  • “Les traspasaron el corazón”

Pedro, con toda claridad y valentía, dirigiéndose a los judíos les recordaba que aquel a quien habían crucificado, Dios lo resucitó y le constituyó “Señor y Mesías”. “Estas palabras les traspasaron el corazón”, y por eso se convirtieron, se bautizaron y comenzaron una nueva vida.
Para ser cristianos hemos de tener esta misma experiencia. Jesús con sus palabras, su vida, su amor, nos tiene que “traspasar el corazón”. Tiene que conquistar nuestro corazón y cambiarlo, para que vaya al mismo ritmo que el suyo. En el fondo, el bautismo es eso: acompasar nuestro corazón al ritmo del corazón de Jesús para que nuestros sentimientos, deseos, ilusiones, decisiones… sean los suyos. ¿Hemos sentido que Jesús nos ha traspasado el corazón?
  • ¿Por qué lloras?, ¿a quién buscas?

Otro enfoque de qué es eso de ser cristiano. Cristiano, al igual que le sucedió a María, es aquel a quien Jesús le puede sorprender con esas dos preguntas: “¿a quién buscas?, ¿por qué lloras?”. El cristiano ha de ser un buscador incansable y después de haber encontrado a Jesús, ha de seguir buscando con Jesús el reinado de Dios, que Dios reine en su vida y ofrecer este reinado a quien encuentre por su camino. Si en este trajín que es la vida, llegamos a pensar que hemos perdido a Jesús y no sabemos muy bien dónde se oculta… cuando él de nuevo salga a nuestro encuentro, sin que en un primer momento le reconozcamos, nos pueda decir como a María: ¿por qué lloras? Y nuestra respuesta ha de ser la misma: “estoy muy triste porque no sé muy bien qué ha pasado, pero me han robado a mi Señor, y quiero encontrarlo porque sin él no puedo vivir, ya no sé vivir”. Y con más fuerza que antes, nos hará experimentar que nunca nos ha dejado: “Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos”.
Fray Manuel Santos  SánchezFray Manuel Santos Sánchez
La Virgen del Camino

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Miércoles, 7/4/2010

"Lo reconocieron al partir el pan".

I. Contemplamos la Palabra

Primera lectura: Hechos 3, 1-10
En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: - «Míranos.» Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: - «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.
Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9 R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos. Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas. R. Gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. R. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac. R.
Evangelio: San Lucas 24,13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: - «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: - «¿Qué?» Ellos le contestaron: - «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: - «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: - «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: - «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: - «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

II. Compartimos la Palabra

El milagro de Pedro y Juan sucede cuando éstos acuden al Templo, como buenos judíos, para la oración de la hora nona. ¿No les bastaba con la fracción del pan? Estamos en los comienzos. Jesús todavía tiene que aparecerse sucesivamente para afianzarles en la verdad del Reino. Y el Espíritu Santo vendrá y se dejará sentir para ir poniendo las cosas en su sitio. Pero, Dios está con ellos. Y la fuerza taumatúrgica de Jesús, también. Curiosamente, Pedro cura la misma enfermedad que curó Jesús y en el mismo sitio (Mt 21,14); y usa el mismo gesto y las mismas palabras de Jesús (Lc 5,23; 8,54). Y en el Evangelio, Jesús se sigue mostrando como la clave de su vida
  • El último encuentro

Todo hubiera sido distinto para todos, para ellos y para nosotros, sin el encuentro del “forastero” con Cleofás y “el otro”, camino de Emaús. Si no supiéramos que en el Evangelio y en la vida de Jesús no hay casualidades, atribuiríamos al azar aquel aparentemente tan fortuito encuentro entre ellos, huyendo de la quema, y el buen Jesús, aprovechando la ocasión que aquellos amigos del “crucificado” le brindaban.
Conocieron, admiraron, creyeron y esperaron en Jesús. Todo en pasado. Ya no pueden esperar nada, nada bueno se entiende, después de cómo acabó su amigo. Es cierto que algunas mujeres…Que si unos ángeles… Pero, algunos de los nuestros fueron al sepulcro y no encontraron nada…
Aquellos corazones estaban abonados para el encuentro, como el de María Magdalena. Y lo tuvieron. Y, aun sin reconocerle, lo admitieron e invitaron a la mesa. Y en el encuentro y en el compartir, se produjo el milagro. Y del encuentro y el compartir con Jesús surgió, como necesidad, el encuentro y compartir con los hermanos. Y con esa misiva volvieron a Jerusalén. 
  • Nuestros encuentros

Todo hubiera sido distinto también si Jesús no se hubiera hecho el encontradizo con nosotros. Todo hubiera sido distinto si, en el encuentro, nuestro corazón no hubiera estado convenientemente preparado. Pero hoy quiero referirme brevemente a otros encuentros.
Si hoy mi fe me remite a aquellos huidos hacia sus cuarteles de invierno pero, al mismo tiempo y antes que eso, testigos primeros de la Resurrección, en el fondo es porque me fío de ellos y su gesto es para mí un signo de credibilidad. ¿Y mis encuentros, qué? Cuando me dirijo por los caminos que llevan a mi Emaús ¿podrán fiarse de mí aquellos con los que me encuentro? ¿Me invitarán a la mesa para compartir el pan y que se produzca el milagro? Porque no es improbable que hoy se encuentren por los caminos de la vida personas necesitadas de un testimonio similar al de Cleofás y “el otro”.
 
Fray Hermelindo Fernández RodríguezFray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino

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Jueves, 8/4/2010

"Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día".

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-26
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: - «Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta mane-ra lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado. Aunque tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal que Dios anunció por boca de los santos profetas antiguos. Moisés dijo: "El Señor Dios sacará de entre vosotros un Profeta como yo: escucharéis todo lo que os diga; y quien no escuche al profeta será excluido del pueblo." Y, desde Samuel, todos los profetas anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra." Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de vuestros pecados.»
Sal 8, 2a y 5. 6-7. 8-9 R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
¡Señor, dueño nuestro, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? R. Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. R. Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

II. Compartimos la Palabra

  •  Dios lo resucitó de entre los muertos

Ante el milagro realizado por los apóstoles, con el lisiado que pedía limosna junto a la puerta hermosa, la gente acudía asombrada y curiosa para ver lo ocurrido.
Pedro, aprovechó la oportunidad para proclamar la Buena Noticia de Jesús Resucitado atribuyéndole el milagro; no son ellos los que lo han hecho, sino el Dios de los Padres: Abraham, Isaac y Jacob, que en su descendiente “ Jesús”, ha cumplido todas las promesas y lo ha glorificado.
Resaltan también la fe del enfermo, anima al pueblo a creer en Cristo, al que ellos habían crucificado por ignorancia invitándoles a la conversión.
Están hablando al pueblo de Israel, buen conocedor de las Sagradas Escrituras, por eso, insisten en datos tomados de la misma, para que puedan entender que, lo que Dios ha realizado con Cristo, no es más que el cumplimiento de las promesas que había realizado para la descendencia de Abraham, que sería bendición para todas las razas.
También a nosotros nos invitan a creer, las fiestas pascuales son tiempo oportuno para el encuentro con Cristo el Viviente.
  • Paz a vosotros

También los discípulos de Emaús llevan la buena noticia del encuentro con el resucitado. Y Cristo, que prometió estar donde dos o más estén reunidos en su nombre, se hace presente en medio de ellos con el saludo de la Paz. Les enseña sus llagas y com , para que se den cuenta que es él, que ha resucitado, y lo hace con textos del Antiguo Testamento explicando como se ha cumplido todo lo que Dios había anunciado por Moisés y los profetas acerca de él. Vosotros sois testigos de ello.
Reflexionemos sobre el interés que, tanto Cristo, como los apóstoles, ponen en manifestar la fidelidad de Dios que cumple las promesas y es que la Palabra de Dios es siempre actual, “Lo que dice lo hace, y el AT. es el anuncio de todo cuanto iba a suceder con Cristo.
San Jerónimo, gran conocedor de la Escritura afirma: Quien no conoce la Escritura, no conoce a Cristo.
En estas fiestas de Pascua, intensifiquemos la lectura de la Palabra, para poder conocer mejor a Cristo, Palabra hecha carne, que triunfa de la muerte y nos da una nueva vida y .trae da la Paz.
 
Hna. Maria Pilar  Garrúes El CidHna. Maria Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario

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Viernes, 9/4/2010

"¡Es el Señor!

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 1-12
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 1-12 En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y lo saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Le echaron mano y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Muchos de los que habían oído el discurso, unos cinco mil hombres, abrazaron la fe. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas; entre ellos el sumo sacerdote Anás, Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y los interrogaron: - «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?» Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió: - «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»
Sal 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina. R.
Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discí-pulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

II. Compartimos la Palabra

Estamos celebrando la Octava de Pascua, ocho días para gozar de un modo más expresivo en la Liturgia, de la presencia de Cristo, recién resucitado, entre nosotros. Semana que es imagen de la Eterna Fiesta que viviremos en el cielo junto a Cristo glorioso, sentado a la diestra de Dios intercediendo por nosotros. Pero no sólo eso, también se nos presenta en estos días los inicios de la predicación de la Iglesia, después de Pentecostés.
  • “Ningún otro nombre puede salvar”

Pedro y Juan, después de curar al paralítico del Templo son arrestados y llevados a la cárcel. Pero no están solos en el interrogatorio. Pedro respondió “lleno de Espíritu Santo”, que es el Espíritu de Jesús. Este espíritu es ahora el gran protagonista de la historia, el hace que Pedro siga siendo Pedro, impetuoso, impulsivo; ¿cobarde? ¡ya no! por la efusión que ha recibido de lo alto.
Es el nombre de Jesús, el que predica, quien le da la fortaleza para responder a sus adversarios a una pregunta que ya se la hicieron al mismo Jesús en otra ocasión.
Es el nombre de Jesús el único que puede salvar, ya no podemos agarrarnos más a las realidades terrenas sino para someterlas a las divinas. Ni el dinero, ni el prestigio, ni el poder, ni el sexo, ni la ambición tienen poder para salvar. Solo el nombre de JESUS puede salvarnos si nos acogemos a Él.
Pidamos al Señor que nos envíe su Espíritu en este día, para poder también nosotros proclamar la salvación que hemos recibido de Él por su muerte y resurrección.
  •  " Jesús se acerca, toma el pan y se lo da".

Ante el aparente fracaso de la cruz, los discípulos habían vuelto a sus quehaceres cotidianos. Ya no estaba Jesús con ellos; se habían acostumbrado a vivir al calor y al amparo del Maestro, y ahora que ya no está con ellos, regresan a lo de siempre, a lo conocido, a su anterior ocupación: pescar, pero pasan la noche entera sin coger nada.
Pero llega el Señor y transforma la noche en día, el cansancio en asombro, la ausencia se vuelve presencia. Sin Él, todo esfuerzo ha sido en balde, con Él todo recobra un cariz distinto. Bien podemos decir con el salmista: “Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.”.
El Resucitado les manda volver a tirar la red, que recoge una pesca milagrosa, y les invita a un encuentro con Él, de donde tendrán que aportar de los peces que acaban de pescar. Después de esta comida, los discípulos volverán a tomar el rumbo que habían perdido. Es, en realidad, una comida eucarística, (Jesús se acerca, toma el pan y se lo da), que recuerda la Última Cena. Pero esta vez, “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor”. ¡Su modo de tomar el pan y repartirlo era inconfundible!, como ocurriría de nuevo a los de Emaús.
Jesús se les aparece aprovechando lo que les es familiar: una pesca, una comida... ahí manifiesta su poder y su gloria. Cuántas veces el Señor se nos presenta en lo cotidiano y después de ese encuentro, volvemos a seguir al Señor sin reservas. La resurrección es la confirmación de la divinidad de Jesucristo. Jesús había cambiado, y los discípulos comienzan a cambiar también.
Jesús ha cumplido todo, ha dado el máximo fruto durante su misión terrena; y sin embargo tiene necesidad de la misión de la Iglesia, nuestra misión, para hacerse presente Resucitado en el siglo XXI.
 
MM. Dominicas Monasterio Ntra. Sra. de la PiedadMM. Dominicas Monasterio Ntra. Sra. de la Piedad
Palencia

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Sábado, 10/4/2010

“Lo que hemos visto y oído”.

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 13-21
En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, se sorprendieron y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús. Pero, viendo junto a ellos al hombre que habían curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y se pusieron a deliberar: - «¿Qué vamos a hacer con esta gente? Es evidente que han hecho un milagro: lo sabe todo Jerusalén, y no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos que vuelvan a mencionar a nadie ese nombre.» Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan replicaron: -«¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.» Repitiendo la prohibición, los soltaron. No encontraron la manera de castigarlos, porque el pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.
Sal 117,1 y 14-15.16-18.19-21 R. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R. La diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte. R. Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: - «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

II. Compartimos la Palabra

Ya de lleno en el tiempo Pascual, nos asomamos a la vida de los Apóstoles tras la resurrección de Jesús. Lo que han visto y han oído, pero sobre todo, lo que han vivido junto al Cristo no les ha dejado indiferentes. Y por eso se sienten en la obligación (¿?)- devoción, de proclamarlo a los cuatro vientos. Eso, como sabemos, muchas veces no gusta. Altera el orden establecido, saca de las casillas, complica la vida, acusa a los fuertes y produce escozores. Incluso nos molesta a nosotros mismos, los que nos llamamos y decimos cristianos, porque el Encuentro nos mueve a la acción, a dejar nuestra posición cómoda, a implicarnos. Y eso, duele.
Es lo que ocurrió con los Apóstoles cuando recibieron a la mujer, a María Magdalena, una mujer con convicciones profundas, que había sabido rehacerse a sí misma en diferentes momentos de su vida y que, ahora, después de todo lo que habían vivido juntos, venía a decirles no sé que del Señor, pero esta vez, vivo! Y claro, no se lo podían creer. Y tampoco la palabra de aquellos que lo encontraron en el camino. ¡Era tan fácil: Jesús se volvía a hacer presente allí donde antes había estado! A las mujeres, en el camino, en la mesa, con quienes le querían y en medio de todos a quienes había acompañado. Y sin embargo: “no la creyeron… no los creyeron”.
El poder terrenal se desconcierta con la fe de Pedro y de Juan como ellos mismos se habían quedado consternados con la de María o las otras mujeres. Y ese desconcierto provoca miedo. Y el resultado es el mismo. La presencia de Cristo-Sabiduría, resucitado, Dios de la Vida, al que vieron –o más bien del que supieron– que había muerto colgado de una cruz los hace salir de sí, dejar los miedos y entregarse a la tarea de compartir eso tan grande que han experimentado. Lo que se nos pide a nosotros en este día, en esta Pascua, en todo nuestro Paso: “Id al mundo entero…”. La creación entera, que en estos meses se revela-rebela como sujeto sufriente, también necesita de salvación. Y nosotros y nosotras tenemos una buena noticia que contar: que Dios se ha hecho uno de los nuestros, se ha hecho humanidad para hacernos más nosotros mismos.

Misa Crismal

Jueves 1° de abril, Misa Crismal en la Catedral de San Justo. Preside Mons. Baldomero C. Martini.
Todos participábamos con mucha emoción.

 Saludos afectuosos y emocionados entre nuestro Obispo y los sacerdotes
 Pbro. Marcelo Domínguez, Pco. San Roque de I. Casanova- Mons. B. Martini 

Entrega de los Santos óleos
De esta forma comenzamos nuestro Triduo Pascual