miércoles, 18 de enero de 2012

3º Dom. D. el Año - Ciclo B - Aporte para la Homilía El tiempo se ha cumplido


3º Dom. D. el Año - Ciclo B - APORTE

APORTE para la Homilía
El tiempo se ha cumplido

     Hoy todos parecen apurados. No me refiero a ustedes, sino a las lecturas que hemos proclamado. Nadie duda de que el hombre moderno viva apurado. Pero vive apurado y hasta enloquecido, por las cosas materiales. Los asuntos del espíritu - para la mayoría - ¡pueden esperar!.
     Frente a esta actitud negligente, las lecturas de hoy llaman nuestra atención: nos recuerdan la importancia de aprovechar el tiempo.
·         Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida, amenaza Jonás con aire sombrío.
·         Queda poco tiempo, advierte Pablo ligeramente impaciente.
·         El tiempo se ha cumplido: El Reino de Dios está cerca, proclama solemnemente Jesús.
     Tres mensajes extremadamente concisos:
·         Jonás, en sustancia, dice: ¡Ninivitas, se acabó!.
·         Pablo: hay que darse prisa.
·         Jesús: No sigan esperando. Aquí estoy yo. El Reino ya empezó.
     Los tres se refieren al tiempo. El tiempo que ya se ha cumplido, como dice Jesús. Pero no se trata, simplemente, del tiempo que mide el reloj o el almanaque. Cuando se le dice a un adolescente o a un joven: ya es tiempo que hagas algo, que estudies, que tengas un oficio, no le señalamos simplemente el almanaque; queremos decirle que le llegó el momento de la vida apto, adecuado, conveniente - a veces, insustituible -, para hacer lo que corresponde. De este tiempo habla la liturgia.
Éste es el mensaje de hoy: no hay tiempo que perder. La vida es corta.   Hay que tomarse "en serio" qué queremos hacer con ella.     
    1)    Jesús inaugura su predicación. Se presenta y nos dice: Hermano querido: se acabó el tiempo de la espera, el plazo se ha cumplido. Aquí estoy yo. Conviértete y cree en el Evangelio. Ésta es la ocasión favorable, el momento oportuno. Éste es tu tiempo, y no hay otro. ¡Aprovéchalo!.
       Valiente y arriesgado, este Jesús. Comienza su propuesta sobre el Reino no con promesas demagógicas, sino con una perentoria exigencia: Conviértanse.
     Además de valiente, realista. El Reino de Dios, es decir, la transformación de la sociedad para que la vida sea más humana, fraterna, solidaria, pacífica... empieza por la conversión del corazón. En el interior del hombre, en su corazón, es donde ha de germinar la minúscula semilla de  la solidaridad, la compasión, la justicia, la paz. Allí en nuestro propio corazón es de donde brota todo lo bueno y lo malo que vemos en el mundo. (Así lo anunciará Jesús más adelante - Mc. 7,21ss).
    La conversión es un cambio:  hay que cambiar de dirección.  Hay que apuntar no al egoísmo, la indiferencia, el desinterés por los demás, sino  a la solidaridad, la generosidad y el sacrificio por los otros; no al olvido de Dios sino al encuentro con él; no a la “ligereza” moral sino a una conciencia formada en el evangelio.  Ésta es la revolución cristiana: el cambio del corazón.
      Este cambio que exige decisión, esfuerzo, sacrificio es lo mejor que puede sucedernos.
 Cuando dejamos el “lastre” de nuestros defectos, pecados y miserias… ¡nacemos de nuevo! Descubrimos cuanta alegría y paz hay junto al Señor
   ¿Saben cuál es la ventaja de esta propuesta?. Que no depende de los demás, depende enteramente de mí; y cuando me decido, el Reino - ese que pedimos en el Padrenuestro - llega a mi corazón y soy enteramente feliz.
2)  San Pablo también se presenta impaciente: Hermanos, lo que les quiero decir es esto: queda poco tiempo. Para ilustrar su pensamiento propone comparaciones, que, a primera vista, desconciertan. No nos confundamos. San Pablo no propone que escapemos del mundo: del matrimonio, de la alegría, de la actividad económica...
     El cristiano desarrolla su vida como cualquier otro hombre, pero no de la misma manera. Hay una manera cristiana de encarar la vida, distinta de la de aquellos que no tienen fe. El cristiano sabe que la apariencia de este mundo es pasajera. Por eso pasa a través de “las cosas” sin dejarse atrapar por ellas.
     La exhortación de san Pablo no podía ser más actual. Vivimos en medio de la desesperación por tener (dinero, bienestar, poder, influencias...). El cristiano pasa en medio de las ofertas de este mundo como si..., es decir, dándole el relativo y adecuado valor que esos bienes tienen. No se aferra a ellos. Sabe que la apariencia de este mundo es pasajera y que queda poco tiempo.
     Obrar en cristiano en medio de una sociedad individualista y consumista, no es fácil. Por eso la conversión del corazón que nos propone Jesús es tarea de toda la vida. La conversión, el cambio es un proceso que se realiza día a día. Sin desanimarnos. Sin prisa, pero sin pausa. Día a día y en cada ocasión aparece la necesidad de optar por Cristo.
Termino:  Dijimos al comienzo que las lecturas de hoy nos recuerdan la importancia de aprovechar el tiempo; nos estimula a abrazar una vida más auténticamente cristiana, sin dejarlo “para después”.
Al final de Año litúrgico, la Iglesia nos recordará el final de nuestra vida, nuestro paso a la eternidad.  Hoy, en los comienzos del año, nos recuerda que esa vida es corta y no hay tiempo que perder: Queda poco tiempo, nos ha dicho san Pablo, y agregó: La apariencia de este mundo es pasajera.  Y Jesús, señaló el camino:  
Conviértanse:  crean y practiquen el evangelio.
                                                                                            Armando Benitez