domingo, 12 de septiembre de 2010

Vigésima cuarta semana del Tiempo Ordinario (del 13/9/2010 al 18/9/2010)

Vigésima cuarta semana del Tiempo Ordinario (del 13/9/2010 al 18/9/2010)

Introducción a la semana - Lunes - Martes - Miércoles - Jueves - Viernes - Sábado
Introducción a la semana

En esta semana afloran con fuerza dos celebraciones. La fiesta de la Exaltación de la santa Cruz y la memoria de Nuestra Señora de los Dolores. También es obligatoria la memoria de san Juan Crisóstomo y los santos mártires Cornelio y Cipriano, éstos sin lecturas propias. Dominicos y dominicas celebran el sábado, día 18, la memoria obligatoria del sencillo y entrañable santo Juan Macías.

En las primeras lecturas se continúa con la primera carta de Pablo a los Corintios. Aparte de seguir con prescripciones morales, se abordan cuestiones esenciales de la fe cristiana, como el hecho de la resurrección. La resurrección de hombres y mujeres tiene su fundamento en la resurrección de Cristo. Sin resurrección nuestra fe sería vana.
Sigue Jesús en los textos evangélicos derramando su enseñanza. En esta semana encontramos a Jesús que quiere alegría en los suyos. Que sepan disfrutar de la vida. Él asiste, invitado, a un banquete. Ve cómo una mujer tiene deferencias cariñosas con él. Y le da lugar a relacionar perdón y amor, con una relación recíproca. En fin, vemos a Jesús dejarse querer y ayudar por las mujeres que le siguen. Jesús no es un áspero profeta que ve el mal en todo, sino que descubre el gusto de vivir, la necesidad de amar y de tener amigos y amigas. Un gran y cercano Jesús.


Lunes, 13/9/2010 San Juan Crisostomo, obispo y doctor
"Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe."

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,17-26.33:

Al recomendaros esto, no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que provecho. En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra Iglesia os dividís en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros, para que se vea quiénes resisten a la prueba. Así, cuando os reunís en comunidad, os resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os apruebe? En esto no os apruebo. Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. Así que, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperaos unos a otros.
Sal 39 R/. Proclamad la muerte del Señor, hasta que vuelva

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/. «Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.» Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R/. Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: «Grande es el Señor» los que desean tu salvación. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,1-10:

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.» Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace.» Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

II. Compartimos la Palabra

Pablo, en la 1ª lectura de la carta a los Corintios, nos deja entrever un problema importante que existía en las comunidades primitivas: “al reuníos en Asamblea hay divisiones”. Acto seguido Pablo entra de lleno en el problema sin ningún tipo de vacilación, ofreciendo la siguiente metodología a la hora de afrontar problemas en cristiano:

- Las dificultades pueden ayudar a avanzar en el camino del seguimiento a Jesús tanto personal como comunitario. La referencia con la cual confrontarse, tanto personal como comunitariamente, es Jesús, el Señor de nuestras vidas.
- La pregunta a la cual nos tenemos que asomar sin miedo para reorientarnos en el seguimiento es: Y esta dificultad que tengo en este momento, ¿qué dice, dicho problema, de mi mismo? ¿qué nos dice comunitariamente? Sin verdad y sin misericordia no es posible contestar estas preguntas que nos impulsan en el camino del seguimiento.
- Frente a lo que nos revelen estas preguntas, se desprende unos compromisos lo cuales requieren determinación para llevarlos a cabo.

Dicho todo esto, podemos entender la severas advertencias que hace Pablo a la comunidad de Corintio con respecto al tema de la Cena del Señor u Eucaristía. Sólo hay una Mesa en la cual se sientan los cristianos por igual. No hay cristianos de primera ni de segunda. La rotura de la unidad en torno a la Mesa del Señor conlleva la no presencia del Señor en medio de la comunidad. ¡Duras consecuencias las de romper la comunión!

En cuanto al Evangelio de Lucas una palabra. Llama la atención que el centurión (pagano), a lo largo de todo el pasaje, no se encuentra con Jesús. Los que se encuentran con Jesús son, primero los criados y luego los amigos. El centurión solo conoce a Jesús de oídas, lo cual implica que alguien ya le había predicado el mensaje cristiano. Por ello, al ser la predicación presupuesto de la fe, cuando se produce el encuentro entre la Palabra de Dios (Jesús) y la fe de este centurión se produce la sanación del siervo, la salvación, la Felicidad.



Martes, 14/9/2010 Exaltación de la Santa Cruz
"Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él."

I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de los Números 21, 4b-9:

En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: -«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.» El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: -«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.» Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: -«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.» Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Salmo: Sal 77 R. No olvidéis las acciones del Señor

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, inclina el oído a las palabras de mi boca: que voy a abrir mi boca a las sentencias, para que broten los enigmas del pasado. R. Cuando los hacía morir, lo buscaban, y madrugaban para volverse hacia Dios; se acordaban de que Dios era su roca, el Dios Altísimo su redentor. R. Lo adulaban con sus bocas, pero sus lenguas mentían: su corazón no era sincero con él, ni eran fieles a su alianza. R. Él, en cambio, sentía lástima, perdonaba la culpa y no los destruía: una y otra vez reprimió su cólera, y no despertaba todo su furor. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
II. Compartimos la Palabra

*
La exaltación del amor

Hay que repetirlo cuantas veces sea preciso. La historia de las relaciones de Dios con los hombres es la historia de un amor apasionado de Dios hacia todos nosotros. La demostración más clara de este amor fue el envío de su propio Hijo a nuestra tierra. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”. Y Jesús, su Hijo, no vino para regañarnos, criticarnos, recodarnos nuestras debilidades y fallos, para hacer justicia al modo humano… sino para ayudarnos, para salvarnos, para otorgarnos esa vida plena que todos tanto deseamos. Dios Padre nos lo envió “para que no perezca ninguno de los que creen en él sino que tengan vida eterna”.
Nos señaló el camino que debemos recorrer en nuestra existencia terrena para que gocemos de “vida en abundancia”. No se limitó a predicar, sino que vivió todo lo que predicó y nos anunció. Su modo de vivir, en el que sobresale el amor, el que conduce a la verdadera vida, le llevó paradójicamente a la muerte en cruz, porque algunos hombres de su tiempo creyeron que era un camino equivocado que desestabilizaba la religión y el poder civil de entonces, y le mataron.
Jesús, por amor a nosotros, no se desdijo de la buena noticia que nos traía ni ante la amenaza de su muerte. Siguió predicando desde lo alto de la cruz el camino del amor, del perdón, de la paz, de la justicia, de las bienaventuranzas…

Por eso, la exaltación de la cruz es la exaltación no del dolor sino, en primer lugar, del gran amor de Jesús hacia nosotros, un amor que sobresale en el sufrimiento de la cruz. Agradezcamos a Jesús su última lección, antes de su resurrección, de vivir el amor como lo primero y principal de nuestra existencia. Pidámosle también que nos siga atrayendo hacia él, hacia su cruz, para que gastemos nuestra vida como él la gastó en servicio permanente del amor hacia los hermanos.

Miércoles, 15/9/2010 Nuestra Señora de los Dolores
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta a los Hebreos 5,7-9:

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Sal 30 R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia

A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí. R/. Ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. R/. Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. R/. Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios.» En tu mano están mis azares: líbrame de los enemigos que me persiguen. R/. Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan 19,25-27:

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

II. Compartimos la Palabra

Entre las muchas facetas destacables de María con relación a la experiencia humana de todos los tiempos, la del sufrimiento, la de sus dolores es la más antigua y una de las más veneradas a lo largo de toda la historia. Para comprenderlo, no hay más que pensar en los cuadros de la “piedad”, en las imágenes de la “piedad”, en las poesías sobre la “piedad”, en las capillas de nuestras catedrales, santuarios e iglesias sobre la “piedad”.

• “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre…”
Todos los datos del Evangelio sobre María pasan, de una u otra forma, por sus dolores, por su sufrimiento:
• En Belén, da a luz en medio de las circunstancias más penosas para una madre
• Porque el rey Herodes persigue al Niño, emigra a Egipto
• “Una espada atravesará tu corazón”, le dice el anciano Simeón en el Templo
• Cree que su Hijo está perdido en Jerusalén, con lo que esto significaba para sus padres
• En la vida pública de Jesús, los sobresaltos de la madre “intuimos” que tuvieron que ser continuos
• Y, al final, apresamiento, juicio, condenación, pasión, muerte, entierro… de su Hijo.
Hay que evitar, sin embargo, una pura consideración sentimental de su sufrimiento. María sufre la Pasión y muerte de Cristo como misterio de salvación. Y lo hace desde la fe, desde la esperanza y con caridad. Sufre unida a su Hijo, con sentimientos compartidos con los de su Hijo y dando a la Pasión y muerte de Cristo el único sentido que tienen.
• Madre dolorosa y, paradójicamente, nadie más feliz que ella.

A María la celebramos dolorosa, porque lo fue. Pero, ya no es dolorosa. María ahora, asunta a los cielos en cuerpo y alma, Madre de Dios y Madre nuestra, goza en el cielo de la gloria y el puesto que estos títulos llevan consigo. María, ahora más que nunca, “es bendita entre las mujeres” y “dichosa porque creyó”, como le dijo su prima Isabel. Y ahora se cumple a la perfección lo que ella mismo dijo de sí misma: “Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador. Y, desde ahora –dijo entonces- todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.
Bien es cierto que, como madre y buenísima madre que es, sigue “sufriendo” cuando sus hijos sufren. Y enjuga sus lágrimas, acalla y suaviza sus dolores y trata de contagiar su equilibrio y coherencia.


Jueves, 16/9/2010
“Tu fe te ha salvado, vete en paz”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15,1-11:

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Sal 117 R/. Dad gracias al Señor porque es bueno

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. R/. «La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.» No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. R/. Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,36-50:

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.» Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» Él respondió: «Dímelo, maestro.» Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debla quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.» Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.» Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.» Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.» Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

II. Compartimos la Palabra

*
“Por la gracia de Dios soy lo que soy”

Pablo se siente tan apóstol como los otros apóstoles. El, también fue testigo de la Resurrección de Cristo, también a él se le apareció Cristo resucitado, se considera el menor de los apóstoles, lo es, no por méritos propios, sino por la gracia de Dios.

Ante los corintios defiende el Evangelio que les predicó, que ellos recibieron y aceptaron, no basta con oír, la aceptación es la respuesta a la Palabra.

Pablo insiste que lo primero que les transmitió, lo más importante, tal como lo había recibido, es el misterio de nuestra Salvación, realizada por Cristo, que murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado según las Escrituras y que resucitó según las Escrituras.

Al repetir, según las Escrituras, Pablo quiere enmarcar la muerte –Resurrección de Cristo, dentro del Plan Salvífico de Dios. El cumplimiento de las Escrituras, da una unidad a toda la acción salvadora del Padre; anunciada por los profetas, realizada por Cristo y continuada por el Espíritu Santo.

Pablo es el transmisor, no es doctrina suya, es recibida e insiste que predica lo mismo que los otros apóstoles respondiendo a la gracia de Dios que en él “No ha sido estéril.”

“Tu fe te ha salvado, vete en paz”

En la primera lectura, San Pablo nos ha recordado el misterio de nuestra salvación, Jesús, vino para reconciliar, a la humanidad pecadora con el Padre, por el Amor. En este pasaje tan conocido, de la mujer pecadora, Jesús dice:”Se le perdonan sus muchos pecado, porque ha amado mucho”; está mujer, creyó en Jesús y lo amó, Él la defiende ante quienes la juzgan, como mujer conocida por pecadora. Simón juzgó a Jesús: ”Si fuera profeta sabría que esta mujer es pecadora”. Cristo, le demuestra que no sólo es profeta, es algo más, sabe leer, en el corazón de la mujer y en el de Simón que los está juzgando.

La mujer amó mucho y se le perdonó mucho, Jesús actúa con más autoridad que los profetas, perdona los pecados, lo cual solamente puede hacer Dios, se manifiesta como el Mesías y perdona los pecados con el poder de Dios.

Hoy, Cristo, sigue perdonando nuestros pecados, sólo nos pide como a la mujer pecadora: Fe y Amor. Recibir el perdón y perdonar con amor.

Viernes, 17/9/2010
"Jesús iba caminando, predicando el Evangelio del reino de Dios"

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15,12-20:

Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que lo muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, si es verdad que los muertos no resucitan. Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.
Sal 16 R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. R/. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha. R/. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,1-3:

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

II. Compartimos la Palabra

*
"Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido”

Pablo quiere fortalecer a los Corintios en la fe en la resurrección. Y lo hace con una lógica aplastante: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido”.

El hecho de la resurrección de Cristo y la consiguiente predicación de los apóstoles dio un vuelco a la historia, porque fue un acontecimiento inaudito. Ya en Atenas Pablo había tenido que soportar las burlas cuando predicaba en el areópago. Y esta duda y falsas doctrinas entran también en las primeras comunidades. Pablo debe repetir una y otra vez que Cristo ha resucitado, y que nosotros resucitaremos con Él.

Esta es la base de nuestra fe, el sólido fundamento del cristianismo: la muerte ha sido vencida por la resurrección de Cristo. Y todo lo que se salga de ahí, se sale de la fe predicada y transmitida por los apóstoles.

En nuestros días también se oyen a veces doctrinas extrañas, y no pocos cristianos se ven confundidos por ellas: reencarnaciones, espiritualismos y otras falacias. Por ello, debemos también nosotros fortalecernos y estar firmes en la fe y en la esperanza de la resurrección. Porque por el bautismo, ya hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Él. Aunque para el encuentro definitivo, cara a cara, aún nos falte recorrer un trecho del camino.
*
"Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres”

Breve es el Evangelio de hoy, pero no por ello exento de riqueza y enseñanzas para nosotros. En primer lugar, el anuncio del Reino no puede detenerse, es itinerante por naturaleza: “de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo predicando”. Da la sensación de que Jesús tiene prisa, mucha prisa, para que cuantos más mejor conozcan que el Reino ya está aquí. ¿Nos urge de igual modo a nosotros? ¿O estamos instalados en la comodidad y la mediocridad, “resignados” ante las dificultades del momento presente?

Ciertamente, el grupo de Jesús y sus seguidores debía llamar la atención por donde quiera que fueran. Un galileo, a quien su propia familia tacha de loco, con doce discípulos que él mismo ha escogido (entre los que se encuentran pescadores, publicanos y zelotes) y “algunas mujeres”.

Los doce le acompañan por expreso deseo del Maestro. ¿Y las mujeres? Tampoco tienen muchos méritos de qué presumir. Pero uno sí: la gratitud. Jesús las ha “curado de malos espíritus y enfermedades”. Y esto las basta para dejarlo todo, acompañarlo, e, incluso, poner sus bienes al servicio de su causa.

Si hacemos un poco de balance en nuestra vida, nuestras “liberaciones” particulares no han sido menores que las de ellas. Por ello esta gratitud al Señor debe manifestarse en nuestro caminar con Él, contribuyendo a que otros puedan también ser liberados y se unan a este grupo tan dispar y original; pero, al fin y al cabo, un grupo “sanado” por el poder de Jesús.


Sábado, 18/9/2010
"Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra".

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15,35-37.42-49:

Alguno preguntará: « ¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo traerán?» ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura: «El primer hombre, Adán, fue un ser animado.» El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Sal 55 R/. Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida

Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios. R/. En Dios, cuya promesa alabo, en el Señor, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre? R/. Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,4-15:

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?» Él les respondió: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»

II. Compartimos la Palabra

En tiempos de recesión económica se nos anuncia que hay alguien que ofrece el “ciento por uno”. La verdad es que este anuncio es para recibirlo, en un primer momento, con total desconfianza ya que la oferta es increíblemente desmesurada. La primera de las lecturas, de la carta dirigida a la comunidad de Corinto intenta dar respuesta a unas personas que se preocupan por el futuro. Preguntas del tipo ¿qué sucederá? ¿qué pasará con nosotros? o ¿qué beneficios obtendremos a partir de nuestras acciones cotidianas? parece que son lógicas todas ellas ahora que estamos en este mes de septiembre, que para una buena parte de nosotros/as, supone el comienzo de una nueva etapa, como veíamos la semana anterior.
Quizá estos textos se refieran a los lugares en donde debemos poner nuestra atención si queremos desvelar parte de lo que el futuro nos depara y no son otros que los sitios en donde “sembramos”. Estos lugares de siembra requieren humanidad. Es decir, necesitan previsión, calculo y cuidado. El verbo sembrar indica al mismo tiempo que hay espacios y lugares en los que podemos poner nuestra atención y que nos resultan muy queridos. Pues la siembra es al mismo tiempo un esfuerzo y un acto de confianza en un futuro próximo donde, si todo va bien, obtendremos buenos frutos. Por ello, requiere precisión y necesita llevarse a cabo de un modo adecuado.

Nuestras inversiones han de estar precedidas de unos ciertos cuidados necesarios. Así la siembra tendrá como resultado una buena cosecha. Esos cuidados han de tener en consideración el estado del terreno del que disponemos. No es posible sembrar sin más, sino que hemos de preparar el espacio que va a recibir la semilla para que pueda transformarse y llegar a ser aquello que tiene previsto. Lejos de romanticismos, sabemos que estos trabajos no son sencillos y requieren sabiduría. Por ello, debemos descubrir cuáles son los terrenos personales, comunitarios y sociales de los que disponemos. Según sean estos tendremos que elegir el tipo de semilla que pueda adaptarse y contar con los riegos y abonos necesarios para que puedan convertirse y dar fruto.

Sin embargo, todas estas cualidades están ya a nuestra disposición: “Nosotros tenemos oídos” pues la Sabiduría misma se ha empeñado en ello. Además se nos pide que exprimamos nuestras capacidades humanas y disfrutemos de este conocimiento que nos ha sido regalado. Así sabremos cuándo y dónde podemos sembrar en medio de nuestras comunidades dominicanas ahora que se está celebrando el Capítulo General; qué elementos pedregosos hemos de eliminar de nuestra Iglesia para que no ahogue la semilla del evangelio; o bien cómo cultivar corazones sociales, “nobles y generosos” para seguir construyendo una democracia que permita crecer a sus ciudadanos y ciudadanas en todos aquellos valores que ayuden a reconocer nuestra plena dignidad.