domingo, 17 de octubre de 2010

Vigésima novena semana del Tiempo Ordinario (del 18/10/2010 al 23/10/2010)

Hnos.. Todos
Preparemos nuestro corazón para el retiro de Diáconos Permanentes y Candidatos Aspirantes al Diaconado Permanete que realizaremos los dias 29, 30 y 31 de Agosto en Ramos Mejia.
Tambien invitamos a todos los fieles de nuestra Dócesis de San Justo para que unan sus oraciones por nuestras vocaciones Diaconales .
ARMANDO

Introducción a la semana - Lunes - Martes - Miércoles - Jueves - Viernes - Sábado

Empieza la semana con la fiesta de san Lucas. ¡Cuánto tenemos que agradecer los textos que nos ofrecieron los evangelistas! Y en especial a san Lucas por su evangelio: el de la infancia de Jesús, con su estilo directo, y su compromiso con los humildes y pobres. Lucas está conmigo, dice Pablo en la primera lectura de ese día. Fue además buen compañero de Pablo. El resto de los días nos encontramos con las lecturas “continuas”. Las primeras lecturas tomadas de la carta a los Efesios muestran el carácter de honda teología de ese documento, explicitado por san Pablo desde la experiencia del hondo amor de Dios a los hombres, que se realiza en Jesús de Nazaret.

San Lucas es también el evangelista que nos encontramos en los textos evangélicos. Nos ofrece diversas parábolas de Jesús para hacer comprensible su catequesis. Unas veces esta se dirige a los discípulos, otras a la gente, una vez a algunos que le plantean una delicada cuestión, la cuestión de por qué el mal, el mal que generan los hombres se ceba en algunos de ellos. En otros textos aparece algo que es muy de san Lucas, la necesidad de estar vigilantes.

En uno de estos días de la semana puede que se celebre la “Dedicación de la iglesia”. Es una fiesta que alude al templo donde los cristianos forman comunidad orante. Un lugar que con su arquitectura muestra la relación hacia Dios de la vida humana y donde esta relación se celebra en comunidad. Es necesario venerar nuestras iglesias.

Lunes, 18/10/2010 San Lucas Evangelista, fiesta
"¡Poneos en camino!"

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4,9-17a:

Dimas me ha dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacia; Tito, a Dalmacia; sólo Lucas está conmigo. Coge a Marcos y tráetelo contigo, ayuda bien en la tarea. A Tíquico lo he mandado a Éfeso. El abrigo que me dejé en Troas, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro, el metalúrgico, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará lo que ha hecho. Ten cuidado con él también tú, porque se opuso violentamente a mis palabras. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio salud para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles.
Sal 144,10-11.12-13ab.17-18 R/. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R/. Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. R/. El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,1-9:

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."»

II. Compartimos la Palabra

Todos los cristianos por naturaleza somos apóstoles, en el sentido amplio; es decir, el cristiano tiene por nota distintiva el ser predicador del nombre de Jesucristo, predicador de la Felicidad, de la Vida, contenida en la Palabra de Dios. Decir cristiano y decir seguidor de Jesucristo es decir lo mismo. El cristiano es aquel que “vive en sus carnes” la Felicidad de la Palabra de Dios. Y esta Vida plena sólo se puede gustar siendo seguidor de Jesucristo.

Celebramos hoy la fiesta de San Lucas, evangelista. Hombre, seguidor de Jesús, que experimentó la Vida que regala Jesucristo y que, además, contó su experiencia con Jesús en su obra. A Lucas se le ha denominado: el evangelista de la misericordia, el escritor de los gentiles, el gentil culto, el médico.... tantos y tantos calificativos que se han hecho en nuestra tradición sobre un personaje de primera fila de cristianismo primitivo. Personalmente, me llama la atención un calificativo que pasa desapercibido y que habla de la identidad personal de Lucas: Portador de la Luz. Esto significa etimológicamente Lucas.

Pocas veces he visto esta bella calificación de Lucas, que nos sitúa en una posición adecuada para comprender mejor a la figura de un apóstol. Un apóstol es un portador de la Luz, es aquel que porta, que lleva, luz en medio de la oscuridad; es aquel que dice una palabra clarificadora, iluminadora... Por ello, ser cristiano es ser seguidor de Jesús, es ser apóstol, es ser portador de la Luz de Dios con nuestra propia vida. El apóstol es aquel que arroja la Luz de Dios en medio de la confusión.

El pasaje evangélico que se nos ofrece en la festividad de San Lucas nos habla de este poder que tenemos los cristianos por el hecho de ser seguidores, apóstoles, de Jesús. Es el poder de dar una palabra bella, clarificadora... una palabra que, aunque la pronunciamos nosotros, no es nuestra; es de Dios. Nuestra palabra sera poderosa, o dicho de otra manera: creíble, cuando sea una palabra que se refiera a Dios y no a nosotros mismos. Aquí radica el poder de los cristianos. Nuestra palabra, con pretensiones de verdad, de esperanza, de misericordia... se convierte en Palabra de Dios. A esto se refiere el fragmento evangélico: el encargo dado a los 72 coincide en su contenido con la actividad de Jesús. Los apóstoles, los discípulos, los seguidores son los que proclaman la cercanía del Reino y los que curan enfermos.... Son los intermediarios del poder de Dios... Al ser seguidores de Jesús, recibimos la misma misión que Jesús: predicar el nombre de Dios, predicar la misericordia de Dios, predicar la Felicidad que es Dios.

Lucas comprendió esto a la perfección. Comprendió que la Palabra de Dios es misericordiosa y a ello dedico su vida y su obra. Por ello, San Lucas es el portador de la Luz de Dios, el portador de la Palabra misericordiosa de Dios.
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Martes, 19/10/2010
"Abrirle…apenas venga y llame".

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2,12-22:

Antes no teníais un Mesías, erais extranjeros a la ciudadanía de Israel y ajenos a las instituciones portadoras de la promesa. En el mundo no teníais ni esperanza ni Dios. Ahora, en cambio, estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu. Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo. Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
Sal 84 R/. Dios anuncia la paz a su pueblo

Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.» La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R/. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R/. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,35-38:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»

II. Compartimos la Palabra

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“Estáis en Cristo”

En su tiempo, San Pablo, dirigiéndose a los “gentiles”, les recordaba que no pertenecían al pueblo de Israel, el portador de la promesa de Dios, ni tenían al Mesías, ni la esperanza que Él traía. Cristo, con su llegada, derrumbó, ya en aquel entonces, esos muros de separación. “Estáis en Cristo”, decía San Pablo a los efesios y también nos lo dice a nosotros. El proyecto de Dios para toda la humanidad sin distinción de razas ni colores, proclamado por Cristo, derriba todas las barreras que los hombres levantamos con nuestras ideologías, nacionalidades, fobias…

Si estamos en Cristo, si aceptamos a Cristo, entraremos en su Reino, el Reino de Dios, en el que Dios es nuestro Padre y todos somos hermanos unos de otros. No hay más que un pueblo, el pueblo de Dios, no hay más que una familia universal, la familia de Dios. Formamos todos el único cuerpo de Cristo. Si Dios es Amor y le aceptamos… no puede haber división entre nosotros porque el amor nunca separa, sino que une, siembra la paz entre todos sus hijos.

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Abrirle…apenas venga y llame

A lo largo de todo su evangelio, Jesús nos invita a que no vivamos distraídos, sin darnos cuenta de las cosas grandes que Dios nos ofrece a todos, en medio de las mil vicisitudes de nuestra historia. Quiere que siempre estemos vigilantes, ojo avizor para captar y responder a las múltiples maneras que tiene Dios de llamar a nuestra puerta… para que “apenas venga y llame” le abramos y le acojamos en nuestro corazón.

En nuestra relación con Dios nos pasa lo mismo que en nuestras relaciones humanas, con hombres y mujeres, sabiendo que son iguales y distintas. Con algunos de ellos estamos muy atentos parar cultivar y ahondar en esa relación, para que todo contribuya a hacerla más profunda. Estamos siempre preparados para crecer en la amistad con ellos, para vivir e intimar más con ellos… porque esa amistad con nos hace mucho bien, nos ayuda a vivir.
Jesús nos pide que estemos siempre preparados para nuestra relación con Dios, para abrirle la puerta cuando se acerque a nosotros y nos habla a través su Palabra, de nuestro hermanos, de los acontecimientos… no podemos vivir despistados, sino muy atentos. Sobre todo,a las venidas, llamadas, insinuaciones, citas… de Dios.

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Miércoles, 20/10/2010
“Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3,2-12:

Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, del que os he escrito arriba brevemente. Leedlo y veréis cómo comprendo yo el misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y participes de la promesa de Jesucristo, por el Evangelio, del cual yo soy ministro por la gracia que Dios me dio con su fuerza y su poder. A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la fe en él.
Is 12,2-3.4bcd.5-6 R/. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador

Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R/. Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso. R/. Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el santo de Israel.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,39-48:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

II. Compartimos la Palabra

San Pablo, en el fragmento de su carta a los Efesios, insiste en el proyecto salvador universal de Dios, no sólo sobre los judíos sino también sobre los gentiles. Esto lo considera Pablo el misterio de Cristo revelado por el Espíritu. Para nosotros, algo normal; para los judíos contemporáneos de Pablo, algo que no podían entender fácilmente.
Jesús, en el Evangelio, propone hoy dos pequeñas parábolas, muy breve la primera; más trabajada la segunda. Las dos en la línea de los pasajes anteriores sobre la esperanza.

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Vigilancia

Sorprende, en el ejemplo parabólico de Jesús, que la llegada del Señor sea comparada con la del ladrón. Éste no tiene nada que ver con el Señor, su comportamiento tampoco y los resultados del mismo menos aún. No tenemos que fijarnos tanto en la imagen cuanto en su intención y significado. Se busca hacer hincapié en lo inesperado de la llegada del Señor y en la consiguiente vigilancia para que eso no suceda. Sabemos que vendrá, estemos preparados. Preparados y vigilantes porque nadie conoce el día y la hora más que el Padre. Tanto la muerte como el ladrón juegan con el factor sorpresa. Si, avisados como estamos, preparamos aquel momento con delicadeza, tenacidad y perseverancia, podemos seguir expuestos a la sorpresa del ladrón, nunca a la de la llegada del Señor.

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Fidelidad

La vigilancia en cristiano se llama fidelidad. La actitud de cuantos conocemos la voluntad de Dios sobre nosotros para este tiempo de espera y esperanza. Es la actitud de la Iglesia, todavía peregrina al encuentro del Padre. Dos tentaciones pudieran hacer peligrar lo que el Señor espera encontrar a su regreso: acostumbrarse a la ausencia, “el Señor está tardando”, y apoltronarse; y, en segundo lugar y más grave todavía, llegar a creernos dueños en lugar de sólo administradores. Se necesita mucha honradez para conducirnos en la vida según criterios y parámetros del Señor, no según los nuestros. Ese es el encargo recibido y del que tendremos que responder.

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¿Quién vigila a los vigilantes?

“Señor, ¿has dicho esta parábola por nosotros o por todos?” Por vosotros, particularmente, y por todos, hubiera podido contestar Jesús. No todos tenemos la misma responsabilidad ni tenemos que responder todos de lo mismo. Pero, todos tenemos que vigilarnos a nosotros mismos. Porque “al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”.

La mejor actitud durante la ausencia del Señor y hasta que vuelva es la limpieza del corazón para ser capaces de ver y apreciar las distintas, y a veces numerosas, misivas que podamos recibir del Señor interesándose por su casa y por nuestra gestión. En el Evangelio hay gestos mediante los cuales el Señor se hace presente, visita su casa, su viña, y anima o se queja de lo que encuentra. Todos somos vigilantes, todos tenemos nuestros talentos, todos hemos sido llamados y enviados. Y todos somos vigilados. En la medida en que nosotros nos adelantemos, en esa misma medida le facilitaremos al Señor su cometido.

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Jueves, 21/10/2010
“He venido a poner fuego en el mundo y ojala estuviera ya ardiendo”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3,14-21:

Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios. Al que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder que actúa entre nosotros, a él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.
Sal 32 R/. La misericordia del Señor llena la tierra

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/. Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R/. Pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. R/. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,49-53:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

II. Compartimos la Palabra

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“Que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento”

En este texto, Pablo, nos recuerda la Paternidad de Dios, somos sus hijos por adopción, y pide que, por la acción del Espíritu Santo, se robustezca nuestra fe en Cristo para que habite en plenitud en nuestros corazones.

Si Cristo habita en nosotros, el amor vivirá en nosotros, abarcándolo todo, en Cristo, y con Él llegaremos a la a la plenitud según Dios.

Cristo es el centro, el pléroma de la Iglesia, sin Él no podemos hacer nada, pero unidos a Él, raíz y sabia de nuestra vida cristiana, actuará en nosotros, nos dará la capacidad y la fuerza que necesitamos para la entrega ante el sacrificio; si como miembros de la Iglesia, nos dejamos llevar por la fuerza del Espíritu. Ella será la gloria de Cristo para siempre.

Sólo unidos a Cristo, podremos amar en profundidad a cuantos nos rodeen.

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“He venido a poner fuego en el mundo y ojala estuviera ya ardiendo”

Jesús, centro de nuestra vida, ha venido a traer el fuego de su amor y es su deseo que prenda en nosotros la llama de ese amor. Si verdaderamente nos dejamos abrasar por Él, seremos testigos de sus amor ante el mundo, aunque muchas veces no seremos comprendidos, por eso vendrán discusiones e incluso persecuciones.

Solo en este sentido que podemos entender la frase de Jesús “No he venido a traer la paz, sino la guerra”.

¿No es esto lo que ha sucedido y sigue sucediendo en nuestros días? ¿Cuántas familias divididas por causa de la fe?.

Para algunos, hoy, la fe es un sincretismo, todo es válido, pero Jesús es claro, el que no está conmigo, está contra mi.

¿Dónde nos situamos nosotros?

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Viernes, 22/10/2010
“Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,1-6:

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
Sal 23 R/. Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R/. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R/. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,54-59:

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer? Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo.»

II. Compartimos la Palabra

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“ Un solo cuerpo, un Señor, un bautismo”

El ruego que nos hace Pablo desde la cárcel es vivir conforme al evangelio de Jesucristo. Hemos recibido una llamada divina desde el día de nuestro bautismo, y esta vocación se va desarrollando día a día con las personas que nos rodean.

No estamos en esta vida por casualidad, sino para cumplir una misión. Tampoco hemos sido convocados para glorificar a Dios sino para que se realice en nosotros la plenitud de Cristo que luego se prolongará en alabanza, sencillez, bondad, amabilidad, espíritu de servicio... Si ejercitamos estas virtudes desde nuestras fuerzas, pronto nos cansaremos; pero si estamos unidos a Cristo, desde la fe se trasciende todo, nos invadirá su Espíritu y seremos humildes en el Humilde, compasivos en el Compasivo, amables en el Amable... y esto es lo que da gloria a Dios.

Pidamos al Señor amar en su amor y alcanzaremos esa paz de la que nos habla san Pablo, la que nace de una fe confiada y nos pone en relación con las personas más necesitadas.
· “Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?”

Jesús nos enseña lo que aprende de su Padre. La primera lección que nos da este viernes es que no andemos atolondrados, que sepamos discernir los signos de los tiempos. Dios es nuestro Padre y quiere comunicarse con nosotros abramos pues los ojos de la mente y el corazón para estar despiertos y sepamos descubrir las señales que va dejando a nuestro lado, signos de su presencia a veces tan difíciles de reconocer en las desgracias humanas, pero ahí está Él amándonos y esperándonos.

En la segunda lección nos cuenta un ejemplo práctico de lo que se debe hacer y lo que se debe evitar: cuando discutas, ponte de acuerdo con tu contrincante antes de ir al juez; pero no con soborno ni con adulación, sino dialogando, perdonando y reconociendo su parte de verdad, que seguro que algo tiene. La discusión es buena siempre que estemos abiertos a la conversión, pues nos ayuda a crecer y a madurar nuestra vida de fe.

El hombre de manos inocentes y puro corazón, subirá al monte del Señor.

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Sábado, 23/10/2010
“Realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él”

I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,7-16:

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.
Sal 121 R/. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R/. Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor. R/. Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,1-9:

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.» Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas."»

II. Compartimos la Palabra

La comunidad cristiana está formada, desde sus orígenes, por miembros que son y que se reconocen muy diferentes unos de otros. No podría ser de otro modo. Así somos todos los seres humanos que constituimos este diverso puzzle que formamos la humanidad. Estas distinciones personales pueden ser connotadas, tanto dentro como fuera de la Iglesia, como algo que nos distancia y que incluso nos invita al enfrentamiento.

Pablo recalca las diferencias de los que seguimos a Jesús, pero a reglón seguido subraya la única manera sensata de gestionarlas: la unidad de todos, la participación mutua, el enriquecimiento comunitario. El cuerpo de Cristo sólo se construye, afirma el apóstol, si cada uno, sin exclusión de nadie, cumple su función para el bien común. Lo contrario, continúa Pablo, es comportarse como niños que a la postre serán fácilmente influidos por cualquier viento de la vida.

Es un buen momento para preguntarnos en qué de diferentes somos cada uno de nosotros. No para pelearnos, no para presumir, no para destacar. Sí para aportar y para construir. Sólo si conozco lo que me diferencia de mi hermano me permitirá saber qué clase de ingrediente soy para añadirlo al guiso común.

Y las diferencias nunca podrán ser definidas por el título o el cargo que ostento en la Iglesia, sino por el fruto que puedo dar en ella. En nuestra querida Iglesia, muchos tienen ya etiquetado el cargo que desempeñan: los obispos, los laicos, los catequistas, los liturgistas o los representantes de Cáritas. Otros, en cambio, llevan tiempo buscando un apelativo que no encuentran o, incluso, que se les niega.

No es el título el que define la función. Es la función la que da sentido al cargo o al nombre. De otra manera podemos acabar siendo como esa higuera que ocupaba mucho terreno, que proyectaba una gran sombra…pero que no daba fruto. El hortelano, muy sensato, sugirió ponerse manos a la obra, para ver todo lo que podía sacar de ella.

Preguntémonos qué podemos dar y démoslo. Y sólo después, si nos queda tiempo y ganas, nos colocamos el apelativo.