viernes, 16 de diciembre de 2011

Homilia del 4to. Domingo de Adviento


APORTE para la Homilía

... que se cumpla en mí...
*  2 Sam. 7,1-5. 8-12. 14. 16   *  Sal. 88, 2-5. 27. 29   *  Rom.  16, 25-27    +  Lc. 1, 26- 38

      Dios cumplió la promesa anunciada en la primera lectura. María lo hizo posible: "que se cumpla en mi lo que has dicho",  respondió.  Y el Hijo de Dios se hizo hombre.  Dios cumplió. María cumplió.   Falta que cumplamos nosotros.  ¿Cómo es esto?  Al nacer Jesús, hace 2000 años, se puso la piedra fundamental para edificar una nueva humanidad.  Pero esta "nueva humanidad"  no termina de aparecer.  Falta mucho para que el hombre sea realmente humano y la humanidad una gran hermandad. Hay que seguir anunciando a Jesús.  Falta que cada cristiano conozca mejor a Jesucristo,  se enamore de él y lo haga nacer, cada día, en su corazón y   en el corazón de quienes lo rodean.  Para ello la liturgia hoy, nos pone como modelo a María., la Virgen del “Sí”, de la entrega total a la voluntad de Dios: "que se cumpla en mí lo que has dicho",  fue su respuesta y ha de ser la nuestra.
1.-   En el pórtico de la nochebuena aparece la espectacular figura de esta muchacha que, probablemente no sabía leer ni escribir, donde el Hijo de Dios decidió hacerse hombre, uno de nosotros.  Para  que  "cumplamos" también nosotros con Dios, tenemos  en María el modelo perfecto.
       En primer lugar, la actitud de escucha.  María acepta dialogar con el ángel, escuchar  a Dios.  ¡Cuántas maravillas aparecerían en nuestra vida con una actitud semejante!. El rey Salomón - prototipo del hombre sabio - pedía constantemente: "Dame, Señor, un corazón que escuche" (1 Re. 3,9). El desbordado ritmo de la vida moderna traba nuestra escasa actitud de "escucha". No buscamos el silencio interior y el exterior para escuchar a Dios, para dialogar con él... y creemos que Dios está mudo. No, Dios no está mudo. Nosotros no escuchamos. ¿Acaso dedicamos mucho tiempo para dialogar con él?.  Serenemos  nuestro espíritu; dediquemos tiempo a Dios, y con seguridad, escucharemos su voz.
     Cuando uno escucha "en serio" a Dios, en la intimidad de la oración, en la reflexión de su palabra,  cuando experimenta su ternura, asumir la actitud de la Virgen, es un "gozo desbordante". ¿Qué otro sentimiento podríamos tener al escuchar la voz del Señor diciéndole: "No temas, alégrate"?. No hay mayor alegría que el encuentro con Jesús; no hay mayor felicidad que servir al Señor, allí donde él nos llame a servir. ¿Queremos cumplir con Dios?. Imitemos la disponibilidad de María, su entrega generosa y confiada a la misión que Dios le encomendaba: "Yo soy la servidora del Señor; que se cumpla en mí lo que has dicho".
2.-  Quiero pasar a otro tema. Tenemos en estos días una misión común y urgente: cristianizar la Navidad.
     Sabemos que la Navidad, hoy por hoy, es una fiesta pagana. El arbolito ha reemplazado al pesebre, y papá Noel es más popular que Jesús…aún para muchos cristianos. No hay Navidad cristiana sin Jesús; no hay Navidad cristiana si nos preocupa más la cena de Nochebuena que el significado y la consecuencia del nacimiento de Jesús.
    *  Celebrar cristianamente la Navidad significa “celebrar de verdad” que Dios se ha hecho compañero de nuestras fatigas, alegrías y dolores.
·       Significa también estar convencido de lo que Dios asegura en la Primera lectura: "Yo seré un padre para él, y él será para mí, un hijo".
·       Este anuncio profético referido a Cristo se cumple en cada ser humano. Mirando a cada persona - en especial a los pobres, débiles y enfermos - el Señor asegura: "Yo seré un padre para él, y él será un hijo para mí".
Necesitamos silencio y paz para escuchar a Dios. Pero necesitamos también el fuego del amor para ver en cada ser humano un "hijo de Dios", un hermano con el que Jesús se identifica.
·       La pregunta urgente de estos días es: ¿A quien puedo alegrar en esta Navidad?. ¿A un enfermo internado en un hospital, a un chico que no tiene familia, a un anciano olvidado en un asilo, a un preso a quien puedo escribir o visitar...?.
·       ¿A quién puedo alegrar en esta Navidad?. ¿A mis hermanos, primos,  parientes más alejados, a los que hace mucho que no trato, que no llamo por teléfono...?.
·       ¿A quién puedo alegrar  en esta Navidad?. ¿A un vecino a quien apenas saludo, a alguien que está solo y espera un gesto de afecto...?.
·       No hay Navidad sin Jesús, y Jesús está presente en todos los corazones abatidos.  No debemos salir de esta celebración  sin determinar a quién voy a hacer feliz en esta Navidad.
·       Y no nos olvidemos de ponernos a nosotros mismos en esta lista. .  A cada uno de nosotros Dios nos dice: "Seré un padre para ti, y tú serás un hijo para mí":  Todos necesitamos zambullirnos en el amor misericordioso del padre .
Termino:  La Iglesia nos propone el júbilo, la alegría, el gozo del encuentro amoroso con Dios que nos ama, nos perdona y quiere olvidar todas nuestras faltas.  Y si alguien  piensa que sus faltas y pecados son demasiado grandes o bochornosos, aplíquese el argumento que el ángel esgrime con María.  "Para Dios nada es imposible". ¿Qué tal?  ¿Tenemos en cuenta  que para Dios nada es imposible? Los que se desalientan con facilidad, repitan insistentemente esta verdad:  "para Dios nada es imposible; para Dios nada es imposible; para Dios nada es imposible"... y el Dios, para quien nada es imposible… les dará  la paz.

                  Gracias !! Profesor A. Cifelli.