domingo, 29 de abril de 2012


Mensaje del Prefecto de la Congregación para el Clero
Card. CLÁUDIO HUMMES
Prefecto de la Congregación Para el Clero

Queridos Diáconos Permanentes,

Es una gran alegría dirigirme a todos vosotros en el día de la fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir, en mi primer año como Prefecto de la Congregación para el Clero.


Los Diáconos ocupáis desde siempre un lugar especial en mi corazón. Os admiro y, además, quisiera deciros que siempre he visto en la restauración del Diaconado Permanente, fruto del Concilio Vaticano II, una preciosa gracia del Señor para su Pueblo y un ministerio ordenado de gran potencialidad y actualidad en la misión de la Iglesia.

Doy gracias a Dios por la llamada, que vosotros habéis recibido y por vuestra generosa respuesta. Para la mayoría de vosotros que estáis casados, esta respuesta también fue posible gracias al amor, a la ayuda y a la colaboración de vuestras esposas y de vuestros hijos.

Hablando de los diáconos, el Concilio Vaticano II dice que confortados con la gracia sacramental, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad”. (LG 29). Vuestro ministerio es “diaconía de la Iglesia en las comunidades cristianas locales, signo o sacramento del mismo Cristo Señor, quien no vino para ser servido sino para servir” (Pablo VI, Ad Pascendum, Introducción). Justamente Ignacio de Antioquia afirma que los diáconos son “ministros de los misterios de Jesucristo... ministros de la Iglesia de Dios” (S. Ignatii Antiocheni, Ad Trallianos, II,3).

El Concilio Vaticano II explica además que la gracia sacramental conferida a través de la imposición de las manos os capacita a realizar vuestro servicio de la palabra, del altar y de la caridad con una eficacia particular (Cf. Ad Gentes, 16).

Por lo tanto habéis sido ordenados para el servicio de la Palabra de Dios. Esto quiere decir que todo lo que se refiere a la predicación del Evangelio, a la catequesis, a la difusión de la Biblia y a  su explicación al pueblo, os está confiado ordinariamente,  pero siempre bajo la autoridad de vuestro Obispo. Hoy, la Iglesia llama nuevamente a todos sus miembros - in modo particular a los ministros ordenados - a la misionaridad, es decir a levantarse e ir en modo organizado al encuentro, en primer lugar, de nuestros bautizados que se han alejado de la práctica de su fe cristiana, pero también de todos aquellos que conocen poco o nada a Jesucristo y su mensaje, para proponerles nuevamente el primer anuncio cristiano, el kerigma y, de este modo, conducirles nuevamente a un encuentro vivo y concreto con el Señor. En tal encuentro se renueva la fe y se refuerza la adhesión personal a Jesucristo, condición para una fe viva y para ser testigo fiel en el mundo. No podemos reducirnos a la sola espera de nuestros bautizados en nuestras iglesias. Tenemos que ir a encontrarlos donde viven y trabajan, mediante una actividad misionera permanente, con atención especial a los pobres en las periferias urbanas. Este ministerio de la Palabra espera de vosotros, mis queridos Diáconos, una familiaridad constante con la Sagrada Escritura, especialmente con los Evagenlios. Que vuestro esfuerzo permanente sea escuchar, meditar, estudiar y practicar la Palabra de Dios. Así se convertirán cada vez más en discípulos del Señor y se sentirán llamados e iluminados por el Espíritu Santo para la misión.

Habéis sido ordenados para el servicio litúrgico–sacramental. Actuáis con funciones litúrgicas propias en la celebración y distribución de la Eucaristía, centro de la vida de la Iglesia y, por ello, centro también de la vida de los ministros ordenados. Poseéis un ministerio que os confía una especial responsabilidad en el campo de los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio. El Obispo os puede confiar todo lo que se refiere a la pastoral bautismal y matrimonial - familiar.

Habéis sido ordenados para la caridad. ¡Cuántas cosas para hacer, organizar y animar! Los pobres, los excluidos, los desocupados, los hambrientos, quienes están reducidos a la miseria extrema que son una cantidad inmensa, levantan sus manos y sus voces hacia la Iglesia. Entonces, los diáconos tienen, por origen histórico y por ordenación, una responsabilidad central hacia todos ellos. La caridad, la solidaridad hacia los pobres, la justicia social, son campos de altísima urgencia que desafían a los cristianos, porque Cristo dice: “En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros” (Jn 13,35).

Queridos Diáconos Permanentes, os saludo a todos con afecto y gratitud. Saludo a vuestras esposas y a vuestras familias. ¡Sed testigos del amor de Dios! Os confío a María Santísima que continúa a proclamar: “Yo soy la sierva del Señor” (Lc 1,38). Y siguiendo su ejemplo de servicio, sirvamos a nuestros hermanos en la gran familia humana y en la Iglesia. ¡Sobre todos vosotros mi bendición!

Ciudad del Vaticano a 10 de agosto de 2007
Fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir



Claudio Card. Hummes
Prefecto

martes, 24 de abril de 2012

Monseñor Carlos Ruffolo fue nuestro primer Director a quien siempre tenemos presente, Hoy Cura Párroco de la Parroquia Santisimo Redentor de Ramos Mejia.

                                 !!!   Gracias Queridisimo Padre por tu trabajo pastoral ¡¡¡¡
                                                                                                                                     Armando

4º dom. de Pascua - Ciclo B - APORTE

APORTE para la Homilía

El Pastor necesita pastores
* Hech 4,8-12  * Sal 117, 1.8-9.21-23.26.28 cd. 29  * 1º Jn 3,1-2   + Jn 10,11-18

       En el marco de la celebración de la Pascua de Resurrección, este domingo cuarto es llamado "domingo del Buen Pastor", porque todos los años se leen fragmentos del capítulo décimo de san Juan, en el que Jesús se presenta a sí mismo bajo la figura del buen Pastor.
     Jesús utiliza la imagen del buen Pastor por la fuerza espectacular que  tenía para el pueblo de Israel. Las virtudes del pastor aplicadas a Dios recorren todo el Antiguo Testamento. Al auditorio de Jesús le bastó oírle decir:  "Yo soy el buen Pastor" para entender  su misión: cuidar, buscar, curar, salvar... a los que el Padre le había encomendado, hasta dar la vida por sus ovejas.
     Hermanos:  Este buen Pastor, necesita amigos que le ayuden en su misión. Hoy celebramos la “Jornada mundial de oración por las vocaciones de especial consagración", particularmente las vocaciones sacerdotales y religiosas.   Reflexionemos sobre ello. (conviene mencionar las oras vocaciones de especial consagración)
1.-   Fue  Juan Pablo II quién  proclamó solemnemente la santidad del Padre Damián de Veuster, (1840 – 1889) conocido también como Damián de Molokai.  El Padre Damián tenía 33 años cuando llegó a Molokai, hace ya 135 años.  Molokai es una pequeña isla de la Polinesia, donde en ese tiempo confinaban a los enfermos de lepra.  Todo aquel que llegaba a Molokai no volvía a salir nunca más.
         El Padre Damián se ofreció  libremente para ir de misionero a la isla de los leprosos, y en el servicio a esos enfermos abandonados y rechazados por todos , les hizo palpar el amor de Dios  devolviéndoles la dignidad de personas.
       El joven misionero llegó a la isla de los leprosos sabiendo que nunca más saldría de allí, y en el servicio al Señor en sus hermanos crucificados él mismo fue configurado con Jesucristo Crucificado: el Padre Damián  murió leproso en abril de 1889, luego de 16 años en Molokai. (Pausa).
      En una ocasión, el inolvidable Mahatma Gandhi señaló:  "El mundo político y periodístico no conoce  un héroe del que pueda glorificarse y que sea comparable con el Padre Damián de Molokai.
      La Iglesia Católica cuenta entre los suyos con millares de miembros que, siguiendo su ejemplo, han sacrificado su vida al servicio de los leprosos.  Valdría la pena conocer en qué fuente se alimenta tal heroísmo"
     Hermanos: Nosotros conocemos  esa fuente: el Espíritu Santo que actualiza en muchos hombres y mujeres la vida entregada de Jesucristo, el Buen Pastor . 
    2.-  Precisamente, este buen Pastor necesita colaboradores entregados "a tiempo pleno" al servicio de Dios y de los hombres. Jesús sigue llamando. Todo joven – varón y mujer- ha de plantearse seriamente, alguna vez,  si el Señor lo invita a esta consagración.
     No es necesario ser un “superdotado”; tampoco “ser perfecto”;  ni estar ansioso por ir a la isla Molokai…  Es necesario estar enamorado de Jesús y tener el deseo de acompañarlo más de cerca en su misión.  Sobre esta base es oportuno consultar con un sacerdote esa generosa y brillante perspectiva.
     La vocación es un llamado, llamado que comienza en esa pequeña inquietud por seguir a Jesús más de cerca.  Es importante prestarle atención.  Rezar.  Consultar          
         En síntesis:  la vocación sacerdotal o religiosa,  es la senda de los corazones resueltos,  optimistas, enamorados de Jesús que se acercan  para decirle:  "Señor, quiero que mi vida sea como la tuya: un dar y  darme total, absoluta y exclusivamente,  a pesar de mis limitaciones y debilidades"
        Para finalizar:   El mundo actual tiene urgente necesidad de "evangelios vivientes" que lo hagan más humano, más solidario, más lleno de Dios.  No hay empresa más útil y hermosa sobre la tierra.  Todo cristiano está llamado a ser "evangelio viviente" en el estado de vida y actividad que su corazón y generosidad le inspiren.  Pero Cristo, el Buen Pastor, el verdadero y buen amigo necesita colaboradores consagrados a él en exclusividad para mejor servir a los hermanos.
      Desde mis propias limitaciones e imperfecciones quiero asegurar, sobre todo a los jóvenes, que   vale la pena dedicarse a la causa de Cristo;  vale la pena dedicarse a ayudar al hombre en el camino hacia la eternidad; vale la pena consagrar la vida a un ideal que  proporciona grandes alegrías, aunque exige no pocos sacrificios,  vale la pena esforzarse, día a día, por imitar a Jesús,  vale la pena tener el coraje de decir que "sí" a la llamada de Jesús,  el Buen Pastor,  verdadero y buen amigo
    Hermanos:  Jesús mismo viendo a la multitud, dijo a sus discípulos: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.  Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. (Mt. 9, 37-38).
    Rueguen…  rueguen…  rueguen… es la consigna de esta jornada.  Voy a rezar una oración en nombre de todos.  Al finalizar ustedes adhieren exclamando: Amén.  Señor, envía trabajadores para la cosecha. (Nos ponemos de pie).
     Jesús, Maestro y Amigo:  Nos mandaste pedir trabajadores para la cosecha.  Derrama sobre tu Iglesia el Espíritu de piedad y fortaleza para que florezcan abundantes y dignos servidores de tu pueblo.  Vos que vivís, reinás y nos amás por los siglos de los siglos.  R. 
    
       

domingo, 22 de abril de 2012

"No tengáis miedo"

Fueron éstas las primeras palabras que S.S. Juan Pablo II lanzó al mundo entero desde la Plaza de San Pedro, en aquella memorable homilía celebrada con ocasión de la inauguración oficial de su pontificado, el 22 de octubre de 1978. Y son ciertamente estas mismas palabras las que ha hecho resonar una y otra vez en los corazones de innumerables hombres y mujeres de nuestro tiempo, alentándonos -sin caer en pesimismos ni ingenuidades- a no tener miedo "a la verdad de nosotros mismos", miedo "del hombre ni de lo que él ha creado": «¡no tengáis miedo de vosotros mismos!». Desde el inicio de su pontificado ha sido ésta su firme exhortación a confiar en el hombre, desde la humilde aceptación de su contingencia y también de su ser pecador, pero dirigiendo desde allí la mirada al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús, vencedor del mal y del pecado, autor de una nueva creación, de una humanidad reconciliada por su muerte y resurrección. Su llamado es, por eso mismo, un llamado a no tener miedo a abrir de par en par las puertas al Redentor, tanto de los propios corazones como también de las diversas culturas y sociedades humanas.

Este llamado que ha dirigido a todos los hombres de este tiempo, es a la vez una enorme exigencia que él mismo se ha impuesto amorosamente. En efecto, «el Papa -dice él de sí mismo-, que comenzó Su pontificado con las palabras "!No tengáis miedo!", procura ser plenamente fiel a tal exhortación, y está siempre dispuesto a servir al hombre, a las naciones, y a la humanidad entera en el espíritu de esta verdad evangélica».
"No tengáis miedo"

Fueron éstas las primeras palabras que S.S. Juan Pablo II lanzó al mundo entero desde la Plaza de San Pedro, en aquella memorable homilía celebrada con ocasión de la inauguración oficial de su pontificado, el 22 de octubre de 1978. Y son ciertamente estas mismas palabras las que ha hecho resonar una y otra vez en los corazones de innumerables hombres y mujeres de nuestro tiempo, alentándonos -sin caer en pesimismos ni ingenuidades- a no tener miedo "a la verdad de nosotros mismos", miedo "del hombre ni de lo que él ha creado": «¡no tengáis miedo de vosotros mismos!». Desde el inicio de su pontificado ha sido ésta su firme exhortación a confiar en el hombre, desde la humilde aceptación de su contingencia y también de su ser pecador, pero dirigiendo desde allí la mirada al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús, vencedor del mal y del pecado, autor de una nueva creación, de una humanidad reconciliada por su muerte y resurrección. Su llamado es, por eso mismo, un llamado a no tener miedo a abrir de par en par las puertas al Redentor, tanto de los propios corazones como también de las diversas culturas y sociedades humanas.

Este llamado que ha dirigido a todos los hombres de este tiempo, es a la vez una enorme exigencia que él mismo se ha impuesto amorosamente. En efecto, «el Papa -dice él de sí mismo-, que comenzó Su pontificado con las palabras "!No tengáis miedo!", procura ser plenamente fiel a tal exhortación, y está siempre dispuesto a servir al hombre, a las naciones, y a la humanidad entera en el espíritu de esta verdad evangélica».

martes, 17 de abril de 2012

1er) Encuentro ; Concilio Vaticano ll

El 21 de Abril Hs,, 09,oo comienza los cursos de formación mensual del Instituto de Teologia del Obispado de San Justo.

1er) Encuentro ; Concilio Vaticano ll

       Profesor; Monseñor Baldomero Carlos Martini "Obispo de San Justo"

       Costo: $ 25,oo

       Lugar; Casa de las intitucuones en la catedral de San Justo.

       Avisanos si venis ; Petroarg@Hotmail.com "Armando"