martes, 4 de diciembre de 2012

"Está por llegarles su liberación"


SOBRE EL ADVIENTO

Por el Cardenal Joseph Ratzinger – Benedicto XVI

 
«El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?

Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía.

Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta en proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo.

La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (...) El niño‑Dios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.

Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo (...)».

 

Alegraos en el Señor

(...) “Alegraos, una vez más os lo digo: alegraos”. La alegría es fundamental en el cristianismo, que es por esencia evangelium, buena nueva. Y sin embargo es ahí donde el mundo se equivoca, y sale de la Iglesia en nombre de la alegría, pretendiendo que el cristianismo se la arrebata al hombre con todos sus preceptos y prohibiciones. Ciertamente, la alegría de Cristo no es tan fácil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversión.

Pero sería falso traducir las palabras: «Alegraos en el Señor» por estas otras: «Alegraos, pero en el Señor», como si en la segunda frase se quisiera recortar lo afirmado en la primera. Significa sencillamente «alegraos en el Señor», ya que el apóstol evidentemente cree que toda verdadera alegría está en el Señor, y que fuera de él no puede haber ninguna. Y de hecho es verdad que toda alegría que se da fuera de él o contra él no satisface, sino que, al contrario, arrastra al hombre a un remolino del que no puede estar verdaderamente contento. Por eso aquí se nos hace saber que la verdadera alegría no llega hasta que no la trae Cristo, y que de lo que se trata en nuestra vida es de aprender a ver y comprender a Cristo, el Dios de la gracia, la luz y la alegría del mundo. Pues nuestra alegría no será auténtica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la más íntima profundidad de nuestra existencia, imposible de sernos arrebatada por fuerza alguna del mundo. Y toda pérdida externa debería hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos más maduros para nuestra vida auténtica.

Así se echa de ver que los dos cuadros laterales del tríptico de Adviento, Juan y María, apuntan al centro, a Cristo, desde el que son comprensibles. Celebrar el Adviento significa, dicho una vez más, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan y María nos enseñan a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible. Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo. El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia que exista en el mundo está amparada por una misericordia amorosa, está dominada y superada por la benevolencia, el perdón y la salvación de Dios. Quien celebre así el Adviento podrá hablar con derecho de la Navidad feliz bienaventurada y llena de gracia. Y conocerá cómo la verdad contenida en la felicitación navideña es algo mucho mayor que ese sentimiento romántico de los que la celebran como una especie de diversión de carnaval».

 

Estar preparados...

«En el capitulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...”

Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. ¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sueño que nos invita a desentendernos de nuestra vocación y nuestras mejores posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestran el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la del dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo».

Juan el Bautista y María

«Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible.

Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma viva es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoiete: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».
(Fuente: conoceris de verdad.org")

 

lunes, 3 de diciembre de 2012

Intenciones del Santo Padre para el mes de diciembre

Intención General: Para que los migrantes sean acogidos en todo el mundo con generosidad y amor auténtico, especialmente en las comunidades cristianas.
Intención Misionera: Para que Cristo se revele a toda la humanidad con la luz que emana de Belén y se refleje en el rostro de la Iglesia.

viernes, 7 de septiembre de 2012

El arte de proclamar.

Cómo proclamar la Palabra de Dios - I

En este artículo nos proponemos dar algunos consejos muy prácticos para mejorar la proclamación de la Palabra de Dios en la Misa y los demás sacramentos. No es un asunto de poca monta; la lectura que se hace de los textos sagrados, dependiendo de cómo se haga, puede ayudar a la mejor disposición interior de los fieles o puede ahuyentarla. Pero antes de enumerar algunos puntos muy concretos, digamos alguna palabra sobre este ministerio tan importante. La proclamación de la Palabra de Dios también forma parte del oficio del predicador. En la Iglesia, casi siempre la homilías o el sermón están precedidos por la lectura del Evangelio o de algún texto bíblico. Pero además al sacerdote o al diácono sólo está reservada la proclamación del Evangelio en la Santa Misa y en algunas otras celebraciones sacramentales. Los demás fieles también participan de este ministerio y los criterios que se pueden dar para ejercerlo correctamente se aplican por igual a todos.

Desde tiempos muy antiguos existía en la Iglesia el ministerio del lectorado, que aún en nuestros días se sigue como paso para las órdenes sagradas. Es un ministerio que compete exclusivamente a los varones en razón de su vinculación íntima al sacramento del orden sagrado, pero hoy en día, por diversas razones de orden pastoral lo ejercen indistintamente hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños que al hacerlo entran en la categoría de un ministerio ejercido de manera temporal o excepcional. Sin embargo, no se debe olvidar que en realidad se trata de un ministerio instituido y que requiere de una preparación adecuada no sólo por la alta dignidad de su naturaleza, que se refiere al rol de la Palabra de Dios en la Liturgia eclesial, sino porque debe ser ejercido de manera correcta para no traicionar su sentido de ser una proclamación solemne a través de la cual Dios le habla a su Pueblo.

Seguidamente se enumeran una serie de "acentos" y sugerencias, la mayoría de orden práctico, sobre cuestiones relativas al ejercicio de este ministerio. Algunas cosas parecerán muy obvias, pero precisamente uno de los errores típicos que cometemos es considerar la proclamación de la Palabra de Dios en la Misa un asunto descontado, para el que no se necesita mayor preparación; basta escoger personas que sepan leer bien y asunto arreglado. Pero esto está muy lejos de ser cierto. Proclamar la Palabra de Dios no es lo mismo que leer cualquier otro mensaje en público. Cada cosa situada en su propio contexto puede tener significados propios y producir efectos diversos. Vamos a lo concreto:

  Damos por descontado que las personas escogidas para leer la Palabra de Dios tienen que tener una condición básica que es saber leer bien, con suficiente fluidez y volumen, y una vocalización aceptable.

  No cambiar con demasiada frecuencia a los lectores. No hay que tener reparos en "poner siempre a los mismos", y lo coloco entre comillas porque muchas veces se alude a esto como si fuera un mal signo, o como si las personas fueran a aburrirse por tener que ver siempre a los mismos subir al presbiterio. Habría que preguntarse si alguien se hace problemas con ver siempre al mismo sacerdote o escuchar siempre al mismo organista. El problema es que con frecuencia se pierde de vista la verdadera naturaleza del rito eucarístico; no es una especie de talkshow al que hay que traer siempre invitados distintos. También se comete el error de convertir esto en un derecho de los fieles, y no lo es. Lo importante es que el lector sepa lo que hace y por qué lo hace. Ahora bien, si se tiene a varios lectores, así como a varios acólitos bien preparados, mejor, pero no debe ser ese el objetivo primario.

  Destinar el lugar donde se Proclama la Palabra de Dios sólo para eso.  No convertir el ambón de la Palabra en un lugar de usos múltiples. Es la "mesa de la Palabra", y no  una suerte de podio para hablar en público.

 Enseñar a los lectores a realizar las debidas reverencias al altar, al momento de aproximarse al presbiterio.

  Procurar que la vestimenta de los lectores y su actitud sea la más adecuada; sobria y al mismo tiempo reverente. De ninguna manera dejar que suban personas mal vestidas a leer las lecturas.

  Considerar la proclamación del salmo de manera independiente. Antiguamente era más frecuente que hubiera un salmista, especializado en proclamar el salmo o cantarlo. Esto es difícil porque no siempre en nuestras iglesias hay alguien que sepa cantar. Pero si lo hay, o si es posible entrenar a alguien, hay que hacerlo porque es algo que enriquece mucho la Liturgia de la Palabra. Además existe abundante literatura musical a la que se puede recurrir sin necesidad de inventar nada nuevo.

  [Continúa en el siguiente artículo titulado "Cómo proclamar la Palabra II".]
 

 

sábado, 1 de septiembre de 2012

Intenciones del Santo Padre para el mes de setiembre

Intención General: Para que los políticos actúen siempre con honradez, integridad y amor a la verdad.
Intención Misionera: Para que aumente en las comunidades cristianas la disponibilidad al envio de misioneros, sacerdotes y laicos, y de recursos concretos a las Iglesias más pobres.

jueves, 30 de agosto de 2012

Santa Rosa de Lima





 
Etimológicamente significa” rosa, jardín florido”. Viene de la lengua latina.

La primera mujer declarada santa de todo el continente americano

El Papa Inocencio IX dijo de esta santa un elogio admirable: "Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones". Lo cual es mucho decir.

Isabel Flores de Oliva, hija de Gaspar de Flores y María de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el nombre de "Rosa" al que ella añadió "de Santa María" En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Y el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.

En los años en que nació Santa Rosa de Lima, la sociedad de su época, propia de un periodo colonial, esta orientada en varios aspectos por el ideal de tener más. Hay allí familias pudientes, otras de pequeños propietarios y la gran mayoría de campesinos, negros y mulatos, que son tratados como esclavos. La familia de Rosa es de pequeños propietarios. Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humana además de proporcionarle una sólida formación en la fe.

Lima tiene una comunidad pionera en la evangelización: el convento de Santo Domingo. Allí los seglares pueden participar en la liturgia, reunirse a meditar la Palabra de Dios y colaborar temporalmente en los puestos misionales o "doctrinas".

Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "Rosa conságrame a mí todo tu amor". Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al ir a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.

Rosa en su interior vive un dilema: por un lado siente vocación de religiosa contemplativa y, por otros, percibe la imperiosa llamada a realizar esta vocación en el interior de su familia, trabajando por el Reino de Dios desde fuera del convento, esto sucedió así:

Se había propuesto irse de monja agustina. Pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja ó no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: "Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea". Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.

A sus 20 años encuentra el camino: ser pobre por la fraternidad universal ingresando en la Orden de Predicadores, en su movimiento seglar, había sucedido que ella vino a saber que la más famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.

Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar. Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa, cítara). En aquel hogar la vida es sencilla, pero lo necesario nunca falta.

Participa en la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo. Al fondo de su casa, en la huerta de sus padres, construye una cabaña, una ermita, con el fin de asimilar más el Evangelio en la oración; allí entra en comunión con Dios, con los hombres y con la naturaleza. Sólo Dios la va retribuyendo y ella se va forjando como mujer de "contemplación en lo secreto". A esto une una serie de mortificaciones. Explica en sus escritos que la mortificación es necesaria para ser saciados por el Espíritu de Dios, para vivir orientados por el Espíritu Santo, para renovar la faz de la tierra a partir de uno mismo. Frente a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los errores de los demás, persona las injurias, se empeña en hacer retornar al buen camino a los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en la misericordia y la compasión.

Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias, lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: "quien se humilla será enaltecido".-

Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.

Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: "Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto". Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.

Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa.-

Rosa de Lima, pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, desde 1614 a 1617. Don Gonzalo era un empleado rico del gobierno y su esposa, María de Uzategui, tenía un gran aprecio por Rosa. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".

Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: "Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo". Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador a los 31 años.

Y a esta muchacha de condición económica pobre y sin muchos estudios, le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que postponerlo porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo

Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año Toda América Meridional y Filipinas la veneran como patrona.

Así es, como es celebrada como la primera flor de santidad de América, insigne por la fragancia de su penitencia y oración. Dotada de brillantes cualidades y dotes de ingenio que tuvo ya desde niña se consagra al Señor con voto de virginidad. Sintió profunda veneración por Santa Catalina de Siena , con quien se advierte una sorprendente afinidad, así fue como por ello decidió en 1606, inscribirse en la Orden Seglar Dominicana para darse más plenamente a la perfección evangélica.

Esta amante de la soledad dedicó gran parte del tiempo a la contemplación deseando también introducir a otros en los arcanos de la "oración secreta", divulgando para ello libros espirituales. Anima a los sacerdotes para que atraigan a todos al amor a la oración.

Recluida frecuentemente en la pequeña ermita que se hizo en el huerto de sus padres, abrirá su alma a la obra misionera de la Iglesia con celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los "indios". Por ellos desea dar su vida y se entrega a duras penitencias, para ganarlos a Cristo. Durante quince años soportará gran aridez espiritual como crisol purificador. También destaca por sus obras de misericordia con los necesitados y oprimidos.

Rosa arde en amor a Jesús en la Eucaristía y en honda piedad para con su Madre, cuyo rosario propaga con infatigable celo, estimando que todo cristiano "debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón".

Los milagros empezaron a sucederse en favor de los que invocaban la intercesión de Rosa, y el sumo pontífice la declaró santa y la proclamó Patrona de América Latina, Rosa de Lima, es la más bella rosa que ha producido nuestro continente.



ORACIÓN

Oh esclarecida Virgen, Rosa celestial, que con el buen olor de tus virtudes has llenado de fragancia a toda la Iglesia de Dios y merecido en la gloria una corona inmarcesible; a tu protección acudimos para que nos alcances de tu  celestial Esposo un corazón desprendido de las vanidades del mundo y lleno de amor divino.

¡Oh flor la más hermosa y delicada que ha producido la tierra americana!, portento de la gracia y modelo de las almas que desean seguir de cerca las huellas del Divino Maestro, obtén para nosotros las bendiciones del Señor. Protege a la Iglesia, sostén  a las almas buenas y aparta  del pueblo cristiano las tinieblas de los errores para que brille siempre majestuosa la luz de la Fe y para que Jesús, reine en las inteligencias de todos los hombres y nos admita algún día en su eterna y dichosa mansión. Amén.

En algunos almanaques o calendarios figura la fiesta de Santa Rosa de Lima el 23 de agosto, en los calendarios provenientes de Latinoamérica figura el 30 de agosto, ya sea una u otra fecha..... ¡Felicidades a las Rosas!


 

martes, 21 de agosto de 2012

Un día feliz

En el día de San Pio X, un abrazo fraterno y cariñoso a quienes ejercen la tarea catequística. En primer lugar a quienes la ejercen por el carácter del Orden Sagrado, Obispos, Presbíteros y Diáconos. También Religiosos y Religiosas y la inmensa pléyade de quienes recibieron el mandato de ejercerla en bien de la Iglesia.
Para todos ellos aquí va un cuentito tomado de "San Pablo Comunicación", la página digital de Editorial San Pablo, a quienes les hacemos llegar nuestro saludo, nuestras sinceras "gracias" por la tarea realizada y el acompañamiento de nuestra oración


"No creo en la Iglesia porque no creo en Dios"


Si ampliamos el panorama señalado en el anteriormente, en donde nos comenzamos a preguntar acerca de las diversas razones por las que la gente rechaza la institución eclesial, no podemos dejar de tener en cuenta a aquellos que no creen en la Iglesia porque, en definitiva, no creen en Dios. Los diferentes sufrimientos, las guerras, las calamidades y las injusticias, padecidos a lo largo de la historia de la humanidad, suelen ser las razones y los argumentos habituales que esgrimen quienes se reconocen como ateos y sostienen que la religión es solo “un cuento inventado por los curas”. Por ello, en esta ocasión, compartiremos un relato tomado del libro Cuentos educativos para jóvenes, del reconocido religioso camilo Mateo Bautista, que nos permitirá reflexionar juntos acerca de estos desafíos e interrogantes:

Para leer:

Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recortarse la barba. Entabló una amena conversación con la persona que lo atendía. Hablaron de muchos temas. De pronto, surgió la cuestión de Dios. El barbero manifestó abiertamente:

−Pues yo, caballero, no creo que Dios exista, como usted dice.

−Pero… ¿Por qué afirma usted eso? −preguntó el cliente.

−Pues es muy fácil. Basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. Dígame, acaso si Dios existiera ¿habría tantos enfermos? ¿Habría niños abandonados? Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor e injusticia en el mundo. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.

El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión.

El barbero terminó su trabajo, y el cliente salió del negocio. Recién abandonada la barbería, vio en la calle a un hombre muy desarreglado, con la barba y el cabello desalineados. Entonces, tuvo una inspiración, entró de nuevo en la barbería y le expresó al barbero:

−Señor, ¿sabe usted una cosa? Los barberos no existen.

−¡Cómo que no existen! ─Se admiró el barbero─. Aquí estoy yo, que soy barbero.

─¡No! ─replicó el cliente─. No existen, si existieran, no habría personas con el pelo y la barba tan largos como los de ese hombre que va por la calle.

─¡Ah! Los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen a nosotros.

─¡Exacto! ─precisó el cliente. Ese es el punto clave. Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia él y no lo buscan, por eso, hay tanto dolor y miseria en la tierra.

(Tomado de Cuentos educativos para jóvenes, Mateo Bautista, SAN PABLO, 2007)



Para la reflexión personal y grupal:

-¿En qué ámbito se entabla la conversación del cuento? En la realidad, ¿se suelen originar este tipo de diálogos en sitios semejantes o en otros diferentes? ¿En cuáles? Citemos algunos ejemplos al respecto.

-¿Cuáles son los argumentos que esgrime el barbero para no creer en Dios? ¿En qué se basa para manifestarse de ese modo?

-Analicemos las diversas reacciones del cliente de aquella peluquería. ¿Cuál fue su planteo y demostración final? ¿Qué resultado obtuvo?

-¿Encontramos, en nuestra vida cotidiana, gente que, como el barbero, dice no creer en Dios? ¿Mucha o poca? ¿Bajo qué argumentos legitiman su ateísmo? A partir de esas razones, ¿qué opinan acerca de la Iglesia? ¿Por qué suponemos que sucede esto?

-¿Cuál suele ser nuestra reacción, sensación, opinión, respuesta ante personas y situaciones similares a las descritas en el cuento? ¿De qué manera creemos que debemos manejarnos ante este tipo de circunstancias?

-¿Consideramos el ateísmo como uno de los desafíos que tenemos como cristianos? ¿Cuál debe ser nuestra posición, y consecuente actitud, como cristianos y como Iglesia? ¿Cuáles son nuestros argumentos para explicar la existencia de Dios?

-¿De qué modo y a través de qué gestos, acciones, actitudes, personales y comunitarias, creemos que podemos testimoniar el amor misericordioso de nuestro buen Dios? Propongámonos alguna iniciativa al respecto.



Para profundizar nuestra reflexión:

Formas y raíces del ateísmo

19. La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe, pura y simplemente, por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y solo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador. Muchos son, sin embargo, los que hoy día se desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan en forma explícita. Es este ateísmo uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo. Y debe ser examinado con toda atención.

La palabra "ateísmo" designa realidades muy diversas. Unos niegan a Dios expresamente. Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios. Los hay que someten la cuestión teológica a un análisis metodológico tal que reputa como inútil el propio planteamiento de la cuestión. Muchos, rebasando indebidamente los límites sobre esta base puramente científica o, por el contrario, rechazan sin excepción toda verdad absoluta. Hay quienes exaltan tanto al hombre que dejan sin contenido la fe en Dios, ya que les interesa más, a lo que parece, la afirmación del hombre que la negación de Dios. Hay quienes imaginan un Dios por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio. Otros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso. Además, el ateísmo nace a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo o como adjudicación indebida del carácter absoluto a ciertos bienes humanos que son considerados prácticamente como sucedáneos de Dios. La misma civilización actual, no en sí misma, pero sí por su sobrecarga de apego a la tierra, puede dificultar en grado notable el acceso del hombre a Dios.

Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y, por tanto, no carecen de culpa. Sin embargo, también los creyentes tienen en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítica contra las religiones y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo, contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo, pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión.

El ateísmo sistemático

20. Con frecuencia, el ateísmo moderno reviste también la forma sistemática, la cual, dejando ahora otras causas, lleva el afán de autonomía humana hasta negar toda dependencia del hombre respecto de Dios. Los que profesan este ateísmo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia. Lo cual no puede conciliarse, según ellos, con el reconocimiento del Señor, autor y fin de todo, o por lo menos tal afirmación de Dios es completamente superflua. El sentido de poder que el progreso técnico actual da al hombre puede favorecer esta doctrina.

Entre las formas del ateísmo moderno debe mencionarse la que pone la liberación del hombre principalmente en su liberación económica y social. Pretende este ateísmo que la religión, por su propia naturaleza, es un obstáculo para esta liberación, porque, al orientar el espíritu humano hacia una vida futura ilusoria, apartaría al hombre del esfuerzo por levantar la ciudad temporal. Por eso, cuando los defensores de esta doctrina logran alcanzar el dominio político del Estado, atacan violentamente a la religión, difundiendo el ateísmo, sobre todo, en materia educativa, con el uso de todos los medios de presión que tiene a su alcance el poder público.

Actitud de la Iglesia ante el ateísmo

21. La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar con dolor, pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas, que son contrarias a la razón y a la experiencia humana universal y privan al hombre de su innata grandeza.

Quiere, sin embargo, conocer las causas de la negación de Dios que se esconden en la mente del hombre ateo. Consciente de la gravedad de los problemas planteados por el ateísmo y movida por el amor que siente a todos los hombres, la Iglesia juzga que los motivos del ateísmo deben ser objeto de serio y más profundo examen.

El remedio del ateísmo hay que buscarlo en la exposición adecuada de la doctrina y en la integridad de vida de la Iglesia y de sus miembros. A la Iglesia toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo encarnado con la continua renovación y purificación propias bajo la guía del Espíritu Santo. Esto se logra principalmente con el testimonio de una fe viva y adulta, educada para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer. Numerosos mártires dieron y dan preclaro testimonio de esta fe, la cual debe manifestar su fecundidad imbuyendo toda la vida, incluso la profana, de los creyentes, e impulsándolos a la justicia y al amor, sobre todo, respecto del necesitado. Mucho contribuye, finalmente, a esta afirmación de la presencia de Dios el amor fraterno de los fieles, que con espíritu unánime colaboran en la fe del Evangelio y se alzan como signo de unidad.

La Iglesia, aunque rechaza en forma absoluta el ateísmo, reconoce sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben colaborar en la edificación de este mundo, en el que viven en común. Esto no puede hacerse sin un prudente y sincero diálogo. Lamenta, pues, la Iglesia la discriminación entre creyentes y no creyentes que algunas autoridades políticas, negando los derechos fundamentales de la persona humana, establecen injustamente. Pide para los creyentes libertad activa para que puedan levantar en este mundo también un templo a Dios. E invita cortésmente a los ateos a que consideren sin prejuicios el Evangelio de Cristo.

La Iglesia sabe perfectamente que su mensaje está de acuerdo con los deseos más profundos del corazón humano cuando reivindica la dignidad de la vocación del hombre, devolviendo la esperanza a quienes desesperan ya de sus destinos más altos. Su mensaje, lejos de empequeñecer al hombre, difunde luz, vida y libertad para el progreso humano. Lo único que puede llenar el corazón del hombre es aquello que "nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".






Para rezar:

Cambia nuestra mirada,
Padre Bueno,
convierte nuestros corazones
para que seamos capaces
de descubrir tu presencia
y las huellas del Reino,
tan cercanas y cotidianas
para el que mira la vida
con los ojos de Dios.

Ayúdanos a buscarte en la vida,
a encontrarte en la historia,
a rastrearte en lo cotidiano,
para servir a los demás,
trabajar por un mundo nuevo
y así construir tu Reino. Amén.



miércoles, 15 de agosto de 2012

La Asunción de María a los Cielos



LA DORMICIÓN DE LA MADRE DE DIOS

Audiencia general, 25-VI-1997. S.S. Juan Pablo PP. II - Magno



1. Sobre la conclusión de la vida terrena de María, el Concilio cita las palabras de la bula de definición del dogma de la Asunción y afirma: «La Virgen inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo» (Lumen gentium, 59). Con esta fórmula, la constitución apostólica Lumen gentium, siguiendo a mi venerado predecesor Pío XII, no se pronuncia sobre la cuestión de la muerte de María. Sin embargo, Pío XII no pretendió negar el hecho de la muerte; solamente no juzgó oportuno afirmar solemnemente, como verdad que todos los creyentes debían admitir, la muerte de la Madre de Dios.

En realidad, algunos teólogos han sostenido que la Virgen fue liberada de la muerte y pasó directamente de la vida terrena a la gloria celeste. Sin embargo, esta opinión era desconocida hasta el siglo XVIII, mientras que, en realidad, existe una tradición común que ve en la muerte de María su introducción en la gloria celeste.

2. ¿Es posible que María de Nazaret haya experimentado en su carne el drama de la muerte? Reflexionando en el destino de María y en su relación con su Hijo divino, parece legítimo responder afirmativamente: dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre.

En este sentido razonaron los Padres de la Iglesia, que no tuvieron dudas al respecto. Basta citar a Santiago de Sarug (+521), según el cual «el coro de los doce Apóstoles», cuando a María le llegó «el tiempo de caminar por la senda de todas las generaciones», es decir, la senda de la muerte, se reunió para enterrar «el cuerpo virginal de la Bienaventurada» (Discurso sobre el entierro de la santa Madre de Dios, 87-99 en C. Vona, Lateranum 19 [1953], 188). San Modesto de Jerusalén (+634), después de hablar largamente de la «santísima dormición de la gloriosísima Madre de Dios», concluye su «encomio», exaltando la intervención prodigiosa de Cristo, que «la resucitó de la tumba» para tomarla consigo en la gloria (Enc. in dormitionem Deiparae semperque Virginis Mariae, nn. 7 y 14; PG 86 bis, 3.293; 3.311). San Juan Damasceno (t 704), por su parte, se pregunta: «¿Cómo es posible que aquella que en el parto superó todos los límites de la naturaleza, se pliegue ahora a sus leyes y su cuerpo inmaculado se someta a la muerte?». Y responde: «Ciertamente, era necesario que se despojara de la parte mortal para revestirse de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza tampoco evitó la experiencia de la muerte. En efecto, él muere según la carne y con su muerte destruye la muerte, transforma la corrupción en incorruptibilidad y la muerte en fuente de resurrección» (Panegírico sobre la dormición de la Madre de Dios, 10; SC 80, 107).

3. Es verdad que en la Revelación la muerte se presenta como castigo del pecado. Sin embargo, el hecho de que la Iglesia proclame a María liberada del pecado original por singular privilegio divino no lleva a concluir que recibió también la inmortalidad corporal. La Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado y transformándola en instrumento de salvación.

María, implicada en la obra redentora y asociada a la ofrenda salvadora de Cristo, pudo compartir el sufrimiento y la muerte con vistas a la redención de la humanidad. También para ella vale lo que Severo de Antioquía afirma a propósito de Cristo: «Si no se ha producido antes la muerte, ¿cómo podría tener lugar la resurrección?» (Antijuliánica, Beirut 1931, 194 s.). Para participar en la resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la muerte.

4. El Nuevo Testamento no da ninguna información sobre las circunstancias de la muerte de María. Este silencio induce a suponer que se produjo normalmente, sin ningún hecho digno de mención. Si no hubiera sido así, ¿cómo habría podido pasar desapercibida esa noticia a sus contemporáneos, sin que llegara, de alguna manera, hasta nosotros?

Por lo que respecta a las causas de la muerte de María, no parecen fundadas las opiniones que quieren excluir las causas naturales. Más importante es investigar la actitud espiritual de la Virgen en el momento de dejar este mundo. A este propósito, san Francisco de Sales considera que la muerte de María se produjo como efecto de un ímpetu de amor. Habla de una muerte «en el amor, a causa del amor y por amor», y por eso llega a afirmar que la Madre de Dios murió de amor por su hijo Jesús (Traité de l´Amour de Dieu, Lib. 7, CC. XIII-XIV).

Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito desde esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en ese caso la muerte pudo concebirse como una «dormición».

5. Algunos Padres de la Iglesia describen a Jesús mismo que va a recibir a su Madre en el momento de la muerte, para introducirla en la gloria celeste. Así, presentan la muerte de María como un acontecimiento de amor que la llevó a reunirse con su Hijo divino, para compartir con él la vida inmortal. Al final de su existencia terrena habrá experimentado, como san Pablo y más que él, el deseo de liberarse del cuerpo para estar con Cristo para siempre (cfr Flp 1, 23).

La experiencia de la muerte enriqueció a la Virgen: habiendo pasado por el destino común a todos los hombres, es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual con respecto a quienes llegan a la hora suprema de la vida.

(Fuente: conoceréis de verdad)

martes, 14 de agosto de 2012

Aniversarios




En este mes de agosto en el que hemos celebrado la fiesta de nuestro patrono San Lorenzo, nuestra diócesis agradece al Señor por el aniversario de ordenación de quince de sus diáconos permanentes.
Ellos son: CARLOS MARIA CENTURIÓN, JUAN JOSE LLOVERAS, RODOLFO SÁNCHEZ RUBIO, que celebran el día de hoy cuatro años de órdenados.

PASCUAL LAVORATO Y JORGE RONCAGLIOLO, quienes el día 12 celebraron doce años de ordenación.

RUBEN ASSAD, ALFONSO MARCOS, JORGE MUÑOZ Y NORBERTO TORRES, el día 26 del corriente mes celebrarán diez y siete años de su ordenación.

Y los diáconos CARLOS BELAUSTEGUIGOITIA, LUIS MARÍA CAIRO, JUSTO PASTOR FRETES, CARLOS GOMES ESTEVES y JUAN PERHARICH el día 29 del corriente mes, celebrarán el vigésimo aniversario de su ordenación, siendo ellos por primeros Diáconos Permanentes ordenados en nuestra Diócesis, por el Obispo de entonces, Monseñor Jorge Meinvielle.

Para ellos y los restantes hermanos Diáconos de nuestra Diócesis que han celebrado sus aniversarios de ordenación en meses anteriores llegue el saludo cariñoso de toda la comunidad diaconal  y también de la comunidad de formadores y alumnos que integran la Escuela de Ministerios y Diaconado Permanente "Pablo VI",
que los acompaña con esta oración:

Dios y Padre Nuestro,
Fortalece con la gracia del Espíritu Santo
a todos los Diáconos de tu Iglesia
para que desempeñen con alegría,
fidelidad y en espíritu de comunión eclesial
su ministerio pastoral,
siguiendo los pasos de tu Hijo Jesucristo
"que no vino a ser servido, sino a servir
y dar su vida en redención de la humanidad".
Te pedimos por las familias de los diáconos
para que sean auténticas "Iglesias domésticas",
según el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret,
y de ella surjan vocaciones sacerdotales y religiosas.
¡Virgen María, Madre de la Iglesia
y Reina de los Apóstoles,
ruega por los ministros del Señor!
¡San Lorenzo, diácono y mártir,
ruega por los diáconos, servidores del pueblo de Dios!
Amén.




martes, 7 de agosto de 2012

San Cayetano


Martirologio Romano: San Cayetano de Thiene, presbítero, que en Nápoles, en la región de la Campania, se entregó piadosamente a obras de caridad, especialmente a favor de los aquejados de enfermedades incurables, promovió cofradías para formar religiosamente a los laicos e instituyó los Clérigos Regulares, para la reforma de la Iglesia, enseñando a sus discípulos a seguir la primitiva manera de vida apostólica (1547).

Etimología: Cayetano = alegre. Viene de la lengua latina.

Su padre, el Conde Gaspar de Thiene y su madre María di Porto. El padre murió cuando los dos hermanos eran muy pequeños. Su piadosa madre dio a sus hijos un admirable ejemplo.

Cayetano estudió 4 años en la Universidad de Padua donde se distinguió en la teología y se doctoró en derecho civil y canónico en 1504. Fue nombrado senador en Vicenza.

Estaba, sin embargo, decidido a seguir los estudios sacerdotales. Se trasladó a Roma en 1506. Decía que Dios le llamaba a realizar una gran obra. Al poco tiempo fue nombrado secretario privado del Papa Julio II. Ayudaba al Papa a escribir las cartas apostólicas. Conoció de cerca a cardenales y prelados.

El Papa muere en 1513 y Cayetano decide no continuar en el cargo. Se preparó durante 3 años para ser sacerdote. Fue ordenado en 1516, a los 36 años. Celebra su primera misa y queda sobrecogido por el don del que no se considera digno.

Funda en Roma la "Cofradía del Amor Divino", una asociación de clérigos que se dedicaba a promover la gloria de Dios. Tuvo su primera experiencia pastoral en la parroquia de Santa María de Malo, cerca de Vicenza; luego se dedicó a cuidar los santuarios esparcidos por el monte Soratte.

Ingresó en el oratorio de San Jerónimo que tenía los mismos fines que la cofradía del Amor Divino, pero incluía a laicos pobres. Sus amigos se molestaron mucho por eso, porque consideraban que aquello era indigno para un hombre de gran alcurnia como él. A Cayetano no le importó. Ayudaba y servía personalmente a los pobres y enfermos de la ciudad y atendía a los pacientes de las enfermedades repugnantes.

Cayetano se preocupaba mucho por el bien espiritual de su congregación. Solía decir: "En el oratorio rendimos a Dios el homenaje de la adoración, en el hospital le encontramos personalmente".

Fundó otro oratorio en Verona. Se trasladó a Venecia en 1520, siguiendo el consejo de su confesor, Juan Bautista de Crema, un dominico santo y prudente. Se alojó en el hospital de la ciudad y siguió la misma forma de vida. Se le consideraba fundador principal del hospital por todos los regalos que hizo.

La Eucaristía

Implantó la bendición con el Santísimo Sacramento y promovió la comunión frecuente, en los 3 años que vivió en Venecia. Escribió: "No estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al Banquete Celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza".

La cristiandad pasaba por un periodo de crisis. La corrupción debilitaba a la Iglesia. Cayetano era uno de los que más imploraban la verdadera reforma de vida y de costumbres dentro de la Iglesia. Repetía a menudo: "Cristo espera, ninguno se mueve".

Fundador

San Cayetano regresó a Roma para hablar de la reforma con los miembros de la Cofradía del Amor Divino en 1523, en compañía del obispo de Teato Giampietro Carafa, de Bonifacio Colli y de Pablo Consiglieri. No solo predicó la reforma, sino la llevó a cabo fundando con sus tres compañeros una orden de Clérigos Regulares que tomasen como modelo la vida de los Apóstoles. La llamaron "Ordo Regularium Theatinorum" o Congregación de los Teatinos (el nombre de padres teatinos viene del episcopado de "Teate Marrucinorum" ), y tenía como finalidad principal la renovación del clero.

Clemente VII aprobó la fundación el 14 de septiembre de 1524. Cayetano renuncia a todos sus bienes y Carafa a los 2 episcopados de Brindis y de Chieti.

Los 4 primeros miembros visten sus hábitos religiosos y hacen los votos en San Pedro, ante un delegado pontificio. Carafa es nombrado superior general de la orden. Aparte de la renovación del clero, sus otros objetivos eran la predicación de la sana doctrina, el cuidado de los enfermos y la restauración del uso frecuente de los Sacramentos.

Los seguidores no eran muchos. A los 4 años, en 1527, cuando la orden tenía 12 miembros, el ejercito saqueó la ciudad, la casa fue destruida y ellos escaparon a Venecia. En 1530 San Cayetano sucede a Carafa en el cargo de superior. Por su humildad, lo hace con renuencia.

Trabaja enérgicamente por la reforma del clero. En 1533, Carafa fue elegido superior general por segunda vez. Cayetano es enviado a Verona, donde recibe oposición a sus reformas.

Viaja a Nápoles para fundar una casa de su orden. Recibe una casa donada por el conde de Oppido y rechaza otros terrenos. El conde alega que los napolitanos no eran tan ricos y generosos como los venecianos a los que San Cayetano le responde: "Tal vez tengáis razón, pero Dios es el mismo en ambas ciudades. Dios está en Nápoles como en Venecia".

Se quedó en Nápoles donde había mas trabajo. La ciudad mejoró notablemente gracias a las prédicas y el trabajo apostólico del santo, que en ocasiones tuvo que enfrentarse con laicos y religiosos que predicaban el calvinismo, el luteranismo y otros errores.

Fundó con el Beato Juan Marinoni los "Montes de Piedad" para liberar de la miseria a los pobres y marginados. Esta obra fue aprobada poco antes del Concilio de Letrán. En sus últimos años de vida abrió hospicios para ancianos y fundó hospitales.

Cae enfermo en el verano de 1547. Los médicos le aconsejan poner un colchón sobre su cama de tablas, el respondió: "Mi salvador murió en la cruz; dejadme pues, morir también sobre un madero".

Murió en Nápoles a la edad de 77 años, el domingo 7 de agosto de 1547.

Ocho años después de su muerte, el teatino Carafa fue elegido Papa, con el nombre Pablo IV, un auténtico reformador, aunque su pontificado fue muy impopular.

Cayetano fue canonizado en 1671 después que la comisión encargada terminara de examinar rigurosamente los numerosos milagros.
ORACIÓN
Glorioso San Cayetano,
aclamado por todos los pueblos
padre de providencia porque socorres con grandes milagros
a cuantos te invocan en sus necesidades:
acudo a tu altar,
suplicando que presentes al Señor
los deseos que confiadamente deposito en tus manos.


(Aquí se expresan las gracias que se desea obtener)

Haz que estas gracias,
que ahora te pido, me ayuden a buscar siempre el Reino de Dios y su Justicia,
sabiendo que Dios,
que viste de hermosura las flores del campo
y alimenta con largueza las aves del cielo,
me dará las demás cosas por añadidura.
Amén.